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06 de febrero de 2021 a las 05:02

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El Frente Amplio (FA) cumplió el viernes pasado medio siglo de vida en un contexto extraordinario por la crisis derivada de la pandemia, y muy desafiante para una fuerza política que se está acomodando a su papel opositor después de 15 años en el gobierno.

Todos los partidos enfrentan problemas cuando abandonan el gobierno por la voluntad popular. Siempre resulta removedor y suele ser una etapa dominada por discusiones internas, que, en el caso del FA, se está transitando en puntas de pie. El caso del FA no es una excepción.

Hay varios episodios políticos que muestran la necesidad de que el FA piense mejor su aporte y función desde la oposición.

La justificación para integrar una comisión pro-referéndum, con el objetivo de poner a consideración popular 135 artículos de los más de 500 de la Ley de Urgente Consideración (LUC), junto a organizaciones como el PIT-CNT, refleja justamente una equivocada actitud política.

Muy pocas veces, un proyecto de ley ha tenido tanta difusión pública, a tal extremo que su contenido se conoció dos meses antes del recambio del gobierno. Y, además, estuvo en sintonía con las promesas escuchadas durante la campaña electoral.

El proyecto en el ámbito parlamentario, cumplió con el trámite legal correspondiente, en cuyo proceso de discusión se escucharon con atención las opiniones de los legisladores frenteamplistas, que luego se reflejaron en su votación en contra, pero también a favor de algunos artículos -que ahora se pretenden derogar con el instrumento del referéndum-, con el argumento engañoso de que el gobierno cometió “un atropello”.

La coalición de izquierda tiene todo el derecho a oponerse a una ley que contiene una hoja de ruta reformista tal como lo hizo. Pero tiene que aceptar que perdió en buena ley y que el camino del referéndum deja al país preso de la incertidumbre.

La  actitud en torno a las vacunas contra el covid-19 es otro ejemplo. Desde filas frenteamplistas se viene planteando la importancia de acelerar la compra de vacunas y exigiendo un proceso transparente, insinuando, de algún modo, falta de iniciativa, así como transparencia por parte de las autoridades.

Basta observar lo que está pasando en el mundo, en particular en países comparables al nuestro, para darse cuenta de que no hubo nada extraño. 

En lo que respecta a Uruguay, es una consecuencia de un país chico que tiene que negociar con poderosos países o laboratorios porque no tiene una vacuna propia. Hasta los países fabricantes de vacunas o en mejor situación para acceder a ellas, enfrentan dificultades en la puesta en marcha de una inédita inoculación en la historia de la medicina.

Pese a ello, desde la oposición se viven planteando sospechas como si hubiera una gestión oscura en un asunto tan delicado, que no conduce a nada más que a enturbiar el ambiente político y social. Puede ser que el gobierno haya confiado demasiado en la solución conjunta de la OMS pero ello no implica omisión o falta de transparencia. En todo caso, haber confiado demasiado en la vía reglamentaria.

Al cumplir sus 50 años de existencia, el FA se ha integrado plenamente a la vida democrática pero debería pensar mejor su papel opositor. No tiene que acompañar lo que no está de acuerdo y es importante que haga oír su voz y ejerza el control parlamentario.

Pero no es bueno jugarse a la acumulación de fuerzas en medio de una crisis, aunque esa táctica haya resultado en el pasado. La oposición debe, en esta difícil etapa de la vida del país, aportar soluciones en lugar de buscar enfrentamientos.

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