El músculo fofo del Frente y los desafíos para reactivarlo

El cambio de chip que necesita el FA 

Imaginate que llevás 15 años haciendo lo mismo. Todos los días con tareas idénticas. Son 15 años. Estás tan acostumbrado que tu cuerpo ya sabe cómo reaccionar, casi automáticamente, ante cualquier evento que suceda. Imaginá que un día te dicen que a partir de ahora tenés que hacer exactamente lo contrario a lo que hacías. Tenés que cambiar totalmente el chip.

Eso, llevado a una organización y a la política, es lo que le acaba de pasar al Frente Amplio.

El partido mayoritario del sistema político uruguayo tiene un enorme desafío, volver a activar un músculo que tuvo en desuso durante mucho tiempo: el de ser oposición. Supo ser un músculo fuerte y muy activo. Fue el que más utilizó a lo largo de su historia.

Hoy está fofo, tal como demostró esta semana la vicepresidenta Lucía Topolansky, que anunció interpelaciones a todos los ministros… que aún no han asumido. ¿Realmente esa va a ser la oposición que realice el Frente Amplio?

El problema es que esta necesidad lo encuentra bastante mal parado para ponerse a ejercitar: sin liderazgos definidos –y por tanto con disputas inminentes– en el medio de una transición generacional histórica y desmovilizados como no había pasado en mucho tiempo. Para peor, sin muchas ideas.

La doble punta

¿Cómo ha sido la historia de los liderazgos en la izquierda desde la oposición? Si bien el FA nació como un partido de oposición y cumplió ese rol de manera ininterrumpida hasta 2005, desde la década de 1990 comenzó a tener su peso más relevante en ese rol. La elección bisagra fue la de 1994. En los comicios anteriores, de 1989, había logrado el 21%.

En 1994 las urnas marcaron el país de los tres tercios. El FA estaba casi en pie de igualdad con blancos y colorados. Para conseguir gobernabilidad el presidente Julio María Sanguinetti celebró un acuerdo con los blancos, liderados en ese entonces por Alberto Volonté, que permitió conformar la coalición más firme que hasta ahora conoce el país.

En la década de 1990 la izquierda empezó a ejercer la oposición más efectiva, con una doble punta: su líder político –desde la presidencia del Frente Amplio– y el intendente del departamento más grande del país. En el primer lustro, en el que presidió Luis Alberto Lacalle, el FA se estrenó como gobierno en la capital, con Tabaré Vázquez como intendente y con Líber Seregni aún como líder.

Vázquez logró una buena gestión que lo proyectó y le permitió cometer un parricidio: en el siguiente período desplazó a Seregni de la presidencia del FA y se consolidó como el gran líder de la izquierda.

Durante la gestión de Sanguinetti (1995-2000) y luego de la de Jorge Batlle (2000-2005), la doble punta frenteamplista fue con Vázquez y Mariano Arana en la IMM.

Desde allí lograron ser muy punzantes y a la vez mostrar gestión.

Los liderazgos en disputa

 Ahora el FA debe volver a la oposición. Es casi un hecho que retendrá la intendencia de Montevideo y el favorito para el cargo es Daniel Martínez. Pero aún en ese escenario el FA tiene en disputa sus liderazgos.

Mario Bergara y Óscar Andrade están dispuestos a dar esa batalla desde el Senado. ¿Alguno de los dos dará esa pelea desde la presidencia del FA? ¿Podría sumarse Carolina Cosse a esa disputa si no es electa intendenta? Ese sería el esquema histórico de la izquierda: una doble punta ofensiva desde el FA y la intendencia. Otro centro de poder será la Intendencia de Canelones. En la historia del FA como oposición nunca tuvo esa comuna, pero ahora Yamandú Orsi es una figura emergente que también puede jugar un papel relevante.

También hay que ver qué pasa con los liderazgos viejos. Tabaré Vázquez dio señales en diciembre de que quiere seguir vinculado y se mostró preocupado por que el Frente logre hacer una oposición “responsable” y unitaria. Su salud dirá qué rol puede jugar, pero ya descartó ir por la presidencia del FA. Ese puesto quedará libre a la brevedad.

La espalda política de Danilo Astori está en baja. Luego de tener un potente sector, en las últimas elecciones solo logró una banca en el Senado, que la ocupará él. Desde allí puede jugar como opositor, pero difícil creer que asuma el liderazgo.

El que más dudas genera es el otro histórico: José Mujica. Él se dice replegado y en retirada. Sin embargo, es el dueño de la bancada más grande y al menos el primer año estará en el Senado. Es un líder cantado para la oposición. Cuánto asuma esa responsabilidad dependerá de él y eventualmente de si alguien está dispuesto a cometer un parricidio como el que Vázquez hizo con Seregni en los 90.

El de los liderazgos es el principal asunto a resolver para poder hacer una oposición sólida y coordinada al gobierno. Pero hay al menos otros dos asuntos que también deberá atender.

La desmovilización

El cumpleaños número 49 del FA, celebrado esta semana, debe haber sido uno de los que tuvo menor participación. El acto oficial, realizado en Río Negro, contó con 350 participantes –algunos de ellos arribados desde Argentina–, según informó Búsqueda. El FA en su web y sus redes evitó poner fotos del acto y solo ilustró con una imagen de su presidente Javier Miranda, orador principal. En Montevideo, compitiendo con ese acto, el plenario departamental proclamaba a la misma hora a los candidatos a la intendencia. Carolina Cosse, una de las proclamadas, se quejó por la organización, que frenó la movilización con la decisión de hacer el acto capitalino entre cuatro paredes en la Huella de Seregni.  “Hubiera querido que este aniversario fuera abierto y amplio como debe ser el FA”, dijo Cosse.

Esta crónica de Martín Tocar cuenta los contrastes con el cumpleaños anterior del FA. Pero también algunas señales del perfil opositor de sus candidatos. Un apunte para el análisis merece el tono enojado de Martínez, que ya lo había tenido sin mucho éxito en el tramo final de la campaña nacional.

La falta de ideas

El otro desafío que tendrá el FA para hacer oposición es el de presentar propuestas y sobre todo diseñar un relato claro de qué tipo de país propondrá a futuro. Ese fue el gran pilar que el FA construyó en su etapa anterior como oposición. Pero también la ausencia de ello fue uno de los grandes motivos de su deterioro, que lo llevó a perder el gobierno.

No comparto el análisis de que el FA perdió las elecciones de noviembre por culpa del candidato o de una mala campaña. Eso, sin dudas, contribuyó. Pero las perdió, sobre todo, por problemas de gestión en el ejercicio del gobierno y la falta de un programa sólido, no solo para estas elecciones sino también en las anteriores. Por la ausencia de un proyecto claro de país como el que sí tuvo en 2004.

Ese programa fue parte de una acumulación histórica, que fue creciendo en cada derrota y que le permitió llegar a 2005 con un plan muy definido. El FA supo mostrarse preparado para el momento que los partidos fundacionales entregaron, luego de una profunda crisis económica, un país muy deteriorado –aunque ya en el inicio de una recuperación–.

El desafío que tiene por delante ahora el Frente Amplio es definir qué tan fuerte será como oposición: si va por el camino de criticar y criticar todo solo porque viene del gobierno, o si utiliza esas energías en preparar un modelo sólido que luego pueda volver a enamorar a todos los que se desencantaron en el camino.

La semana traducida

• La candidatura de Laura Raffo a la Intendencia de Montevideo.
• El polémico caso Carlos Moreira y las urticarias que generan entre los blancos.
• Muchos asuntos vinculados a la ley de urgente consideración.