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La reconciliación con las ciudades: ¿es posible enfrentarse al cambio climático desde el diseño urbano?

Los impactos del cambio climático afectan directamente a las ciudades y sus habitantes; ¿qué puede aportar el diseño urbano para una mejor calidad de vida?
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30 de enero de 2022 a las 05:05

En todo el mundo, más de la mitad de las personas viven en ciudades. Se trata de unas 4.200 millones de personas que pasan sus vidas en urbanizaciones que se convierten en un factor social, económico e identitario. Las ciudades son clave en la formación de hombres y mujeres. Pero, ¿qué rol pueden ocupar hacia el futuro? “La batalla global por la sostenibilidad se ganará o perderá en las ciudades”, dijo Maurice Strong en su discurso de clausura de la Cumbre de Río de Janeiro hace 20 años y, si se tiene en cuenta que para 2050 se espera que 7 de cada 10 personas vivan en entornos urbanos, está cada vez más cerca de tener razón.

Las ciudades, pensadas desde un modelo hegemónico post industrial, proponen un modelo de vida y consumo que deja una huella en el planeta. Pero también son vulnerables a los efectos del cambio climático. Y, según plantean los expertos, pueden ser una clave para mitigarlos y apostar a una mejor calidad de vida.

Los efectos del cambio y la variabilidad climática no se aprecian en todas partes por igual. Pero, a pesar de los intentos de desacreditarlo, existe. Millones de personas se ven afectadas cada año el incremento de inundaciones, olas de calor y frío o desastres ambientales. Y tampoco afectan a todos por igual: las personas más vulnerables se llevan la peor parte. Según la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR), el desplazamiento forzado en el contexto de desastres, incluidos los efectos adversos del cambio climático, es uno de los desafíos que habrá que enfrentar en este siglo. De acuerdo a sus datos, más de 20 millones de personas deben abandonar su hogar y trasladarse a otros puntos de su propio país debido a los peligros de los eventos climáticos extremos cada año. 

Una nueva generación de activistas medioambientales ha logrado finalmente posicionar la crisis climática en la opinión pública y la agenda de varios gobiernos. “Aunque esto no es suficiente, y los esfuerzos a gran escala para adaptarnos al cambio climático están apenas en la fase inicial, empieza a parecer posible que podamos superar la crisis climática”, opina el profesor de historia ambiental en la Universidad de Georgetown y cofundador de la Climate History Network, Dagomar Degroot, en una publicación de diciembre de The Washington Post. 

El académico, que sugiere a alejarse de las posiciones “fatalistas” que comparan al cambio climático con el apocalipsis, sostiene que según las investigaciones “las sociedades a menudo se adaptaron a los cambios climáticos pasados”. Eso sí: el futuro exige que actuemos con urgencia. 

“Se solía decir que la ciudad es culpable. Lo que está mal, en realidad, es el modelo de hacer ciudad”, dice la investigadora del Instituto de Estudios Territoriales y Urbanos de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), Adriana Piperno. Ella sostiene que es posible construir una ciudad que pueda tener mejores características frente al cambio climático y que al mismo tiempo que sean mejores para sus habitantes. “No es solo mejorar una ciudad para el clima, sino para que todas las personas, sin excepciones, vivan mejor. Estamos hablando de un enfoque de derechos: el derecho a que la ciudad la disfrute todo el mundo en igualdad de condiciones”

En Uruguay los impactos producidos por el cambio y la variación climática están vinculados principalmente con efectos vinculados a los cambios de temperatura, al viento y al agua, que en situaciones de eventos extremos afectan los entornos urbanos de acuerdo a las características geográficas y socioeconómicas de las comunidades. "Entre estos eventos podemos citar olas de frío y de calor, heladas, sequías, inundaciones, vientos fuertes, tornados, granizadas, lluvias fuertes y tormentas severas", sostiene un trabajo realizado por investigadores de la universidad reunidos bajo el proyecto Ad@ptar.

El 2022 empezó en Uruguay con una serie de eventos climáticos que en pocos días pasaron desde sequías, incendios forestales y una ola de calor que alcanzó récords históricos en algunos puntos del país, hasta lluvias intensas que en cuestión de horas generaron inundaciones en diferentes zonas de la capital y afectaron otros departamentos. Cuando estos eventos ocurren, el clima sale de las conversaciones de ascensor y se instala en la agenda pública. “Si bien ahora vimos que Malvín fue muy afectado y eso shockeó, porque mucha gente que veía lejos las inundaciones las vio muy cerca, sabemos que en este país hay más de 100 mil personas que viven en zonas inundables y que son los sectores más vulnerables los que tienen mayores dificultades para recuperarse”, indica la especialista.

Algún lector pensará “en mi época también había inundaciones”. Es verdad. Según los registros históricos inundaciones hubo en muchos años, más grandes o más pequeñas, con mayores o menores probabilidades. Pero, ¿qué pasa cuando esos valores que fueron promedio durante muchos años empiezan a cambiar? Hay consecuencias previsibles, y otras no tanto, en sistemas complejos e interconectados, lo que requiere un monitoreo constante, tanto del ecosistema como de las actividades humanas. “Un cambio fundamental que tenemos cuando estamos trabajando con cambios de clima es que es necesario ir monitoreando a niveles globales y locales. Se estudia desde muchas disciplinas y desde muchos lugares al mismo tiempo. Eso no quiere decir que todo se desconozca, cada vez se va conociendo más y hay tendencias que se pueden ir verificando", señala Piperno.

Entonces las ciudades, que históricamente fueron señaladas como las responsables del cambio climático, podrían tanto adaptarse a los cambios para mejorar la vida de sus habitantes como ayudar a reducir aquellas cuestiones que contribuyen a la crisis climática. “Hay dos cosas que el ser humano puede hacer: actuar para ir reduciendo esas cuestiones que te hacen aumentar el cambio climático e irse adaptando a esos cambios que se van a dar de todas formas", señala la arquitecta.

¿Hacia dónde debe avanzar el diseño urbano? No hay recetas infalibles para construir ciudades sostenibles, inclusivas y resilientes que mejoren la calidad de vida de sus habitantes. Pero hay algunas ideas y experiencias internacionales.

En 2020 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Dirección Nacional de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente (MA) encargaron a Opción Consultores un diagnóstico de Percepción Social de Impacto y Respuestas al Cambio Climático. Según los resultados, el 88% de las personas encuestadas cree que el cambio climático es un problema muy o bastante importante para Uruguay y la mitad de la población percibe que impacta mucho o bastante en su vida cotidiana.

Los principales impactos se asocian principalmente al deterioro de los recursos naturales básicos, la extinción de flora y fauna y los impactos en la salud humana. A su vez, la ciudadanía y el gobierno son visualizados como los principales actores responsables de mejorar la situación ambiental y enfrentar el cambio climático en el país.

¿Qué es una ciudad resiliente? Es una que tiene capacidad de responder cuando se generan disturbios y que no pierde sus funciones. Tiene capacidad de responder, de recuperarse y de transformarse cuando debe hacerlo en pos de una mejor calidad de vida para todos sus habitantes.

La arquitecta señala que existe otra capacidad que también tienen las ciudades: la anticipación. “Si los estudios científicos te permiten identificar ciertos escenarios futuros, tenemos la posibilidad de ir diseñando o pensando formas de infraestructuras, equipamientos, formas de vivir, que nos permitan ser más resilientes hacia eso que sabemos que puede venir”.

Si bien se pueden trazar líneas, no hay recetas. “Lo importante es pensar que cada lugar es un sistema con características propias, que está relacionado con el mundo y con otras escalas territoriales, pero hay que mirar sus características geográficas, sus características culturales, las capacidades que tiene, los riesgos a los cuales se enfrenta. Y también construir visiones futuras propias, asociadas a lo que la gente desea”, destaca Piperno. 

Es que no es lo mismo Montevideo, Tacuarembó, Fray Bentos o Rivera. Cada urbanización tiene un clima diferente, características culturales propias, sitios patrimoniales característicos. Y hay que respetarlo.

Piperno forma parte de Ad@ptar, un programa de la FADU que surge a raíz de un intercambio con el Ministerio de Ambiente en el marco del Plan Nacional de Adaptación al cambio climático de ciudades e infraestructuras. El objetivo es evaluar el estado de situación en cuanto a la adaptación de las ciudades y edificaciones al cambio climático y recomendar una estrategia de abordaje. Además se transformó en un área de investigación dentro de la academia.

Si bien las medidas concretas deben ser adaptadas a cada lugar, hay algunos lineamientos que presentan en el marco de su investigación. Proponen un abordaje integral de las situaciones tanto en el espacio público como en lo edilicio, tomando en cuenta un enfoque bioclimático, donde el diseño está vinculado a las condiciones ambientales del espacio. Presentan una "caja de herramientas" para la adaptación que incluye, entre otras, el diseño del arbolado urbano como una herramienta que puede ayudar a resolver cuestiones climáticas, como la variabilidad de las temperaturas, y que permite desarrollar dispositivos de drenaje pluvial que mejoren el manejo del agua o los efectos del viento sobre los espacios, las personas y las infraestructuras.

“¿Dónde se inundó en Malvin? En un arroyo entubado. Por debajo de Concepción [del Uruguay] va un arroyo que no vemos, y estoy segura de que muchos vecinos no saben que existe. Montevideo tiene muchos arroyos. Por otro lado hay otra cantidad de pequeños cursos de agua y cañadas que si uno las valoriza y las aprovecha pueden llegar a ser parte de ese sistema verde y al mismo tiempo pueden servir como espacio público o para dejar espacio para que el agua corra en épocas de inundaciones", ejemplifica la investigadora. 

"No voy a ir a 18 de Julio y convertirla en pasto", dice Piperno como ejemplo y se ríe. Explica que hay que pensar en las formas de vida, en las actividades que se hacen y diseñar la ciudad en función del lugar donde estamos.

La arquitecta sostiene que cada persona, cada grupo social, cada organización o cada campo disciplinar tiene un papel en esos cambios. Se trata de un trabajo que involucra a muchos actores sociales. "Hay distintos dispositivos en distintos tipos de ciudad que pueden contribuir. Pero siempre es un trabajo interinstitucional. Hay cosas que los gobiernos de las ciudades tienen que intervenir, hay otros que les dan las reglas de juego para que los vecinos actúen, y hay otros que la gente ya puede ir haciendo: mejorar su propia calidad de vida en el predio termina mejorando también la de la ciudad”.

Todos podemos tomar medidas más "verdes". La investigadora sostiene que hay acciones a pequeña escala, cuya sumatoria genera un impacto a otros niveles. "Si es tu casa se compran tres autos, terminás sobrecargando de autos la ciudad. Ahora, si decidís que todos van a usar el transporte de pasajeros, eso cambia. Son actitudes que se suman y generan otra ciudad. Pero tampoco pude pasar que bajes el numero de autos porque solo la gente que tiene plata para tenerlos los tenga. Cada cosa hay que mirarla como un sistema", indica.

¿Estas nuevas planificaciones implican dejar atrás la ciudad como la conocemos? No. "No vas a cambiar todo. Tenés que mirar lo que hay, valorizar lo que es valioso y hasta protegerlo. Tenés patrimonios culturales y formas de vida. No es cambiar todo. Pero la forma en que hay que pensar la construcción de la ciudad incorpora muchas cosas nuevas", dice Piperno, y explica que se trata de recuperar experiencias del pasado, valorizar la experiencia de la gente que habita en esos territorios e incorporar nuevas tecnologías, nuevas formas de pensar.

En todo esto, advierte, hay un riesgo: no todo lo que brilla es oro, ni todo lo que se vende como "sustentable" efectivamente lo es. "Hay cosas que se ponen de moda. Entonces se le llama "verde" a todo: querés vender un emprendimiento y decís que sos verde y sostenible. Empieza a tener una marca. La cuestión es que no se convierta en un sello para vender, sino que realmente entendamos que hay que cambiar".

Es claro que no hay recetas infalibles, pero también se presenta como un hecho que la forma en que pensamos las ciudades debe mudar hacia un modelo más amigable con el medio ambiente, más inclusivo, más democrático, que permita una mejor calidad de vida para todos y para todas. El cambio y la variabilidad climática  se presenta entonces como uno de los problemas clave a abordar a la hora de proyectar, planificar o rehabilitar la ciudad, pero no se podrá enfrentar de forma aislada.

Hay un modelo de construcción de ciudad, que es el hegemónico, que no da más. Si seguimos aumentando el número de vehículos individuales y para eso aumentamos las carreteras para que entren los autos, si seguimos haciendo que la gente viva en cajas de zapatos, si seguimos con este modelo de ciudad vamos empeorando cada vez más la calidad de vida. Hay que salir de este ciclo de generar una ciudad de consumo. Al mismo tiempo hay que darle capacidad a las periferias de consolidarse, de mejorar la calidad de vida, con otro modelo diferente”, asegura la arquitecta.

Hay cosas que son invisibles hasta que alguien les echa luz, y después no se pueden ver de otra manera. Las ciudades, estos entornos que algunos tenemos la suerte de elegir para pasar la vida, pueden ser como las imaginemos. ¿Cómo imagina usted, lector, la ciudad de ese futuro en el que, según los científicos nos advierten, el mundo será muy diferente?

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