Una calle de balastro separa a la canchita de La Luz del río Cuareim. Del otro lado del agua amarronada está Quaraí y es Brasil. De este lado es Uruguay y Artigas, una ciudad ubicada a 700 kilómetros de la capital, Montevideo. La cancha tiene un pasto alborotado, curtido por el sol y el agua. La última crecida del río fue en julio y dejó daños en el flamante tejido perimetral. De momento el campito no tiene arcos y solo se utiliza para entrenar. Hace 18 años, en ese humilde club de baby, las piernas flacas de Darwin Núñez dieron sus primeras galopadas futboleras.
Darwin acompañaba a La Luz a su hermano Junior, cinco años mayor que él y ya en sus inicios demostraba que había heredado el carácter de su padre, Bibiano "Pichón" Núñez, quien atajó en todos los cuadros de Artigas y que se peleaba con rivales, jueces y sobre todo con las hinchadas rivales.
"Junior era crack, pero siempre hablaba con el padre de que Darwin iba a llegar. Junior era tranquilo, para él siempre estaba todo bien. Darwin tenía otra personalidad, no le gustaba perder, se calentaba si perdía, si erraba un gol", recuerda Retamoso en diálogo con Referí.
"Un día lo saqué de la práctica y se enojó. Empezó a caminar como si se fuera a la casa. Yo no le dije nada, lo dejé. Caminó una cuadra hasta que frenó, dio vuelta y volvió. Yo me llamo Nery, pero él me decía Neryca. '¿'Tas caliente conmigo Neryca?', me preguntó. Y me abrazó. '¿Vas a seguir jugando? Entonces no te calentés', le contesté", evoca el DT que hace 30 años forma talentos en Artigas.
"Somos de la misma generación, 1999. Él jugaba en La Luz y yo en Peñarol de Artigas. Lo sufrí todo el baby fútbol porque me tocaba marcarlo y la pasaba mal, era una locura. Siempre nos tuvimos respeto pero en las selecciones de baby empezamos a jugar juntos en la cancha de Rampla y como nuestras casas eran para el mismo lado, yo lo dejaba en bici y luego me iba a casa. Con el tiempo me fui a Peñarol un par de años, él ya estaba en las juveniles y me apadrinó, íbamos juntos a todos lados", Javier "Topo" Da Silva, amigo de Darwin
Los Núñez vivían entonces en el corazón del barrio San Miguel. Bibiano era albañil. Silvia Ribeiro, la mamá, trabajadora doméstica. "Cuando vivíamos cerca del río tuvimos que evacuarnos tres veces por las crecidas. Después nos mudamos a la casa de los abuelos de los gurises", dice Bibiano.
Alto como sus hijos, Bibiano es hombre de pocas palabras. Pero el fútbol lo apasiona. Sobre todo cuando lo juega Darwin. Por eso se ofrece a Referí para improvisar un tour Darwin Núñez por la ciudad.
La primera parada es en la casa donde creció y dio sus primeros pasos Darwin.
Al frente toman mate Santo Raúl Ribeiro y Eva De Castro Maceira, los abuelos de Darwin.
Al fondo, donde se llega a través de un pasillo de medianera baja con un improvisado tendedero de ropa, está la casa que se construyó la familia Núñez-Ribeiro.
"Cuando se casaron, iniciaron la casa con mil sacrificios. Primero una pieza, después otra y fuimos construyendo de a poco. Éramos pobres, a veces algún vecino nos daba algo y así ellos hicieron la casita que hasta hoy la tienen", cuenta el abuelo.
A Bibiano se llenan los ojos de lágrimas. "Así, como está, quedó. Está cerrada. No se toca, no se usa ni se alquila". Porque adentro están condensados muchos recuerdos.
Y el primero aflora entre una mirada cómplice entre suegro y yerno. "Antes de trabajar en la construcción trabajamos juntos en el monte. Me cargaba al hombro el hacha y la motosierra y caminábamos todos los días siete kilómetros, a veces nueve, para trabajar como monteadores", dice Bibiano. "Con sol, con lluvia, con calor. Todos los días", acota el abuelo de Darwin, también emocionado.
"Pensar que de chiquito Darwin le decía al técnico: 'Un día ustedes me van a ver jugar en las Europas'. Y así sucedió porque después de tantos años y sacrificios ahí está, en la Europa como él quería", agrega.
Con esa convicción cinematográfica del niño que quiere trascender el pueblo y devorarse el mundo, Darwin cargaba en el carrito del triciclo su pelota a todos lados.
"¡Dormía con la pelota!", revela su madre Silvia.
Todos los años era seleccionado para el combinado infantil de Artigas. "El año que el equipo estaba para ganar, Darwin no pudo jugar y perdieron la final", evoca Retamoso.
"¡La varicela!", recuerda su madre. "¡Cómo lloraba! Estaba todo brotado y quería ir a jugar igual".
En los barrios San Miguel y Pirata, el gurí inquieto se prendía en todos los campitos a jugar.
En la escuela 56 de tiempo completo, Eladio F. Dieste, Darwin era el primero en llegar al patio con la pelota abajo del brazo y el último en regresar. Al fondo del instituto una canchita de fútbol de arcos de fierros arqueados, que hoy se conserva intacta, lo invitaba a darse un festín de goles.
Bibiano vuelve a pisar la escuela a la que asistió su hijo muchos años después. Al enterarse de quién es, un huracán de túnicas lo rodea pidiéndole autógrafos en papeles arrancados a las apuradas de cuadernolas. Artigas parece poseída por una especie de Darwinmanía.
Eran tiempos de travesuras. Un día Darwin se subió al árbol del patio de la escuela y le dio con una pedrada en la cabeza a Quique, uno de sus compañeros. Pasaron muchos años para que se lo confesara a su madre.
Una tarde, en pleno verano, fue a la práctica de La Luz más temprano y para combatir al sol se dieron un baño en el río. Cuando el entrenador Retamoso los vio se agarraba la cabeza: "No lo hagan más, acá el responsable ante sus padres soy yo", los retó.
Cuando el baby se terminó, Darwin pasó a San Miguel, un club de camiseta azul y amarilla fundado en 1952, entre otros, por uno de los abuelos de Bibiano Núñez, Nicolás López.
"Tuvimos la suerte de tenerlo, el hermano ya estaba, y en un año y medio que estuvo en juveniles, en categoría sub 15, y un pasaje por Pirata a préstamo se dio la ida a Peñarol donde dio sus pasos rumbo al profesionalismo. Gracias a su capacidad futbolística está en la Premier League y viste la camiseta uruguaya que es el orgullo más grande que tenemos", cuenta Daniel Suárez, actual dirigente de San Miguel.
Por derechos de formación, el club recibió US$ 12 mil cuando Almería le compró su ficha a Peñarol. Benfica ya le pagó dos cuotas anuales de las cinco pactadas. Cada una de US$ 6.800. En la sede del club funciona un centro CAIF para niños del barrio y con los ingresos frescos se construyeron vestuarios nuevos y se proyecta montar una cancha de fútbol 5.
Mientras el primer equipo de San Miguel entrena, en otra cancha de piso irregular y desparejo en esos donde la pelota pica como un conejo endemoniado, otro dirigente del club, Marcelo Rodríguez, recuerda el fugaz pasaje de Darwin por San Miguel.
"Darwin es un ejemplo para el gurí que quiere triunfar. Cuando terminaba una práctica preguntaba a qué hora se entrenaba al otro día. Cuando llovía y la práctica se suspendía, pedía una pelota para correr solo. Les sacaba ventaja a todos por su dedicación. Siempre fue diferente", revela.
De la sub 15 de San Miguel, Pirata -club que se nutre del baby de La Luz- lo pidió a préstamo para jugar un torneo con su equipo de mayores. Ahí hizo su debut Darwin. Cuando José Batlle Perdomo fue a Artigas en 2001 a ver a Junior le echó el ojo: "El año que viene vengo por el flaco". Y así fue. Con 13 años, el delantero entró a la captación que encabeza Néstor Goncálvez y poco después fue fichado para arrancar a jugar en la Sexta división. Junior llegó hasta la Tercera y antes de volverse a Artigas le dijo a su hermano: "Vos quedate que vas a llegar lejos".
El resto es historia. En las formativas aurinegras superó una rotura de ligamentos de rodilla que lo alejó ocho meses de las canchas. No estaba del todo recuperado cuando Leonardo Ramos lo hizo debutar en el Saroldi contra River Plate el 22 de noviembre de 2017. Entró a los 63' por Maximiliano Rodríguez.
"Lo apuraron, tenía líquido en la rodilla", recuerda su hermano Junior. "En aquellos tiempos, Darwin volvía de las prácticas y se encerraba a llorar del dolor en el cuarto", acota su padre.
Lo volvieron a operar, esta vez de la rótula. Con apenas 22 partidos y cuatro goles en la Primera de Peñarol, además de haber disputado el Sudamericano sub 20 y el Mundial de la categoría en 2019, Peñarol lo vendió a Almería y embolsó € 5.500.000 reservándose un porcentaje que le permitió percibir € 5.000.000 cuando Benfica lo compró en 2020 y unos € 2.250.000 en concepto de derechos de formación cuando Liverpool lo pagó en € 75 millones (que pueden llegar a ser € 100 millones con las variables estipuladas).
Temporada | Equipo | Partidos | Goles |
2013 | Peñarol (sub 14) | 1 | |
2014 | Peñarol (sub 15) | 27 | 10 |
2015 | Peñarol (sub 16) | 20 | 11 |
2016 | Peñarol (sub 17) | 36 | 33 |
2016 | Peñarol (Tercera) | 2 | 1 |
2017 | Peñarol (Tercera) | 2 | 3 |
2017 | Peñarol | 1 | 0 |
2018 | Peñarol | 13 | 1 |
2019 | Peñarol | 8 | 3 |
2019 | Uruguay (sub 20) | 10 | 2 |
2019 | Uruguay (sub 22) | 4 | 1 |
2019-2020 | Almería | 32 | 16 |
2020-2021 | Benfica | 44 | 14 |
2021-2022 | Benfica | 41 | 34 |
2022-2023 | Liverpool | 11 | 4 |
2019-2022 | Uruguay | 13 | 3 |
Totales | 264 | 137 |
* Fuente de formativas de Peñarol: Giancarlos Dutra
Cuando se convirtió en jugador de Primera, Núñez se hizo cargo del alquiler que la familia costeaba en una casa de Montevideo. Y con el tiempo le regaló a sus padres una chacra ubicada 10 kilómetros en las afueras de Artigas.
En el fondo de la piscina reluce un escudo de Peñarol, igual que en la parrilla de la barbacoa.
El televisor se enciende y Darwin aparece ataviado en los rojos colores de Liverpool. El número 27 se apronta a salir a la cancha. Es día de Champions y Rangers visita Anfield. "Dios te ilumine hijo", dice su madre que lo acaricia en el televisor como si lo mimara en la casita de San Miguel cuando era bebé.
"Cuando entra a la cancha se me suben los nervios, sudo, fumo mucho, las jugadas que hace también las hago acá, como si estuviera dentro de la cancha junto con él. Es emocionante", confiesa su padre.
Darwin castiga al golero rival. Una, dos, tres cuatro veces. El golero se agiganta y le cierra el arco. El Bambino Pons lo apoda "Pantera" y los padres se miran extrañados frunciendo el ceño, sin entender de dónde salió ese nombrete.
"Ya van a venir los goles, ya se va a adaptar. Lo mismo pasó en Almería y en Benfica al principio", dice su padre cuando su hijo deja la cancha a los 80 minutos.
Qatar espera por el niño que más que soñar, creció con la pelota abajo del brazo convencido de que iba a llegar a Europa.
William Acosta, excompañero de Junior en La Luz, es su amigo desde la infancia y tiene una barbería en el corazón del barrio Pirata donde relucen en una pared la 21 que usó Darwin en Almería y la 9 de Benfica con número dorado.
Antes de entrar al local, un hombre aborda a Referí y le muestra su teléfono. “Darwin me hizo hacer flor de negocio”, revela. “Importé 600 camisetas de Liverpool desde Tailandia. Mirá, son igualitas”. Consultado por los precios en que las cobra, cuenta: “Estampada y con el número 27: $ 1.800. Sin número $ 1.400”.
Ya dentro de la barbería, Acosta evoca tiempos de la infancia: "Compartimos muchos momentos en nuestras casas y también campeonatos de barrio por el jugo de a peso".
El jugo en polvo de a peso se compraba en Quaraí y se preparaba con agua, cuenta el barbero que con esa sabiduría que solo enseña el barrio expresa: "Había que ponerle como cinco pesos de azúcar para que quedara dulce el jugo de a peso. Ese era nuestro trofeo. De ahí salió Darwin. Y ahora está conquistando el mundo".
"Yo trabajaba todos los días en casas distintas, hacía limpiezas. Y me rendía más porque juntaba esa plata para comprar los fines de semana lo que faltaba: algún champión o cosas para los gurises. Los sábados se quedaba con mi madre, pero a veces a media mañana me llamaba y me decía que Darwin estaba imposible, era una polvorita, no paraba. Entonces lo iba a buscar y me lo llevaba al trabajo. Lo sentaba y me decía: ‘Dejame irme má’. Y yo le contestaba: ‘No, no te vas, ahora te quedás hasta que yo me vaya’. Era fatal, nada que ver con el hermano. Cuando era chico se peleaba con los técnicos y les decía: “Ustedes me van a ver jugar en las Europas”. Yo lo miraba y le decía: '¿Pero cuántas Europas te creés que hay?'. Y él igual lo repetía. El técnico le decía: “Vos vas a ir a las Europas si te portás bien' y él retrucaba: 'Voy a ir sí, vas a ver'. Y ahí está", dice su madre Silvia Ribeiro mirándolo en la tele con la camiseta de Liverpool.
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