Cuando pensé en escribir esta nota tenía una hipótesis: que las personas con una vida espiritual más desarrollada poseían una mayor capacidad para realizar negocios y desempeñarse en sus trabajos. Al investigar sobre la temática no logré verificar la premisa, pero sí descubrí algunos elementos interesantes que vinculan a la espiritualidad en los lugares de trabajo con la motivación, la inteligencia emocional, el liderazgo y a la larga, con la productividad de los individuos.
Vale aclarar que no hay una definición consensuada sobre el término “espiritualidad”, que etimológicamente viene del latín spiritus y que quiere decir respiro, soplo o inspiración.
Sin embargo, hay algunas características comunes en la variedad de definiciones. Entre ellas, que la espiritualidad no implica necesariamente a la religiosidad, que tiene que ver con la interconexión con los demás, con la búsqueda de un propósito trascendental y que cada individuo la desarrolla de manera diferente.
En el mundo de los negocios, la espiritualidad está vinculada con esas pequeñas cosas que hacen que ir a trabajar valga la pena, como las tareas disfrutables o que aportan a mejorar el ambiente laboral. Para algunos autores, implica encontrar un sentido o significado en el trabajo, esa tensión entre las metas racionales y la realización personal.
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