Delmira Agustini murió a los 27 años, Egon Schiele a los 28. A la poeta montevideana la asesinó su marido, de dos balazos por la espalda cuando se estaba poniendo los botines. Al pintor austríaco, de los principales del periodo moderno, la gripe española, homicida con apodo. Se fue sin poder completar la asignatura siguiente. Que yo recuerde, en el mundo del arte fue la víctima más trascendente de la pandemia de 1918. Su vida fue tan corta como extraordinaria. Con su técnica inventó una manera de indagar en la cotidianeidad de los seres vivientes al verse reflejados en lo que son. De sus ojos salieron imágenes que hasta ese entonces nunca nadie había representado de manera tal, con semejante apoteosis de intimidad, sin atisbos de naturaleza muerta, como pasa a veces con los desnudos. Los de Schiele son alucinantes por la cuota de innovación de perspectiva que irradian. Transformaron la forma de representar el cuerpo humano a partir de la falta de prejuicios, sin el peso de una tradición o escuela estética previa.
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