El uruguayo Darwin Núñez, crack del fútbol mundial, nació y creció en Artigas, la ciudad más alejada de la capital uruguaya.
Allí vivió sus primeros años hasta que con 13 se trasladó a Montevideo para iniciar su carrera en Peñarol, y completar el recorrido que le permitió llegar a Europa, donde en el último período de pases su transferencia a Liverpool inglés se transformó en la segunda más cara del mercado y es uno de los jugadores más codiciados del planeta.
En el comienzo de esta serie de historias denominada Mi Primer Mundial, con aquellos jugadores que debutarán en Qatar 2022, y Mi Último Mundial, con los históricos que vivirán su cuarto torneo a este nivel, que desde este lunes publica Referí con los jugadores de la selección, el padre del futbolista recorrió cada rincón de la vida de aquel niño que soñaba con jugar en Europa.
En su recorrido, mostró la casa donde creció y dio sus primeros pasos Darwin.
Al frente toman mate Santo Raúl Ribeiro y Eva De Castro Maceira, los abuelos de Darwin.
Al fondo, donde se llega a través de un pasillo de medianera baja con un improvisado tendedero de ropa, está la casa que se construyó la familia Núñez-Ribeiro.
“Cuando se casaron, iniciaron la casa con mil sacrificios. Primero una pieza, después otra y fuimos construyendo de a poco. Éramos pobres, a veces algún vecino nos daba algo y así ellos hicieron la casita que hasta hoy la tienen”, cuenta el abuelo.
A Bibiano se llenan los ojos de lágrimas. “Así, como está, quedó. Está cerrada. No se toca, no se usa ni se alquila”. Porque adentro están condensados muchos recuerdos.
Y el primero aflora entre una mirada cómplice entre suegro y yerno. “Antes de trabajar en la construcción trabajamos juntos en el monte. Me cargaba al hombro el hacha y la motosierra y caminábamos todos los días siete kilómetros, a veces nueve, para trabajar como monteadores”, dice Bibiano. “Con sol, con lluvia, con calor. Todos los días”, acota el abuelo de Darwin, también emocionado.
Tiempo después, la llegada de Darwin al fútbol profesional le permitió ayudar a sus padres.
Cuando se convirtió en jugador de Primera, Núñez se hizo cargo del alquiler que la familia costeaba en una casa de Montevideo. Y con el tiempo les regaló a sus padres una chacra ubicada 10 kilómetros en las afueras de Artigas.
En el fondo de la piscina reluce un escudo de Peñarol, igual que en la parrilla de la barbacoa.
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