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Existen razones para preocuparse por la inflación estadounidense

Tanto la política monetaria como la fiscal son, según los estándares históricos, tremendamente expansionistas

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20 de mayo de 2021 a las 16:48

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Martin Wolf

El salto en la inflación anual de precios al consumidor estadounidenses al 4.2 por ciento reportado la semana pasada fue un choque. Pero ¿era una buena razón para entrar en pánico? Obviamente no, ya que existen factores especiales que pueden explicarlo. Siempre ha sido así: cuando la inflación comienza a subir, siempre hay factores especiales que pueden explicarlo. Pero, en realidad, los grandes motivos de preocupación no han surgido debido a lo que está sucediendo en este momento, sino debido las fuerzas políticas que están interviniendo.

Naturalmente, las fuerzas económicas moldean esas opciones políticas. Y, actualmente, estas fuerzas son bastante confusas. El inesperado y enorme salto en los precios al consumidor le siguió a un informe de empleo inesperadamente débil: el mes pasado, EEUU agregó sólo 266,000 empleos, mientras que la tasa de desempleo subió hasta el 6.1 por ciento. La explicación obvia es que se trata de una recuperación de una recesión sin precedentes, impulsada no por el endurecimiento de la demanda, sino por el cierre de la oferta.

Goldman Sachs ha señalado que las causas próximas de ese salto se encuentran en los viajes y en los servicios relacionados, donde los precios se están recuperando de los niveles deprimidos, y en algunos bienes, donde un aumento de la demanda pospandemia se ha topado con escaseces y cuellos de botella temporales.

Jason Furman, del Instituto Peterson para la Economía Internacional (PIIE, por sus siglas en inglés), también ha señalado que el empleo todavía estaba 10 millones de empleos por debajo de su tendencia prepandémica en abril, a pesar de que la tasa de vacantes fue más alta en febrero de 2021 que en cualquier mes desde 2001. Una vez más, esto sugiere una persistente disrupción de la oferta de mano de obra pospandemia. Un choque sin precedentes inevitablemente hace que los datos sean difíciles de interpretar y que el rendimiento sea difícil de predecir.

Esta incertidumbre se aplica también a los precios de las materias primas, los cuales se han elevado. Pero los precios no son tan altos en relación con los estándares históricos, y están muy por debajo de los máximos pasados.

Mientras tanto, la “tasa de equilibrio“ — la diferencia entre el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidenses convencionales y los indexados a la inflación — ha aumentado considerablemente, aunque todavía llega a sólo el 2.5 por ciento en 10 años. Esto indica un aumento en las expectativas de inflación y una preocupación por los riesgos de inflación. John Authers, de Bloomberg, ha señalado que los pronósticos hechos por los consumidores y por los pronosticadores profesionales también han aumentado; los primeros esperan una inflación cercana al 6 por ciento y los segundos al 3 por ciento durante el próximo año.

Sería justo concluir que las expectativas de inflación están aumentando. Pero, a los niveles actuales, no preocuparán tanto a la Reserva Federal (Fed), ya que, tal como lo indicó en agosto pasado el presidente de la Fed, Jay Powell, “buscaremos lograr una inflación promedio del 2 por ciento a lo largo del tiempo. Por lo tanto, después de períodos en los que la inflación ha estado por debajo del 2 por ciento, la política monetaria adecuada probablemente apuntará a lograr una inflación moderadamente superior al 2 por ciento durante algún tiempo”. Debido a que la inflación no ha alcanzado la meta por un total acumulado de 5 puntos porcentuales desde 2007, esto pudiera justificar, digamos, una inflación del 3 por ciento durante cinco años antes de volver al 2 por ciento.

Entonces, ¿deberíamos mantener la calma, sabiendo que el rendimiento a corto plazo refleja la imprevisibilidad pospandémica, mientras que el aumento de las expectativas de inflación es justo lo que deseaba la Fed? Sí, hasta cierto punto. La verdadera preocupación es más profunda y de más largo plazo.

En primer lugar, tanto la configuración de la política monetaria como la fiscal son, según los estándares históricos, tremendamente expansivas, con tasas de interés cercanas a cero; con un crecimiento monetario excepcional; y con enormes déficits fiscales, a pesar de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha indicado que la economía estadounidense operará por encima de su potencial este año.

En segundo lugar, hay un exceso de ahorro privado esperando a ser gastado y, seguramente, un enorme deseo de volver a la vida normal. Quizás éstos no serán los “Felices años 2020”. Pero pudieran ser mucho más dinámicos económicamente de lo que la mayoría supone.

En tercer lugar, aunque yo comprendo por qué la Fed cambió su marco monetario, no estoy convencido de que fuera una buena idea. Significa conducir mirando por el espejo retrovisor. Seguramente sería mejor aprender de la experiencia pasada cómo funciona la economía que tratar de compensar directamente por los fracasos históricos. En particular, el nuevo marco crea incertidumbre acerca de cómo la Fed pretende compensar los déficits pasados.

En cuarto lugar, y lo que es más importante, la política ha cambiado. Uno tendría que tener al menos 60 años para haber experimentado una alta inflación y la posterior desinflación como adulto. El gobierno, y sustanciales sectores del sector privado, tienen enormes pasivos de deuda y planes de endeudamiento. La administración de Joe Biden está decidida a garantizar que esta recuperación no repita la decepción de la anterior. El mercado de valores tiene precios más que generosos según los estándares históricos, con fenómenos de burbujas por doquier. Las doctrinas de la “teoría monetaria moderna” también son muy influyentes. Todo esto, en conjunto, ha fortalecido el cabildeo a favor del dinero barato y de los grandes déficits fiscales, y ha debilitado el cabildeo a favor de la prudencia.

Ante todo esto, las dudas en cuanto a la Fed son razonables. Sabemos que políticamente es más fácil relajar que endurecer la política monetaria. En este momento, esto último va a ser particularmente impopular. Sin embargo, si un banco central no “retira la ponchera antes de que realmente comience la fiesta”, va a tener que retirársela a las personas que se han vuelto adictas a ella. Eso es doloroso; se necesita un Paul Volcker.

Milton Friedman dijo que “la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario”. Esto está equivocado: la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno político. La pregunta es si las sociedades quieren una inflación baja. Es razonable dudar de esto hoy día. También es razonable dudar de que las fuerzas desinflacionarias de las últimas tres décadas ahora estén interviniendo con tanta fuerza. Es difícil creer que estas políticas monetarias de emergencia deban continuar durante años, tal como piensan muchos en la Fed. Yo dudo que deban continuar incluso en la actualidad.

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