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En defensa de los despreocupados

Series, gastronomía, piques y recomendaciones, en esta nueva edición de nuestra newsletter Picnic!
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20 de julio de 2022 a las 11:45

Pícnic! llega esta semana con muchos datos para bancar el frío y combatirlo a pura actitud, saliendo a caminar por ejemplo por el parque cercano sin caer en la tentación de preguntarle al teléfono o al parlante “inteligente” cuántos grados hay. Estoy escribiendo estas líneas en un día feriado no laborable, intentando adelantar trabajo para que la semana no me devore (de nuevo). Estoy intentando no procrastinar y, a pesar de la ansiedad –mi amiga íntima– lo hago en un modo calmo, en el modo “don´t worry about a thing” que cantaba Bob Marley, una canción que nunca me gustó y que sin embargo se coló en mis pensamientos esta mañana fría y soleada.
 
Somos una especie ansiosa y preocupada, que sin embargo solemos cometer los mismos errores una y otra vez. Preocuparnos no nos hace ni más responsables, ni más inteligentes, ni más eficientes, y, ciertamente, no nos hace más felices. Lo que no significa que todo deba importarnos un bledo. Hay una distancia enorme entre la preocupación constante y el compromiso.
 
"Las personas se preocupan porque piensan que algo malo sucederá o podría suceder, por lo que activan una estrategia hipervigilante de preocupación y piensan que 'si me preocupo, puedo evitar que suceda algo malo o detectarlo a tiempo'', dice Robert L. Leahy, PhD, autor de The Worry Cure: 7 Steps to Stop Worry From Stopping You y director del American Institute for Cognitive Therapy en Nueva York. El credo del que se preocupa es que si simplemente puede imaginar que sucede algo malo, es su responsabilidad preocuparse por ello.
 
Soy de las que intenta pensar que no sucederá nada malo. Tengo 22 años de práctica, desde que nació mi primera hija. Claro que este es un “wishful thinking”, como le dicen los ingleses y no encuentro una buena traducción para expresar aquello que queremos que suceda y que no siempre sucede. Siempre pienso que mis hijos llegarán bien de las fiestas, campamentos, viajes y actividades con amigos. Claro que sé que las cosas pueden salir mal y muy mal. Y también sé que no puedo hacer casi nada para adelantarme, salvo lo que ya intenté hacer durante su crianza.
 
Pero tiendo a preocuparme “por las dudas” por temas de trabajo, presupuesto, hogar y un largo etcétera. La conciencia de un problema es buena cosa; la preocupación constante en cambio paraliza, aísla, daña la salud mental y también la física. Me lo digo a mí misma en voz alta, en un día en el que despedí a un amigo mucho antes de lo que jamás habría imaginado. 
 
¿Sos de los despreocupados realistas que tanto admiro (saben que hay problemas pero eligen no vivir previéndolos)? ¿O sos de los que se preocupan por demasiadas cosas que están fuera de tu control? Headspace resume algunos consejos para ayudar a disminuir las fijaciones:

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