Camilo dos Santos

¿Habrá transformación educativa? Similitudes y diferencias con la reforma Rama

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16 de septiembre de 2022 a las 16:00

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El 74% de los jóvenes de 15 años de mayor vulnerabilidad no tiene las competencias básicas; apenas el 40% de los liceales termina esa etapa de estudios; a los 19 años el 42% ya está afuera del sistema educativo. Estos tres datos que pintan un panorama tétrico de la educación uruguaya y se arrastran desde hace años piden a gritos un cambio en la forma de enseñar. Con un diagnóstico tan claro, ¿por qué es tan difícil lograr cambiar? Es imposible hablar de una reforma educativa sin entender qué pasó con la más profunda que se ha hecho desde la vuelta de la democracia, la reforma Rama.

La dura realidad educativa y los pésimos resultados fueron los que llevaron a la coalición multicolor a comprometerse a aplicar una reforma profunda después de dos intentos de gobiernos frenteamplistas –José Mujica con su promesa de priorizar la educación y Tabaré Vázquez con la suya de “cambiar el ADN” de la educación- que tuvieron como freno a la resistencia de los sindicatos y terminaron por diluir los ánimos reformistas de los presidentes.

En el Compromiso para el país el gobierno multicolor prometió fortalecer el rol de Ministerio de Educación y Cultura “como institución responsable de la política educativa nacional”; extender el tiempo pedagógico y de permanencia de los alumnos en los centros educativos de inicial y primaria en los barrios vulnerables de todo el país; instalar centros modelo de educación media (los llamados Centros María Espínola); aplicar una reforma curricular que abarque la educación desde los 3 hasta los 18 años, y que se fundamente en la formación por competencias; fortalecer el rol director del Codicen de la ANEP; fortalecer la profesión docente, que incluya un sistema de formación universitaria, entre otros.

En los dos primeros años de gobierno, entre la pandemia y el debate por la LUC que incluyó cuestionamientos a aspectos de esta reforma, no se implementaron cambios contundentes, más allá de la creación de 12 Centros María Espínola como plan piloto -con horario extendido, con foco en la interdisciplina y el trabajo por proyecto y tres comidas al día a sus alumnos-. No se puede decir que no se hizo nada porque se sentaron las bases para la reforma que obviamente no se concreta de un día para el otro. Pero en este tercer año el gobierno está obligado a mostrar concreciones y por eso viene metiendo el pie en el acelerador.

El gobierno ha centrado la “Transformación Educativa”, como llama al plan, en tres grandes ejes más acotados que la promesa de campaña y que son: cambio curricular para lograr una continuidad en los planes y programas desde educación inicial hasta fin de Bachillerato; una política nacional docente; y cambio en la gestión institucional de la ANEP.

El presidente de la ANEP, Robert Silva, que es el hombre que encabeza el plan, ha prometido metas concretas para lo que queda del período. En entrevista con El Observador hace algunas semanas, Robert Silva aseguró que en 2023 “muchos liceos y escuelas técnicas van a tener docentes por tres años” para lograr estabilidad. Para 2024 y 2025 anunció la puesta en marcha del nuevo plan educativo, y nuevos programas basados en los aprendizajes vinculados a diez competencias, así como la formación y desarrollo profesional en el marco de esa transformación para los docentes. Aseguró que para 2025 va a estar “totalmente transformada” la currícula de la educación obligatoria. También prometió para ese año, en que el presidente Luis Lacalle Pou tendrá que entregar la banda presidencial, la recuperación salarial de los docentes, y dijo que estarán en funcionamiento de 60 centros María Espínola.

Del "Plan 96" a la Transformación Educativa

Germán Rama murió en diciembre 2020 a los 88 años

Para hablar de una reforma educativa de esta envergadura es imposible no mirar y comparar con lo que fue la Reforma Rama que en su “Plan 96”, que apuntó a la universalización de la educación inicial; la instalación de escuelas de tiempo completo en zonas críticas; el programa de alimentación escolar; la organización de asignaturas por áreas de conocimiento; la creación de seis Centros Regionales de Profesores (CERPs) para que jóvenes del interior pudieran estudiar profesorado en educación de tiempo de completo y con un sistema de becas; y la implementación de los bachilleratos tecnológicos a nivel de la educación técnica.

Como lo explicaba Renato Opertti en una columna publicada en El Observador en diciembre de 2020 al morir Rama, el proceso de reforma integral liderado por el profesor Rama tuvo además un sustento potente con tres elementos que la hicieron posible: “las ideas fuerza” que sustentaron la reforma basadas en una mirada de educación “comparada, abierta al mundo”, y fundada en perfiles sociales e institucionales que debían lograrse, así como de los niveles de aprendizajes que debían alcanzarse en cada etapa; “la convocatoria a equipos profesionales sólidos y plurales en su composición político-ideológica, con un genuino espíritu de cambio”; y por último contó con respaldo político potente del entonces presidente, Julio María Sanguinetti, así como del líder del principal partido opositor que era Alberto Volonté que apoyó el nombramiento de Rama.

Ese sustento, que se puede decir que hoy existe, no permitió a los detractores de la reforma avanzar en sus intentos de frenarla. Los cuestionamientos que en aquel momento tuvo la reforma son los mismos que se escuchan ahora.

Desde la Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria (Fenapes) junto a las comisiones de padres de alumnos y parte de la dirigencia de la izquierda, se calificaba al plan de "neoliberal" y al "servicio de los intereses de las multinacionales y el capitalismo financiero". Se decía que era una reforma “impuesta" y con un espíritu "economicista", que fue instalada a “espaldas del profesorado” y cuya implementación se realizó "sin apertura al diálogo por parte de las autoridades de la educación", según detalló el libro La reforma impuesta publicado por Fenapes en 2001.

Los argumentos de Fenapes de hoy son que se trata de una reforma de “carácter mercantilista” que busca resultados cuantificables y que no se escucha a docentes. El sindicato habla nuevamente de una “reforma neoliberal”. Cuestiona que se otorgue el título universitario a los docentes en instituciones habilitadas por el MEC y no en una Universidad Nacional Autónoma de Educación. “Esto favorece la privatización por la presencia de universidades privadas adheridas a este mecanismo”, dicen.

A diferencia de Rama, un hombre de carácter fuerte y combativo, pero académico y sin interés de hacer carrera política, Silva tiene aspiraciones políticas. Y se juega todo en este plan.

Los episodios violentos de las últimas semanas (la pintada en la fachada de su casa y la piedra en la camioneta que lo llevaba a una charla en el Cerro), le dieron un empujoncito hacia la candidatura de la que está impedido de hablar constitucionalmente por el cargo que ocupa. De todos modos, para saber si tiene alguna chance en 2024 deberá cumplir con las promesas que ha hecho y seguir mostrando y bajando a tierra los cambios que se vienen.

Pero más allá de cálculos políticos y electorales, hay algo más importante. Para que una reforma de este tipo sirva para algo, es fundamental la continuidad y que trascienda a los partidos políticos. La reforma Rama, pese a contar con todo el apoyo al lanzarse no continuó en el tiempo. En 2006, con la llegada del FA al poder, la mayoría de los cambios que impulsó en materia de plan de estudios y la gestión de los centros de formación docente, se fueron eliminando del sistema educativo.

Por mucho que se trabaje en este gobierno, si en los próximos períodos no se mantienen los cambios y se sustentan seguiremos teniendo niveles muy malos de educación y lo que es peor, se seguirá poniendo en juego el desarrollo del país. Seguirán avanzando los que pueden pagar por una buena educación y no habrá oportunidades para todos.

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