Inés Guimaraens

La actitud del FA en la oposición

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30 de abril de 2021 a las 22:00

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Una crisis como la de la pandemia, pone a prueba la calidad de las instituciones y el desempeño del sistema político que, en parte, depende del desenvolvimiento de las interacciones entre las autoridades de gobierno, los partidos políticos e incluso de la sociedad civil organizada. En ese sentido, aunque es muy pronto para hacer una evaluación definitiva, son preocupantes las dificultades evidentes del Frente Amplio (FA) en su papel como fuerza opositora, algo que es fundamental para la convivencia democrática y, por tanto, es decisivo para el buen ambiente político.

El resultado adverso en las urnas en las pasadas elecciones, desacomodó el derrotero de una coalición de izquierda que había estado 15 años ininterrumpidos en el gobierno nacional y con liderazgos muy potentes.

Es lógico que así sea. La salida del Partido Colorado del poder en las elecciones de 1958, por poner un ejemplo histórico, fue incluso mucho más dramática y a las puertas de un cambio de liderazgo como ocurre hoy en el FA.

A tal punto ha sido el desacomodo interno, que la evaluación política del resultado comicial, sigue figurando en el orden del día en los organismos de la coalición.

Es muy difícil que defina adecuadamente su nuevo papel opositor, si internamente ni siquiera puede concluir un análisis colectivo sobre el desenlace electoral que le significo una merma importante de su tradicional caudal electoral. La opción electoral ganadora, nos está hablando de las preocupaciones de los ciudadanos y de una praxis política muy diferente a la de hace 16 años, de lo que el FA no ha tomado debida nota.

El fallecimiento del expresidente Tabaré Vázquez y el menor protagonismo, aunque influyente, del expresidente José Mujica, y del exministro de Economía y senador Danilo Astori, ha dejado al redil frentista en una interna competitiva entre varios liderazgos emergentes, y ello parece que está perjudicando el proceder de la coalición desde la tribuna opositora, salvo algunas excepciones de carácter individual.

La declaración del presidente Luis Lacalle Pou al diario La Nación -“es muy difícil saber qué es el Frente Amplio y quién es el Frente Amplio”-, tiene un sentido figurado que sintetiza el drama de la coalición de izquierda, que no tiene en primera fila a un líder aglutinador como lo fue en su tiempo el general Líder Seregni o Vázquez.

El principal interlocutor político-institucional del FA, sin peso electoral propio, siempre se expresa de mala manera sobre el gobierno y, además, alimenta de categorías morales el debate político, entorpeciendo el buen diálogo.

¿Representa Javier Miranda al FA cuando afirma que “el gobierno está llevando adelante una política barata para hacer frente a la situación de pandemia en materia sanitaria, social y económica”?

No parece que así sea, a juzgar por reacciones de dirigentes frentistas que, por lo menos, tomaron distancia de esa brutal acusación que no se compadece con la realidad y contamina la conversación política.

El FA tiene un importante papel desde la oposición y puede cumplirla a cabalidad, sin necesidad de recurrir al insulto, sin refugiarse en la verborragia populista. La actitud de la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, y de su colega de Canelones, Yamandú Orsi, ambos con un alto respaldo popular, son una muestra de que es posible ejercer una oposición con responsabilidad.  

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