MANDEL NGAN / AFP

India enfrenta crisis gemelas: económica y política

La desaceleración del crecimiento ha sido dramática, mientras que la política ha dado un giro agresivamente iliberal

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27 de febrero de 2020 a las 15:12

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Por Martin Wolf

India está experimentando otra transformación. La India que yo visité por vez primera, en la década de 1970, era impresionantemente democrática, con la excepción del período conocido como la ‘Emergencia’ impuesta por la entonces primera ministra Indira Gandhi entre 1975 y 1977. Pero la economía del país creció demasiado lentamente. Después de la crisis de la balanza de pagos de 1991, India introdujo radicales reformas. Durante las siguientes dos décadas, su economía creció más rápidamente, mientras que el sistema político se mantenía sólidamente democrático. Después de la crisis financiera mundial, sin embargo, el crecimiento se desaceleró. La política de India actualmente también se está moviendo hacia una forma agresivamente iliberal de mayoritarismo. Estos cambios gemelos no representan mejoras.

Arvind Subramanian, un ex asesor económico principal, ha sido coautor de un artículo acerca de la desaceleración posterior a la crisis. El artículo señala que cada uno de los indicadores importantes –inversión, crédito, ganancias, ingresos fiscales, producción industrial, exportaciones e importaciones –se ha debilitado considerablemente desde la crisis financiera. Sin embargo, el crecimiento económico general supuestamente ha aumentado. Esta contradicción lo persuadió para desafiar la fiabilidad de las estimaciones oficiales de crecimiento económico. Su conclusión fue que la sobreestimación del crecimiento entre 2011 y 2016 promedió alrededor de 2.5 puntos porcentuales anualmente, lo cual reduciría el crecimiento promedio a alrededor del 4.5 por ciento. Si es cierto, ésta ha sido una tasa de crecimiento realmente mediocre.

EFE/EPA/JAIPAL SINGH

Por desgracia, hay algo peor. La economía se ha desacelerado aún más dramáticamente en el pasado reciente, incluso según las estadísticas oficiales. Estas estadísticas muestran que el crecimiento del producto interno bruto (PIB) se desaceleró a sólo un 4.5 por ciento interanual durante el tercer trimestre del año pasado. Es posible que ahora el crecimiento de un vuelco. Pero la desaceleración ha sido significativa, incluso comparable a lo que sucedió en la crisis de principios de la década de 1990.

Entonces, ¿qué explica el débil crecimiento después de 2008 y la desaceleración más pronunciada durante el pasado reciente? El primer lugar, la insostenible expansión de las exportaciones y la inversión interna impulsada por el crédito exageraron la tasa de crecimiento de India antes de la crisis. En segundo lugar, a pesar del surgimiento poscrisis de graves problemas en el balance de los sectores corporativos financieros y no financieros, el gasto público, la caída de los precios del petróleo y los préstamos optimistas de las compañías financieras no bancarias mantuvieron el crecimiento. Por último, el crédito de estas últimas instituciones colapsó en 2019. El consumo posteriormente se unió a otras fuentes de demanda –especialmente la inversión y las exportaciones –en debilitarse drásticamente. Hoy en día, argumenta Subramanian, una espiral viciosa está en funcionamiento: las altas tasas de interés, el débil crecimiento económico y la baja rentabilidad están empeorando la carga de la deuda y agravando los problemas de las corporaciones financieras y no financieras.

La respuesta del gobierno parece ser negar la evidencia de una desaceleración. Una discusión en el Ministerio de Finanzas la semana pasada sugirió que la reacción es el tipo de ‘gerencialismo’ que recuerdo de mi trabajo para el Banco Mundial en India durante la década de 1970: proteccionismo, mayor inversión gubernamental, objetivos de préstamos para los bancos y asistencia directa a las exportaciones. Es imposible creer que tales acciones resolverán las profundas debilidades que se hallan detrás de los recientes fracasos en el crecimiento.

La buena política económica es difícil. Conforme la economía india se vuelve más compleja y avanzada, se ha vuelto aún más difícil. Requiere la presencia de datos confiables, de experiencia de primera categoría, de asesoramiento independiente y de un debate abierto. En cambio, los mejores asesores en su mayoría se han ido y la formulación de políticas, según se dice, se ha concentrado en la oficina del primer ministro. Todos los demás están supuestos a demostrar, sobre todo, lealtad. Rahul Bajaj, un conocido empresario indio, incluso ha acusado al gobierno de "crear un ambiente de miedo". En el poco tiempo que estuve allí la semana pasada, descubrí que muchos estaban de acuerdo con él, aunque sólo fuera en privado.

Para el futuro de India es esencial que el crecimiento se eleve por encima del 7 por ciento, y que ese crecimiento genere empleo y sea ecológico. Éste es un enorme reto. Exigirá lidiar con la deuda incobrable; aumentar el ahorro y la inversión; mejorar la competitividad internacional, en un entorno externo más difícil; e implementar reformas en los campos de la agricultura, de la educación, de la energía y de una serie de otras importantes áreas.

El gobierno actual tiene al menos el mandato que necesita para revitalizar la economía y, por lo tanto, las oportunidades de una vida mejor para todos. Ese mandato también se debe al indudable talento político del primer ministro Narendra Modi. Pero saber cómo usar ese mandato no es menos vital que poder ganarlo. Una alternativa al difícil camino de establecer una buena política económica es tomando dramáticas medidas, como la desmonetización, o reformas fallidas, como la introducción de un impuesto demasiado complejo sobre los bienes y servicios. Una alternativa aún más fácil es la dependencia en la política de identidad.

Ésa parece ser la opción actual. La represión en Cachemira; la explícita discriminación en contra de los musulmanes en la nueva Ley de Enmienda de Ciudadanía; el propuesto registro nacional de ciudadanos en un país con documentación notoriamente deficiente; y la aparente intención de deportar a musulmanes que no puedan probar su derecho a quedarse, sugieren, en conjunto, una transformación de la política india. También lo es el libre uso de etiquetas como "traidor" para referirse a aquellos que no están de acuerdo y "sedición" para referirse al comportamiento de aquellos que protestan. Está bastante claro, sin duda alguna, que la transformación de India en otra "democracia iliberal" ha sido intencional desde hace tiempo. No es de extrañar que el presidente estadounidense, Donald Trump, admire Modi. Ellos juegan el mismo juego, pero la mayoría que Modi tienen le da más cartas.

India ha llegado a un momento decisivo. Su poderoso gobierno puede concentrar sus esfuerzos en revitalizar la economía o puede proceder a la transformación de una democracia liberal imperfecta en algo muy diferente. Es fácil entender el atractivo de este peligroso proyecto. Pero debemos tener la esperanza de que Modi escuche, incluso ahora, a los mejores ángeles de su naturaleza.

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