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G7 debe aceptar que no puede dirigir el mundo

La hegemonía estadounidense y el dominio económico del grupo ya son historia

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25 de mayo de 2023 a las 13:09

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Por Martin Wolf

"Adiós G7, hola G20". Así titulaba la revista The Economist un artículo sobre la primera cumbre del Grupo de los 20, celebrada en Washington en 2008 en el que se afirmaba que ésta representaba "un cambio decisivo en el viejo orden". Actualmente, las esperanzas de un orden económico mundial cooperativo, las cuales alcanzaron su cenit en la cumbre del G20 celebrada en Londres en abril de 2009, se han evaporado. Sin embargo, no se trata de un caso de "adiós G20, hola G7". El anterior mundo de dominación del G7 es aún más remoto que el de cooperación del G20. Ni la cooperación mundial ni la dominación occidental parece factible. ¿Qué pudiera seguir? Por desgracia, "división" pudiera ser una respuesta y "anarquía" otra.

Eso no es lo que sugiere el comunicado de la reunión de jefes de gobierno del G7 en Hiroshima. Es impresionantemente exhaustivo y abarca: Ucrania; el desarme y la no proliferación; la región del Indo-Pacífico; la economía mundial; el cambio climático; el medio ambiente; la energía, incluyendo la energía limpia; la resiliencia económica y la seguridad económica; el comercio; la seguridad alimentaria; la salud; la mano de obra; la educación; lo digital; la ciencia y la tecnología; el género; los derechos humanos, los refugiados, la migración y la democracia; el terrorismo, el extremismo violento y la delincuencia organizada transnacional; y las relaciones con China, Afganistán e Irán (entre otros países).

Con 19,000 palabras, el comunicado parece el manifiesto de un gobierno mundial. En cambio, el comunicado de la cumbre del G20 celebrada en Londres en abril de 2009 apenas superaba las 3,000 palabras. Esta comparación es injusta, dado que en aquel momento la atención se centraba en la crisis económica. Pero una lista de deseos desenfocada no puede ser útil: cuando todo es una prioridad, nada lo es.

Además, tanto el momento "unipolar" de EEUU como el dominio económico del G7 ya son historia. Es cierto que este último sigue siendo el bloque económico más poderoso y cohesionado del mundo. Sigue, por ejemplo, produciendo todas las principales divisas de reserva del mundo. Sin embargo, entre 2000 y 2023, su participación en la producción mundial (en poder adquisitivo) habrá caído del 44 al 30 por ciento, mientras que la de todos los países de altos ingresos habrá caído del 57 al 41 por ciento. Mientras tanto, la participación de China habrá aumentado del 7 al 19 por ciento. China es ahora una superpotencia económica. A través de su Iniciativa de la Franja y la Ruta, el país se ha convertido en un gran inversionista (y acreedor) de los países en desarrollo, aunque, como era de esperar, está teniendo que hacer frente a las consiguientes deudas incobrables, tan familiares para los países del G7. Para algunos países emergentes y en desarrollo, China es un socio económico más importante que el G7; Brasil es un ejemplo. Puede que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva haya asistido a la reunión del G7, pero sensatamente no puede ignorar el peso de China.

El G7 también está dirigiéndose a otros: en su reunión de Japón participaron India, Brasil, Indonesia, Vietnam, Australia y Corea del Sur. Pero, al parecer, 19 países han solicitado unirse al grupo de los BRICS, el cual ya incluye a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Cuando Jim O'Neill inventó la idea del grupo de los BRICs (el acrónimo que, en aquel entonces, se refería al bloque formado por Brasil, Rusia, India y China) allá por 2001, él pensó que se trataría de una categoría económicamente relevante. Yo pensé que BRICs se trataría sólo de China e India. Económicamente, eso era correcto. Pero ahora parece que los países del BRICS van en camino de convertirse en una agrupación mundial relevante. Está claro que lo que une a sus miembros es el deseo de no depender de los caprichos de EEUU y de sus aliados cercanos, quienes han dominado el mundo durante los dos últimos siglos. ¿Cuánto tiempo, después de todo, puede (o, para el caso, debe) continuar haciéndolo el G7, con el 10 por ciento de la población mundial?

A veces, simplemente hay que ajustarse a la realidad. Dejemos de lado por el momento los objetivos políticos de los miembros del G7, los cuales justificadamente incluyen la necesidad de preservar la democracia en casa y defender sus fronteras, actualmente, sobre todo, en Ucrania. Ésta es, en efecto, la lucha del Occidente. Pero es poco probable que llegue a ser la del mundo, cuya mayoría de países tiene otros problemas y preocupaciones más apremiantes. Fue positivo que el presidente Volodymyr Zelenskyy asistiera a la cumbre. Pero sólo el Occidente determinará la supervivencia de Ucrania.

Si pasamos a la economía, también es bueno que la noción de desacoplamiento, un perjudicial sinsentido, se haya convertido en cambio en la de "reducción del riesgo". Si esto último puede transformarse en una política enfocada y racional, sería aún mejor. Pero será mucho más difícil de lo que muchos parecen imaginar. Tiene sentido diversificar los suministros de energía y de materias primas y componentes vitales. Pero, por poner un ejemplo destacado, sólo diversificar el suministro de chips avanzados de Taiwán será realmente difícil.

Un problema aún mayor es cómo se ha de gestionar la economía mundial. ¿Van a ser el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial bastiones del poder del G7 en un mundo cada vez más dividido? Si es así, ¿cómo y cuándo van a obtener los nuevos recursos que necesitan para hacer frente a los actuales retos? ¿Cómo, además, se coordinarán con las organizaciones que China y sus aliados están creando? ¿No sería mejor admitir la realidad y ajustar las cuotas y las participaciones para reconocer los enormes cambios de poder económico en el mundo? China no va a desaparecer. ¿Por qué no permitirle una mayor influencia a cambio de una participación plena en las negociaciones de la deuda? Del mismo modo, ¿por qué no reactivar la Organización Mundial del Comercio (OMC) a cambio de que China reconozca que ya no puede esperar ser tratada como un país en desarrollo?

Más allá de todo esto, debemos reconocer que cualquier conversación sobre la "reducción del riesgo" que no se centre en las dos mayores amenazas a las que nos enfrentamos — las de la guerra y el clima — es preocuparse por banalidades cuando hay asuntos más importantes. Sí, el G7 debe defender sus valores y sus intereses. Pero no puede dirigir el mundo, aunque el destino del mundo sea también el de sus miembros. Hay que encontrar, una vez más, un camino hacia la cooperación.

Copyright The Financial Times Limited 2023

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