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Elecciones en Cataluña marcan rumbo político tras fracaso de iniciativa secesionista

Comicios convocados por Rajoy son una prueba de fuego para el futuro político de la región
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21 de diciembre de 2017 a las 05:00
Apenas dos meses después de haber vivido su "sueño de una noche de verano" independendista, Cataluña tendrá este jueves unas elecciones cruciales, tanto como que permitirán determinar que tanto caló en una ciudadanía profundamente dividida el espíritu secesionista impulsado por el depuesto gobierno que lideraba Carles Puigdemont.

Y al mismo tiempo establecerá la alternativa política por la que se decantan los catalanes en una instancia crítica tras la intervención dispuesta en octubre pasado por el gobierno de Mariano Rajoy.

Pero eso sí. Hay una certeza clara e incontrastable: los partidos que tenían mayoría en el Parlamento catalán (el Partido Socialista de Cataluña y el gobernante Partido Demócrata Europeo Catalán, PDeCAT) pasaron a un segundo plano.

Ahora según los últimos sondeos y de acuerdo a la forma en que se dilucidó la campaña electoral, todo parece indicar que la contienda se dilucidará entre el derechista Ciudadanos –con Inés Arrimadas a la cabeza– y el todavía combativo Esquierda Republicana de Cataluña (ERC), del exvicepresidente, Oriol Junqueras, que continúa en la cárcel, hoy liderado por Marta Rovira.

A priori parece claro que ninguno tendrá la mayoría absoluta, pero el camino para llegar a estas elecciones no fue sencillo y estuvo plagado de espinas, sobre todo para los independendistas liderados por Puigdemont que fracasaron en su estrategia de consagrar la república catalana y no tuvieron más remedio que admitir la intervención estatal no deseada.

Cataluña no es una región cualquiera. Situada al norte de España, con una población de 7,5 millones de habitantes –de los cuales unos 5,5 millones podrán sufragar–, aporta 19% al PIB español y suele atraer la mayor cantidad de turistas, una de las actividades económicas más pujantes del país.

Las pretensiones separatistas, plasmadas con el referéndum del 1 de octubre y la declaración de independencia unilateral del 27 de octubre, no solo obligaron a Rajoy a aplicar el artículo 155 de la Constitución –que nunca fue usado en los últimos 40 años– y que en los hechos consagró el cese de las autoridades que habían sido electas de forma legítima y la intervención lisa y llana.

Pero al fracaso secesionista, que dividió las aguas y polarizó la política catalana, se agregó una coyuntura inesperada y que los independentistas no tuvieron en cuenta: alrededor de 3.000 empresas, entre ellas los bancos más influyentes de la región, mudaron sus sedes a otras ciudades ante el temor de un inminente quiebre institucional.

Con ese ingrediente, el separatismo ingresó en un proceso de fractura interna y fue debilitándose poco a poco, mientras el gobierno central tomaba las riendas del poder.

Ahora, mientras 22 dirigentes secesionistas siguen imputados por delitos de sedición, malversación y rebelión, los catalanes tienen la palabra y decidirán su futuro político en las urnas.

Puigdemont busca recuperar el poder

La intervención del Estado español impidió la concreción de su ansiada república Catalana. Pero Carles Puigdemont no da la batalla por perdida y desde Bélgica quiere volver a poner en aprietos a Madrid al recuperando la presidencia catalana de la que fue destituido.

"La presidencia de Cataluña ni se decapita ni se cambia a conveniencia de Madrid", advirtió en el último mitin de campaña de su candidatura, Juntos por Cataluña, creada para evitar la caída de su partido nacionalista tras las elecciones de este jueves.

Cumplió su palabra de celebrar un referéndum de autodeterminación prohibido y también apoyó la declaración de secesión del parlamento regional, pero dos días después se trasladó a Bruselas, ciudad en la que aún reside.

"La prensa contraria al independentismo lo describió como un cobarde. Pero Puigdemont si peca de algo es de temerario", escribió su amigo Antoni Puigverd en el diario La Vanguardia.

Con su movimiento, el experiodista de 54 años trasladó el problema catalán al corazón de la Unión Europea y siguió alzando su voz contra Madrid y las instituciones europeas que apoyaron sin fisuras al gobierno español, mientras algunos compañeros de gabinete eran encarcelados.

Ante los electores, se presenta como "el presidente legítimo de Cataluña en el exilio" y asegura que si gana volverá a España, donde podría ser encarcelado como su vicepresidente Oriol Junqueras en el marco de una investigación por rebelión y sedición.

Su convicción flaqueó un día antes de la declaración de independencia del 27 de octubre.

Propuso a sus socios convocar elecciones en vez de proclamar la república, para evitar un choque frontal con Madrid, pero se echó atrás a última hora al argumentar que el gobierno español no ofreció garantías suficientes.

"Los suyos le llamaban traidor y no quería ser él quien defraudara a la patria", explicó un allegado que participó entonces en una mediación a último momento.

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