Gabriel Pereyra

Gabriel Pereyra

Zikitipiú

Haciéndole el caldo gordo a Amodio Pérez

Los propios tupamaros parecen empecinados en darle a la versión del “traidor” una credibilidad que ni él mismo podría lograr
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15 de julio de 2013 a las 00:00

Ahora que pasaron uno días y se dijo de todo sobre la aparición del exguerrillero Héctor Amodio Pérez, voy a pedir lugar en la lista de opinólogos, aunque, como dijera el exsecretario de Propaganda del Partido Comunista, Esteban Valenti, pertenezco a otra generación y no entiendo los códigos de aquella época. Él, en cambio, y buena parte de esta barra que salió a despreciar a Amodio, pertenecen a otra generación, la que con el verso de los proyectos colectivos sembró el odio de clases, cosechó una guerra entre uruguayos y nos legó una dictadura por 12 años. No, en efecto, no pertenezco a esa generación.

Valenti dijo en estos días en El Espectador que Amodio había traicionado “a todos los uruguayos”. Llama la atención una valoración tan extrema que revela que más allá de si fueron o son comunistas o tupamaros, los de aquella generación siguen pensando como si todo siguiera ocurriendo en los 60, años en que ellos efectivamente pensaban que “todos los uruguayos” participaban del merengue en el que sectores de iluminados hundieron al país.

La verdad es que la mayoría no participó de ese proceso, algunos incluso aplaudieron a los militares y el resto miró para otro lado. Al fin y al cabo, para la mayoría de los uruguayos, lo que proponían unos y otros no difería demasiado: tirar a la democracia. Los comunistas imponiendo la dictadura del proletariado y los tupamaros primero por las armas y luego, ya derrotados, en una nueva aventura, esta vez junto a militares progresistas para ocupar el lugar de los políticos corruptos.

Al final, los militares le tomaron la palabra a todos pero lo hicieron solos, no necesitaban de esa pandilla en retirada ni de los comunistas, cuyo líder, Rodney Arismendi –hagamos memoria completa- también fue liberado sin que le tocaran una pestaña, igual que a Amodio.

A pesar de que la cruel dictadura torturó a rabiar a miles de comunistas a los que Arismendi había convencido de que la sociedad del pan y las rosas estaba al alcance de la mano, parece que los militares cedieron a “la presión internacional” y liberaron al más buscado de todos. Arismendi parece que no tuvo necesidad de ordenarle los papeles a nadie aunque las versiones sobre su liberación que circularon en ese momento fueron dos: que los militares lo cambiaron a los soviéticos por un cargamento de carne y que había entregado los ficheros con todos los afiliados al partido. En cualquier caso, los comunistas, a diferencia de los tupas con Amodio, prefirieron no creer ninguna de ellas y siempre evitaron hablar acerca de cómo Arismendi aceptó irse al exilio mientras que otros, como el general Líber Seregni, prefirieron quedarse y bancar lo que se venía.

Ojo, es muy comprensible que Arismendi haya querido salvarse de la tortura y de la cárcel, después de todo, a él que le gustaba citar a Terencio, nada de lo humano le era ajeno, como tampoco lo fue la traición a los traidores. Pero los comunistas siempre fueron más hábiles que los tupas en el manejo de estas cuestiones políticas.

Los tupas, en cambio, son más enrevesados, de espíritu fierrerro aunque nunca hayan agarrado un revólver, viven en estado de clandestinidad. Por eso cuando el senador Agazzi dice que la aparición de Amodio se debe a un operativo político puede ser que, si así fuese, el operativo haya sido montado por ellos mismos. ¿O acaso no se organizaron para investigar a sus propios compañeros frenteamplistas que ejercían cargos en el gobierno y filtraron a la prensa información cuando tenían dudas de que podía haber irregularidades? O sea, Amodios pero por la positiva.

Esta forma de actuar, sinuosa, podría llevarnos a pensar si con su actitud ante la aparición de Amodio, los viejos tupas realmente quieren hundirlo o todo lo contrario, que es lo que están logrando al menos ante los ojos de sectores que no le son afines.

Si alguien para desviar la atención piensa que esta columna es una defensa de Amodio le recuerdo que, por razones obvias, fui el único que le pudo decir cara a cara, y ante cámaras, que a mi juicio no estaba diciendo la verdad. Sin embargo, la actitud de sus excompañeros le otorga una pátina de credibilidad que ni él mismo Amodio puede lograr con sus palabras.

La reacción de Zabalza y Rosencoff insultándolo, de Topolansky declarándole la muerte civil o de Fernández Huidobro despreciándolo, hacen un poco más creíble el relato de Amodio. La posición de Amodio es tan frágil que sería fácil rebatirla, pero si después de haberlo presentado como una leyenda maléfica rehúyen el debate, entonces más de uno tiene derecho a pensar que quizás la posición de Amodio no sea tan frágil como parece.

En momentos que disfrutan de la madurez cívica e histórica que la sociedad tuvo para con ellos, los viejos tupamaros responden con intolerancia. Con ellos se pasó la página. Se pasó la página con los que desde cargos de dirección no se mancharon las manos directamente con sangre pero dieron orden de matar a los gatilleros más quemados; así como se pasó la página con esos gatilleros, como el caso de Ismael Bassini, el medico que asesinó al peón rural Pascasio Báez y que recuperada la democracia ¡volvió a ejercer como médico! Se necesitaron grandes dosis de misericordia social e institucional para que cosas así sucedieran.

O sea, la sociedad dio vuelta la página con los asesinos, pero los asesinos no dan vuelta la página con el traidor (que, obvio, también tiene responsabilidad en los crímenes). Le decretan la muerte civil, no tiene lugar entre nosotros ni él ni su testimonio, es hombre muerto.
Seguir tratando a Amodio como el traidor que pudo ser hace 40 años con la enjundia de algo que parece que haya pasado ayer, debería replantearnos que si eso vale, entonces también sería válido empezar a decirle homicidas a varios jerarcas del gobierno. “El ministro del área, el exhomicida fulano de tal…”.

Antes de regresar de Madrid, le repetí a Amodio lo que le dije ante cámaras acerca de tramos de su relato: esto no se lo va a creer nadie. Claro, yo no contaba con que le salieran tantos aliados: Rosencoff, Zabalza, Topolansky, todos jugando en favor de su versión. ¿Por qué lo hacen? Nunca lo sabremos, se trata de tupamaros. Tanto coraje y esfuerzo marketinero para vendernos sus andadas del pasado como una acción romántica, devino en esta decrepitud espiritual, en unos veteranos muy pero muy poco sabios que terminaron haciéndole el caldo gordo a Amodio. Pero ojo, capaz que no es como lo razono, capaz que lo hacen porque se trata de una carambola a dos bandas, de una mentira envuelta en otra mentira. En fin, todo puede ser, se trata de tupamaros.

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