El juicio a la vaca

Debemos explicarle a los consumidores que somos el Tesla de las ganaderías

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09 de agosto de 2020 a las 05:00

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Para nuestros antepasados, durante millones de años, comer carne fue algo obvio y evidente. Fue gracias a comer carne, particularmente cuando aprendimos a dominar el fuego y cocinarla, que nuestro cerebro dio un salto cuantitativo y cualitativo en su anatomía y fisiología y nos volvimos el sapiens, el animal más inteligente de todos.

Desde antes de que existiésemos como país, cuando ni siquiera éramos una colonia, los vacunos pastoreaban aquí y a nadie se le ocurriría que algo malo habría en ello. La población local se alimentaba a sus anchas y los aventureros blancos que se animaban a entrar churrasqueaban y vendían los cueros.

Cuando comenzó la revolución industrial, las chimeneas que tiraban humo eran un símbolo de progreso que tal vez afeaban el paisaje, pero generaban empleo y bienes. Permitían una acumulación sin precedentes de capital y otra acumulación gradual pero persistente de gases en la atmósfera, que para los económicos eran una variable no significativa. No aparecían en los modelos. En este siglo en el que se están derritiendo minuto a minuto los hielos del mundo todo es distinto. Los incendios se hacen cada vez más grandes y los jóvenes del mundo con toda razón se preocupan.

El metano es un tema cada vez más importante para Uruguay. Somos el país más ganadero del mundo. Los vacunos generan metano y el metano en la atmósfera lleva a que el planeta se caliente cada vez más. Junto a otros gases, de los cuales el CO2 es el más conocido, el metano es parte de un problema. No es fácil eludir eso.

La ganadería está directamente acusada y en esta semana Naciones Unidas se hizo eco de esa acusación, afirmando algo que es un error garrafal. “La industria de la carne es responsable de más emisiones de gases de efecto invernadero que las grandes compañías petroleras” es una afirmación inadmisible. Parece sospechosa y casi una defensa de las “grandes compañías petroleras”. Pero por errada que sea la afirmación, la ganadería no zafará de las acusaciones. Por ejemplo, el último video clip de Moby (My only love), un muy destacado músico, relata en una animación la quema de la Amazonia, los jaguares muertos, las crías aterrorizadas, y funde las imágenes de la animación con imágenes reales de la Amazonia siendo quemada con un cartel que afirma que “la producción de carne y lácteos son la principal causa de la deforestación de selvas en el mundo”. Más allá de que los lácteos se llevan un palo injusto, para la carne vacuna, a acusación es difícil de eludir. El video termina con un gran novillo cebú pastando. Es más difícil rebatir que la ganadería es una causa importante de deforestación. Los satélites lo miden, lo muestran, le ponen números e imágenes.

Y para el clima y la biodiversidad talar y quemar es un desastre evidente. Si después que se quema va ganado, la ganadería queda acusada con pruebas. Como lo que hacen los ganaderos que pastorean las islas del Paraná. Este miércoles nuestro Instituto de Meteorología advertía: “Durante el transcurso de las últimas semanas, se vieron incrementadas las quemas que habitualmente se realizan por estas fechas en el centro y norte de Sudamérica. A esta situación, se le suman los importantes incendios sobre la cuenca del río Paraná en Argentina….Más allá de la influencia antropogénica como causa principal en el inicio de estos incendios; las anomalías negativas de precipitación, disminución la humedad en el suelo, que denotan una mayor presencia de radiación (menor nubosidad), y el viento como secante y propulsor de nuevos focos, son factores naturales que incrementan la aparición de nuevos focos y un importante inconveniente para el control de estos incendios”. Una visión apocalíptica que toma por ejemplo El País de Madrid, que afirma esta semana que “Las llamas devoran el delta del Paraná, uno de los grandes humedales de Argentina y que “desde febrero se han registrado cerca de 8.000 focos de incendio, de los que se acusa a empresarios ganaderos. Siete de ellos han sido denunciados ante la justicia”. Eso, mientras España y otras partes de Europa atraviesan una fuerte ola de calor. Este jueves el derretimiento de los glaciares de los Alpes se aceleró tanto que hubo que evacuar una zona alpina italiana por el peligro de derrumbe de una masa de hielo glaciar. Según explica la Deutsche Welle, “el alcalde del municipio italiano de Courmayeur (norte), Stefano Miserocchi, ha firmado esta noche una ordenanza con la que dispone estas medidas en el valle de Val Ferret “a la luz de la evolución del potencial riesgo relativo al glaciar Planpincieux”. Cerca de allí, pero en Francia, el ayuntamiento de Cormayeur, reunido de urgencia, recibió una alerta sobre “la evolución morfológica” del glaciar con un volumen estimado de 500.000 metros cúbicos debido a “la tendencia anómala de las temperaturas”, al calor en esta zona alpina”.

La ganadería de Uruguay se realiza con un área cada vez mayor de bosques plantados y también en crecimiento de monte natural. Ahí radica una línea de defensa principal. El campo natural es la otra gran línea de defensa. Una ganadería que garantiza la biodiversidad, la convivencia, en áreas donde cualquier otra actividad llevaría a una menor biodiversidad. Podemos ganarle una discusión a Naciones Unidas, que borró el tuit. Pero más difícil es ganarle la discusión a la comunidad científica y a los consumidores. En algún momento nos dirán (y lo harán seguramente en inglés): Show me your numbers. Y en el balance de carbono de Uruguay el metano pesa en contra.

Los países vecinos, más subtropicales, es posible que estén condenados a hacer una ganadería que es muy inconveniente. Problema de ellos. La ganadería uruguaya tiene que mostrar que promueve activamente la biodiversidad y la captura de carbono. Y tiene que hacerlo mostrando números. Es un tema complejo, hay varios sistemas de medición y es cuestionable que se considere igual una emisión produciendo alimentos imprescindibles para la salud humana como la carne con la quema de carbón o petróleo de las grandes empresas petroleras que queman cada día 100 millones de barriles de petróleo.

No son los automóviles los que causan el calentamiento, son los motores a combustión. Por eso la empresa Tesla es tan exitosa. No es la ganadería la que causa el calentamiento. Son algunas ganaderías. Si no logramos explicarle eso a los consumidores sofisticados, que nuestra ganadería es la Tesla de las ganaderías, estaremos en problemas. Esos consumidores serán los que influencien al conjunto a lo largo de este siglo, nuestro principal sector económico estará en graves problemas, simplemente por el desdén que generará en las nuevas generaciones la carne como producto. Todo producto que se ponga en el mercado tendrá que demostrar que es parte de la solución al derretimiento de los hielos, al posible posterior ascenso de los mares, a las cada vez más graves inundaciones (como la actual en China y otras partes de Asia), a la extinción de especies. No debemos permitir más que se hable de “la ganadería”, pero no debemos subestimar a los críticos de la actividad ganadera. Mostrarnos en nuestra diferencia será cada vez más importante. Acostumbrarnos al juicio permanente es mejor que enojarnos cada vez que un científico, un artista o un activista critica a la carne. Nuestro campo natural, nuestros montes naturales, la mejora en el manejo del agua que podamos hacer, la materia orgánica que agreguemos a los suelos, nuestras áreas protegidas son nuestra mejor defensa para un producto muy noble, si se produce correctamente. Y en el mundo, tal vez nadie lo produce con la corrección con que lo hace Uruguay. Así como ganamos el juicio a Aratirí, debemos embarcarnos en ganar el largo juicio a la carne, que persistirá por todo este siglo y tendrá por  jueces a todos los consumidores de alimentos. 

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