Pablo Caballero cumpliendo el rol que siempre soñó

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Julio Ribas le cambió la vida, habla cinco idiomas y siempre soñó con ser agente deportivo; la vida de Pablo Caballero

De aquel niño de 10 años que viajaba solo en ómnibus de Minas a Montevideo para jugar al fútbol, a su presente como representante deportivo; campeón con Nacional, un viaje con Julio Ribas le cambió la vida
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29 de octubre de 2022 a las 05:03

A contramano de lo que sueña la mayoría de los futbolistas cuando inician la carrera, Pablo Caballero quería ser representante deportivo. Ni se le pasaba por la cabeza ser entrenador el día después de retirarse. A los 10 años viajaba solo en ómnibus de Minas a Montevideo para jugar en Danubio. A los 13 se instaló a vivir en el Parque Central, captado por Nacional. A los 16 ascendió al plantel de Primera. Es de la misma generación que Luis Suárez con el que compartió todas las divisionales, pero debutó antes y fue tres veces campeón uruguayo. Un viaje a Italia con Julio Ribas le cambió la vida y la carrera. “Fue como un retiro espiritual”, contó a Referí. Jugó varios años en Europa y aprendió cuatro idiomas, además del español. Un acervo que facilitan su rol actual de representante de futbolistas, el sueño de su vida.

Un año agotador

Todos los fines de semana, con la inocencia de los 10 años a cuestas y las ganas de jugar a la pelota, Pablo subía al ómnibus en la terminal de Minas para recorrer solo los 120 kilómetros hasta Montevideo, donde lo esperaba Miguel “Cholo” Trueba, histórico captador de Danubio, para llevarlo hasta la cancha. No tenía miedo, pero sí la incertidumbre de saber si lo esperaban o no. En ese tiempo defendía al club de la Franja en fútbol infantil.

En un entrenamiento en Los Céspedes

“Los primeros viajes los hacía acompañado de mi papá, después por cuestiones de logística de él y que no tenían el tiempo, me embarcaban en Minas y el Cholo Trueba me iba a buscar para llevarme a la cancha”, contó. Su papá era suboficial militar y desempeñaba funciones en el cuartel de Artillería número 4.

A esa edad temprana, había un cierto grado de inocencia que no le hacía sentir miedo, explicó el exfutbolista. Su familia siempre le pidió que no dejara los estudios y paralelamente, desarrollaba la actividad que más le gustaba en la vida, que era divertirse adentro de una cancha de fútbol.  Con el tiempo se hizo amigo de los guardas y ellos se encargaban de acompañarlo, si hacía falta. Fue un año divertido, pero agotador, por eso decidió terminar el baby en su ciudad natal.

Durante su etapa como jugador de Danubio lo vieron Daniel “Pato” López y Walter López, captadores de Nacional. Pero también lo querían Danubio y River Plate. Finalmente, se inclinó por Nacional, por un motivo especial: “Era el cuadro de mis amores”.

A los 13 años se instaló en el Parque Central.  “Había chicos de todas las ciudades, que eran los talentos de su ciudad. Porque era un momento que no era fácil llegar del Interior a Montevideo, que no venían como hoy que hay muchos empresarios y traen chicos a probar. En ese tiempo te captaban de Nacional y trataban de traer a los mejores de cada ciudad, porque tampoco había las facilidades de hoy de tener residencias”.

Pablo Caballero en una formación de Nacional en 2006

Nacional tenía la residencia de hospedaje debajo de la tribuna principal del Parque. “En ese lugar convivía con chicos de diferentes edades y también te ibas formando en el carácter y personalidad. No era fácil estar lejos de la familia y poder crecer dentro de un ambiente que había una competencia importante. Uno entraba en Séptima y lo más importante era divertirse, sabiendo que el objetivo era llegar a Primera división. Tampoco era sencillo en esos momentos”, contó Pablo.

De esa etapa de convivencia recuerda a Bruno Fornaroli, a los goleros Sebastián Viera y Lucero Álvarez, y a Juan Pablo Molina, un jugador que no llegó al fútbol profesional, pero que lo ayudó mucho. “Juan Pablo dormía en el cuarto contiguo al mío y cuando se daba cuenta que yo extrañaba, me llamaba para hablar, para decirme que valía la pena estar ahí”.

La luz prendida hasta muy tarde lo delataba. “Los más grandes siempre sabían por lo que estaban pasando los más chicos, entonces te preguntaban ¿qué pasa, no te podés dormir? Salían charlas, con Juan Pablo, con Seba Viera, que son más grandes de edad, pero eran personas que me hicieron más fácil la adaptación”.

Hugo De León lo puso en Primera

Cuando Pablo fue ascendido al plantel principal de Nacional, con 16 años, estaba cursando cuarto de liceo. Entre pretemporadas y viajes no le daba el tiempo para estudiar, por lo que terminó dando exámenes libres y llegó hasta quinto.

Caballero en la oficina

Debutó en 2004, con Hugo De León como entrenador. “Hacía muy poquito tiempo que había subido el Chory Castro, con el que también vivimos juntos en el Parque, Ignacio La Luz y Albín. De mi generación, la de 1987, me tocó ser el primero en subir a Primera. No era como hoy que mandan a cinco o seis chicos a la pretemporada, en ese momento no era fácil subir por la gran calidad de jugadores que había”.

De la misma generación es Luis Suárez, quien debutó más tarde que Pablo. Compartieron toda la escalera en juveniles, desde Séptima división. Un poco más grande es Alberto Silva, que también llegó a Primera en 2004. “Alberto Silva era una maravilla. Si bien yo era más chico, cuando tuvo algunos inconvenientes me tocó ayudarlo y acompañarlo”.

La adrenalina y la felicidad por haber cumplido el objetivo, marcaron aquella época en la vida del exfutbolista, que se desempeñaba de lateral y volante. “Yo siempre decía que a Minas quería volver habiendo debutado en Primera. Cuando me vine a Montevideo le prometí a mi papá que iba a cumplir el objetivo, que era estudiar y debutar en Primera. En esos tiempos cuando te iban a buscar de los equipos, lo primero que te decían era que no fuera a Nacional porque no debutaban juveniles. Con todo lo que pasó con cortar el quinquenio, los jugadores que vinieron en 1998, había quedado esa imagen que los otros clubes lo utilizaban. Fue hermoso el desafío, poder debutar en el cuadro del que era hincha, convivir con un montón de jugadores que había mirado por tele y los tenía muy lejanos”.

Durante un clásico en Maldonado

Como hincha de Nacional, dice que sufrió el quinquenio que logró Peñarol entre 1993 y 1997. “Por eso digo que los de 1988 nos hicieron todo más fácil a los que vinimos después. Nos quitaron una mochila. Los jugadores lo tienen que valorar mucho el ser campeones uruguayos con Nacional, porque antes del 98 pasaron muchos jugadores, hasta de calidad superior, que sufrieron, no pudieron lograr un campeonato Uruguayo y su carrera cambió. A mi me tocó ganar tres Uruguayos, es la felicidad más grande que puede tener un juvenil y alguien que llegó con una maleta llena de sueños y fue cumpliendo los objetivos”.

Durante el verano de 2007, Pablo fue invitado por Juventud de Las Piedras para participar del torneo juvenil de Viareggio, en Italia. Y esa experiencia lo marcó para siempre.

“En Nacional estábamos de vacaciones y Julio Ribas –técnico de Juventud- le pidió al Tornado Alonso –hoy entrenador de la selección uruguaya y entonces compañero de Pablo en Nacional- que hablara conmigo para ir a Viareggio en ese tiempo que no teníamos competencia en Nacional. Se me hacía raro, porque no era un préstamo, era como ir a competir a otro lado, con otro equipo. Hablé con Daniel Enríquez –coordinador en los tricolores- y me convenció que la idea estaba buena”, recordó.

Para Pablo fue lo mejor que le pasó en la vida porque empezó a vivir el fútbol de otra manera. “Después de esa experiencia llegué a Nacional con otra cabeza y se lo agradezco a Julio. Tuvimos muchas charlas en Italia, me tenía un cariño importante y me convenció de que estaba para mucho más. Yo creía que solo con jugar bien alcanzaba y él me hizo entender que estaba bueno vivir para el fútbol y entregarte al máximo, y dejar algo más. Siempre digo que el poder de convencimiento que tenía él, lo tenía Hugo De León y lo tienen pocos. Lo más importante de un entrenador es cuando un jugador le cree. Julio Ribas, por su manera de ser, de brindarse en este deporte, le creí en todo momento y me sirvió para que yo pudiera hacer un clic en mi carrera”, señaló.

Pablo Caballero en la marca de Fernando Fadeuille

Según él, Ribas "no es un loco" como muchos lo tildan y está culturalmente muy preparado. Sabe detectar en cada persona la forma de llegarle. Volvió a Nacional distinto como persona: “Fue como un retiro espiritual, una experiencia hermosa que me sirvió hasta para el día después de mi carrera”.

De campeón a Europa

Luego de ganar el Campeonato Uruguayo por tercera vez, en 2009 continuó su carrera en Europa, donde jugó al fútbol, pero también abrió la cabeza y adquirió otros conocimientos. Jugando en el Locarno de Suiza, en el cantón de Tesino, aprendió a hablar perfectamente el idioma italiano. En Bélgica aprendió francés y en Hungría estudió inglés. Además habla el portugués, porque su papá nació en Livramento y ese era el idioma que compartían en su casa de Minas. “Esa etapa en Europa me dio una preparación para poder cumplir el rol que tengo ahora, porque antes de debutar en Primera soñaba con poder ser agente deportivo, aunque parezca mentira”, manifestó.

Es raro, pero dice que es verdad. Su deseo era representar futbolistas: “Me gustaba cómo le quedaban los trajes a las personas, entonces yo decía quiero ser agente deportivo y fue en un momento que no había debutado en Primera. No es común. A Marco –Vanzini- se lo decía en las concentraciones y si bien lo veía muy lejos en el tiempo, le decía que mi objetivo era el día después ser agente. Él me aconsejaba, que lo importante era generar contactos y guardarlos porque en el futuro me podían servir. Así salí con la idea de ir a otro fútbol y jugar en Europa, pero también prepararme para el día después”.

En Bulgaria, con Ignacio Lores y Sasha Aneff

Antes de tomar la decisión de abandonar la carrera de futbolista pasó por una delicada operación de rodilla, que no le hubiera permitido superar una revisión médica. Por eso un día lo habló con su esposa y ella le aconsejó que lo pensara bien, para que después no se arrepintiera de terminar la carrera de forma abrupta. Luego se juntó en una cena con Marco Vanzini y Damián Rodríguez y les pidió un consejo. Al día siguiente estaba trabajando con ellos en la representación de jugadores.

“Siempre tuve la ilusión de volver a Nacional, pero todo pasa por algo en la vida y si no se dan las cosas hay que valorar lo que se hizo. Ahora voy como hincha, con mi suegro tenemos un palco en el Parque Central y vamos siempre. Eso me llena”, dijo.

La adrenalina de su nuevo rol

En la representación de jugadores encontró a los 35 años la adrenalina y la competencia de su etapa anterior. “Viajar, negociar, enseñarle a los chicos el camino, que se tienen que formar. Yo tuve la suerte de aprender idiomas a través del fútbol, pero está bueno que cuando se van formando en inferiores también se tienen que preparar, que el colegio es el plan A y el plan B es el fútbol y no al revés, porque nunca se sabe si podés cumplir los objetivos. Ese mensaje siempre me gusta dárselo a cada chico que me toca la suerte de que se sume a la empresa y representar”, expresó.

Comenzó con Vanzini y Damián Rodríguez de forma independiente, y luego se unieron a ICM Stellar Group, una empresa inglesa que representa a jugadores de la talla de Eduardo Camavinga del Real Madrid, Joaquín Piquerez, Oliveros, Cotugno, Andrada, Agustín Almendra, Fausto Vera que está en Corinthians, Gareth Bale y muchos más en Inglaterra. Tiene 17 oficinas en el mundo, donde funciona como una multinacional y desembarcó en Sudamérica de la mano de Palillo Vanzini.

En una reunión de trabajo

“El mundo te lleva a que cada vez tenés que prepararte más y a funcionar como una empresa. La representación ahora es algo más integral, donde la agencia le tiene que brindar al jugador una estructura donde se sienta que va a estar protegido. Hoy Stellar te lo brinda. Nosotros tenemos lineamientos que bajan desde Londres estoy feliz trabajar dentro de una empresa top. Haber captado a Piquerez y Oliveros desde chicos y ver el presente que tienen, es una caricia al alma, porque le pudiste dar esa proyección", expresó Caballero, quien siente que se preparó toda su vida para disfrutar de la actividad que desarrolla en el presente.

 

La carrera
En baby fútbol jugó en Safa de Minas y en Danubio de Montevideo. Llegó a Nacional con 13 años a la Séptima división. Incursionó por todas las categorías hasta llegar a Primera con 16 años. Debutó en Primera en 2004 y participó en los títulos de Campeón Uruguayo de 2005, 2005/2006 y 2008/2009. Luego jugó en Locarno de Suiza (en tres ciclos), Vasas de Hungría, KAS Eupen de Bélgica y Botev Vratsa de Hungría.
La primicia de Marco Vanzini
En la Liguilla de 2007 tuvo la primicia del retiro de Marco Vanzini y así lo contó Pablo. "No lo sabía nadie, yo concentraba con él, y la noche anterior al clásico me llamó a la habitación para charlar y me dijo que tenía pensado algo, a ver que pensaba yo. Teníamos una amistad importante y me dijo que si le ganábamos a Peñarol y éramos campeones, se retiraba. Ese partido lo ganamos 1-0 con gol del Chory. Son pequeñas cosas que uno atesora como hincha de Nacional. Marco era un referente por haber cortado el quinquenio en el 98 y tener la oportunidad de conocer a una persona que fue muy importante para Nacional y que te confiese el día que se va a retirar. Una alegría que te la llevas para siempre", expresó. Agregó que conoció a Vanzini antes de que éste llegara a Nacional por última vez, durante una cena: "Mantuvimos una charla y me dijo, 'capaz que voy a Nacional'. Y cuando llegó, en la pretemporada, empezamos a pegar buena onda con él, con Juan Albín que ya era mi amigo. Al poco tiempo viene Damián y fue como esa comunión que dentro del fútbol fuimos generando amistad y confianza, y hoy en el tiempo es de los amigos que me dio el fútbol, a pesar de la diferencia de edad que tenemos".
Los zapatos de color naranja
En 2005 Pablo Caballero jugaba y entrenaba con unos  zapatos de color naranja, era imposible perderlo de vista. Se los había regalado Juan Jacinto Rodríguez, quien los compró en Estados Unidos. Le gustaban y pese a que sus compañeros le decían que no los usara porque se veían de todos lados. Sebastián Viera se los quería romper y le decía que tenía que usar zapatos negros. Hasta en ese momento, cuando recién empezaba su trayectoria en Primera, demostró su carácter: "No va en el color de los zapatos, sino en la personalidad de cada uno", expresó.
 

 

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