Stefan Rousseau - AFP

En busca del nacionalismo liberal

El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, tiene la oportunidad de demostrar que el nacionalismo liberal no es un oxímoron

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19 de diciembre de 2019 a las 16:30

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Por Gideon Rachman

El verano pasado tuve una conversación estimulante en Moscú con Fyodor Lukyanov, editor de la revista Russia In Global Affairs. Mencionó que Boris Johnson, el primer ministro del Reino Unido, había abogado por un "brexit liberal", y después se río a carcajadas. Desde el punto de vista de Rusia, la idea de que el brexit no es un claro golpe salvaje a la causa liberal evidentemente parecía absurdo.

La cuestión de si Johnson y los partidarios del brexit pueden, de alguna manera, afirmar ser "liberales" es más que un interés académico; tiene importancia internacional. La votación del brexit en 2016 fue el comienzo de un doble golpe al internacionalismo liberal, que había sido defendido por la Unión Europea (UE) y la administración Obama. El primer golpe fue el voto del brexit, seguido poco después por la elección de Donald Trump como presidente de EEUU.

La marea nacionalista está fluyendo con la misma fuerza fuera de Occidente. La promesa del presidente Xi Jinping de un "gran rejuvenecimiento" del pueblo chino es su versión del compromiso de Trump de "hacer a EEUU grande de nuevo". En Rusia, la retórica presidencial de Vladímir Putin habla de hacer que Rusia sea grande de nuevo; lo mismo sucede en India, donde el primer ministro Narendra Modi está prometiendo un renacimiento cultural y nacional.

EFE
Una protesta contra el presidente ruso Vladímir Putin en San Petersburgo a mediados de este año

Los nuevos nacionalistas a veces describen a su enemigo como el "globalismo". Los "globalistas", se quejan, son una élite internacional autointeresada, con la intención de borrar las fronteras y las culturas nacionales. Muchos liberales (incluyéndome a mí) rechazan la etiqueta de "globalista" como sin sentido y siniestra, ya que a menudo da paso a teorías de conspiración sobre George Soros o la Comisión Trilateral.

Por otro lado, muchos liberales estarían de acuerdo en que el nacionalismo es su enemigo. El énfasis de los nacionalistas en los intereses de un grupo étnico o religioso dominante a menudo se produce a expensas de los derechos individuales y minoritarios que son apreciados por los liberales tradicionales. El último ejemplo de esta tendencia se produjo en India, donde el gobierno de Modi acaba de aprobar una ley sobre los derechos de los refugiados que discrimina contra los musulmanes en favor de los no musulmanes. El furor causado por la ley ahora ha provocado disturbios en Delhi y en otros lugares.

Muchos liberales (incluyéndome a mí) rechazan la etiqueta de "globalista" como sin sentido y siniestra, ya que a menudo da paso a teorías de conspiración sobre George Soros o la Comisión Trilateral

India no es la única democracia que busca priorizar los derechos de un grupo de ciudadanos sobre otro. En Israel, el último gobierno de Benjamín Netanyahu aprobó una ley de "Nación-Estado", que define formalmente a Israel como un Estado judío. Esto fue criticado, en casa y en el extranjero, por relegar a los árabes israelíes a una ciudadanía de segunda clase. En Hungría, Viktor Orbán, el primer ministro, defendió los derechos de los húngaros étnicos, construyó muros para mantener alejados a los refugiados y proclamó que la "era de la democracia liberal ha terminado". Orbán, a su vez, es aclamado como un héroe por Steve Bannon, el exestratega de Trump.

Donald Trump durante su campaña presidencial 2016, vistiendo un gorro con el eslogan de su estrategia: "Make America Great Again"

Visto desde la perspectiva de hoy, parece claro que el liberalismo y el nacionalismo son enemigos. Pero ese no siempre fue el caso. Tan recientemente como en 1989, el liberalismo y el nacionalismo se aliaron para provocar el colapso del imperio soviético. En países como Polonia y Hungría, el reclamo de la autodeterminación nacional estaba estrechamente vinculado a las demandas de libertades liberales.

Visto desde la perspectiva de hoy, parece claro que el liberalismo y el nacionalismo son enemigos; pero ese no siempre fue el caso

Treinta años después, algunos de los nuevos gobiernos nacionalistas en Europa central ahora ven al liberalismo como el enemigo de la autodeterminación nacional. Esto se debe en parte a que el internacionalismo liberal ha intentado integrar algunas de sus ideas centrales en las leyes y convenciones internacionales; por ejemplo, los derechos de los refugiados, la independencia de los tribunales o la libertad de comerciar e invertir.

Para los nacionalistas conservadores como Orbán, esta institucionalización del liberalismo es inaceptable porque limita la capacidad de los gobiernos nacionales para hacer cambios radicales. Como explican Ivan Krastev y Stephen Holmes en un libro reciente, The Light That Failed (La luz que fracasó), los nacionalistas de Europa central rechazan la democracia liberal porque “sólo ofrece victorias provisionales. Les niega a los ganadores electorales la posibilidad de una victoria completa y final”.

AFP
El mandatario chino Xi Jinping junto a su par brasileño, Jair Bolsonaro, el pasado noviembre en Itamaraty

Las restricciones impuestas por el derecho internacional son particularmente estrictas dentro de la UE. Los partidarios del brexit argumentaron consistentemente que Gran Bretaña solo puede recuperar el control total de su política de inmigración al abandonar la UE, la cual impone un requisito legal para aceptar la libre circulación de personas dentro del bloque. Esas restricciones a la libertad de acción nacional permitieron que Johnson pudiera hacer una campaña para que Gran Bretaña "retomara el control" de "nuestras leyes, nuestro dinero y nuestras fronteras". Para Johnson y su tribu, el brexit es una causa liberal en gran medida porque le permite al Reino Unido volver a empoderar su democracia nacional.

Algunos de los nuevos gobiernos nacionalistas en Europa central ahora ven al liberalismo como el enemigo de la autodeterminación nacional

Muchos continuarán pensando que la afirmación de Johnson de ser un liberal es manifiestamente falsa o delirante. Pero ahora tiene cinco años en el gobierno para justificar su reclamo. Hasta ahora, las señales son confusas. En el escenario internacional, su historial no sugiere que tenga la intención de alinearse plenamente con la nueva agenda nacionalista. Por ejemplo, ha adoptado posturas "liberales" sobre el clima y la Organización Mundial del Comercio, que apoya tratados e instituciones internacionales. En casa, sin embargo, los secuaces de Johnson están hablando de forma preocupante sobre controlar más a la BBC y los tribunales.

Pero nada está escrito todavía. Johnson tiene la oportunidad de demostrar que el nacionalismo liberal no tiene que ser un oxímoron. Esperemos que la aproveche.

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