Pancho Perrier

Violencia en Villa Española: el tufillo a podrido que emana el fútbol uruguayo

El caso Villa Española vuelve a poner sobre la mesa la pelea entre la AUF y Tenfield, y la falta de transparencia enquistada en el fútbol uruguayo

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02 de julio de 2022 a las 05:03

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Quienes pensaron que el caso Villa Española iba a apagarse de a poco, o no conocen el fútbol uruguayo y la política, o pecan de ingenuos. Desde el principio la polémica tenía los ingredientes como para que destacara en la agenda pública, pero desde ese momento ha dado varios giros más.

Primero lo político: por un lado, un club con un discurso institucional volcado a la izquierda, con dirigentes y jugadores que han abrazado varias causas sociales y que defienden el modelo de “club de barrio”, en oposición a la tendencia creciente de clubes administrados por sociedades anónimas deportivas (SAD). Denuncias de irregularidades estatutarias (que son casi parte del paisaje habitual de las instituciones deportivas, pero que casi nunca se denuncian) y la intervención por parte del Ministerio de Educación y Cultura de un gobierno blanco. Un debate político liviano y lleno de eslóganes, entre los que acusaban al gobierno de censura y los que decían que el club era poco menos que un Comité de Base.

Pero si hasta la semana pasada era un debate sin salida posible, esta semana el lío tomó otro cariz, más oscuro. Dirigentes y jugadores denunciaron amenazas de muerte por parte de hinchas disconformes con la conducción del club, lo que llevó al delantero y referente Santiago “Bigote” López a retirarse del fútbol, decisión que fue seguida por la renuncia del entrenador Diego Franco y de parte de la directiva. El fiscal Fernando Romano, especializado en violencia en el fútbol, tomó el caso de oficio, mientras hinchas opositores (que ya habían hecho la denuncia ante el MEC) contraatacan y acusan a López de insultos y de invitarlos a pelear. Varios futbolistas del club se presentaron el viernes ante la Policía para declarar ratificando la versión de amenazas.

La Mutual jugó fuerte el viernes al anunciar la suspensión del fútbol este fin de semana. Y el presidente del gremio, el ex jugador de la selección Diego Scotti, dio un paso más al asegurar que esta violencia (y también la que hubo en ocasión de las elecciones de la Mutual) se explica por la tensión alrededor de la renovación del contrato entre la AUF y Tenfield por los derechos de TV del fútbol. El presidente de la AUF Ignacio Alonso, que tiene en los futbolistas a uno de sus socios de gobierno, respaldó implícitamente la medida de parar, mientras que Tenfield salió con un comunicado público (movida rara en la empresa) a rechazar las acusaciones y anunciar acciones legales contra Scotti.

Scotti dijo en voz alta algo que siempre se ha manejado en los corrillos del fútbol uruguayo, pero que casi nadie dice en público, sea por miedo o porque no tienen pruebas: la supuesta política de la empresa dueña de los derechos de TV de presionar, a través de operadores y por todos los medios posibles, para obtener sus resultados. 

Es una acusación temeraria porque es muy difícil de comprobar: ¿cómo se demuestra que la motivación de los que supuestamente amenazaron a los jugadores de Villa Española era recuperar el control del club para llevarlo de vuelta al sector de clubes que defienden a Tenfield? Algo similar ocurrió cuando en las elecciones del Club Atlético Cerro, en 2016, la lista ganadora renunció antes de asumir luego de que varios de sus integrantes fueran golpeados y amenazados por personas supuestamente vinculadas a la lista opositora. Los perdedores asumieron la presidencia y Cerro se afirmó como uno de los clubes más cercanos a Tenfield.

Pero también es cierto que la acusación al voleo a Tenfield es fácil y da réditos. En definitiva no se precisa ninguna prueba para ratificar a la mayoría en lo que ya creen sobre cómo se reparte el mapa de poder del fútbol. Y también es cierto que, en caso de ser ciertas esas denuncias, Tenfield no inventó ese modus operandi: forma parte de la historia del fútbol, de la política o del sindicalismo. El problema es que el fútbol se maneja con formas que la política ha sabido dejar atrás, al menos en su cara más visible.

Ante tantas hipótesis y suposiciones, un hecho: en 2023 habrá elecciones en la AUF, que ratificarán o no el rumbo tomado por la actual presidencia, de explotar directamente sus activos, lo que lo lleva a oponerse duramente con Tenfield, que explota varios de esos activos. Muchas de las peleas políticas de los últimos tiempos son en esa clave: las elecciones en la Mutual, las negociaciones tras bambalinas por las elecciones de OFI. Cada ficha cuenta en el conteo de votos del Congreso de la AUF que definirá al próximo presidente. Hay mucho dentro del fútbol uruguayo que tiene mal olor. Las denuncias sobre connivencia con delincuentes escudados en las barras bravas, o sobre lavado de dinero escondido en los pases, la compra de fichas de jugadores cuando recién son niños o adolescentes. O como en este caso, las presiones que llegan al punto de la violencia.

El fiscal Fernando Romano tiene una tarea importante entre manos. Si logra llegar al fondo de este lío, habrá colaborado a ventilar al menos un poco el tufillo a podrido que emana del primer deporte nacional. De todos modos, la tarea de fondo le corresponde al fútbol: ser mucho más transparente en todos sus estamentos.

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