Leonardo Carreño

El libre comercio más allá de China

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17 de septiembre de 2021 a las 22:23

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En el contexto de la oportunidad histórica que se le presenta a Uruguay para avanzar en la firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, el Poder Ejecutivo y socios de la coalición han dado un mensaje afortunado: la necesidad de abrir las tranqueras, selladas por un Mercosur proteccionista, algo que trasciende un eventual acuerdo con el gigante asiático.

El gobierno de Luis Lacalle Pou parece ceñirse a la idea pragmática del político británico Lord Palmerston (1784 -1865) que, en su tiempo de secretario de Estado de Asuntos Exteriores, dijo que “las naciones no tienen amigos ni enemigos permanentes, solo intereses permanentes”.  

Un posible TLC con la segunda potencia del mundo -que empieza con un estudio de factibilidad acordado entre las partes- es una coyuntura de oro para introducir en la discusión política y en la agenda pública la conveniencia de los acuerdos de libre comercio.  

Es una tarea muy importante porque supone un proyecto de desarrollo de gran alcance que requiere de claras mayorías políticas y sociales para no fracasar en el intento. En ese sentido, hay que aceptar que hay grupos de la sociedad movidos por la ideología -que van contra el capitalismo, las multinacionales y Estados Unidos- o la defensa de corporativismo que es muy difícil que cambien de opinión y cuyo relato mitológico en contra del libre comercio es ciertamente persuasivo, aunque probadamente equivocado.

Nos parece que expresiones de estos días del canciller Francisco Bustillo y de fuentes de la Presidencia en cuanto a que el gobierno tiene en carpeta otros TLC con más países, es una táctica apropiada en torno a la estrategia del libre comercio con el mundo. La idea subyacente de que hoy se abre una oportunidad con China y ojalá haya otras en el futuro, con Estados Unidos, Corea del Sur y la Unión Europea, o quien sea, es un mensaje inteligente del Poder Ejecutivo.

Paralelamente, el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del Partido Colorado valoró como "sumamente positiva" la decisión de explorar un acuerdo bilateral con China, y planteó que Uruguay considere el ingreso al Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (TPP), aprovechando  "el nuevo rumbo” de apertura que impulsa el gobierno, apropiado para el “desarrollo económico y social del país”. 

No podemos estar más de acuerdo con la importancia que tiene para un país como el nuestro el poder transitar el camino de la apertura al mundo. Mucho más justificado todavía por su ubicación en un entorno geopolítico con vocación proteccionista. 

Uruguay no tiene otro camino que aumentar sus negocios con países o bloques que concedan preferencias o, mejor aún, exenciones arancelarias. 

Supone un enorme reto y el reconocimiento de que será necesario embarcarse  en una batalla cultural a favor de la globalización, no exenta de inconvenientes que la política debe contemplar, aunque al final del día, el dibujo muestre un “círculo económico virtuoso”, como dice el economista y ensayista Guy Sorman. 

Para quienes creemos en la libertad, el libre comercio es una idea que trasciende el ámbito de la economía, forma parte de un proyecto de mundialización que es buena para el progreso de una humanidad que no solo se mide en términos de negocios. 

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