Carteles en apoyo a Ucrania en Washington, Dc. 10 de julio de 2022

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La guerra en Ucrania o la impotencia de los Estados Unidos para sostener un mundo unipolar

La fuerte integración económica y energética de Europa con Rusia y China quedó en primer plano cuando los aliados de los Estados Unidos en la OTAN empiezan a pagar las consecuencias de su alineamiento.
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17 de julio de 2022 a las 05:01

Daniel Cecchini

Detrás de las bombas, las balas y la muerte de la guerra en Ucrania fue saliendo a la luz otro escenario que, hasta el comienzo del conflicto, venía tomando forma desde hace años en un segundo plano y que ahora se muestra como otra faceta del conflicto: la progresiva integración – y de alguna manera también dependencia – de buena parte de los países de la Unión Europea con Rusia y China que hoy los Estados Unidos intenta desactivar o, por lo menos, retrasar.

El alineamiento de los países de la Unión Europea con la OTAN comandada por los Estados Unidos frente a la invasión rusa a Ucrania bajo la forma de sanciones económicas provocó una respuesta de Moscú que dejó al desnudo la fuerte dependencia energética que gran parte de Europa tiene con Rusia.

Para el historiador y analista político indio Vijay Prashad, la agenda que los Estados Unidos intentan imponer a la Unión Europea, profundizada ahora durante la reciente reunión del Grupo de los 7 (G7) en Alemania y la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en España, está creando una situación peligrosa para el mundo.

En un trabajo reciente, afirma que “la insostenible dependencia de Estados Unidos para el comercio y la inversión, así como la curiosa distracción del Brexit, condujeron a la progresiva integración de los países europeos con los mercados energéticos rusos y a una mayor aceptación de las oportunidades de inversión de China y de su capacidad de producción”. Esa realidad es la que hoy Washington intenta desactivar en nombre de la democracia y la libertad.

En su ensayo “Estados Unidos quiere evitar un acontecimiento histórico, la integración de Eurasia”, Prashad ubica el inicio de este proceso en la crisis financiera de 2008, causada por el colapso inmobiliario en el país del norte de América y de muchas de sus instituciones financieras.

“La crisis mostró al resto del mundo que el sistema financiero centrado en EE. UU. no era digno de confianza. Estados Unidos no podía seguir siendo el mercado de última instancia para las materias primas del mundo. Los países del G7 —que se veían a sí mismos como los guardianes del sistema capitalista mundial— rogaron a los Estados que estaban fuera de su órbita, como China e India, que pusieran sus excedentes en el sistema financiero occidental para evitar su hundimiento total. A cambio de este servicio, se dijo a los países fuera del G7 que, en adelante, el G20 sería el órgano ejecutivo del sistema mundial y el G7 se iría disolviendo. Sin embargo, casi veinte años después, el G7 sigue en pie y se ha arrogado el papel de líder mundial, mientras que la OTAN –el caballo de Troya de Estados Unidos– se posiciona ahora como la policía del mundo”, sostiene Prashad.

Las decisiones de la última cumbre de la OTAN en Madrid parecen darle la razón: la integración de Finlandia y Suecia al aparato armamentístico del llamado “Occidente”, el sideral aumento de las “fuerzas de alta disponibilidad de 40.000 a 300.000 soldados” anunciado por el noruego Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, propone pasos concretos en la intención de empoderar a la fuerza multinacional que funge de gendarme estadounidense.

Pero detrás de la respuesta bélica vuelve a aparecer la otra escena, montada sobre pilares energéticos y económicos.

“Con el conflicto en Ucrania en curso, era obvio que la OTAN pondría en primer plano a Rusia en la Cumbre de Madrid. Pero los materiales elaborados por la OTAN dejaron claro que no se trataba simplemente de Ucrania o Rusia, sino de impedir la integración euroasiática. China fue mencionada por primera vez en un documento de la OTAN en la reunión de Londres de 2019, en el que se decía que el país presentaba «tanto oportunidades como desafíos». En 2021, el tono había cambiado, y el comunicado de la Cumbre de Bruselas de la OTAN acusaba a China de ‘desafíos sistémicos al orden internacional basado en normas’. El Concepto Estratégico revisado de 2022 acentúa esta retórica amenazante, con acusaciones de que la ‘competencia sistémica de China (…) desafía nuestros intereses, seguridad y valores y busca socavar el orden internacional basado en normas’”, escribe Prashad.

En ese sentido, no se puede obviar la invitación que recibieron Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur para asistir a la Cumbre de Madrid, con la que se buscó acercarlos a la agenda impuesta por los Estados Unidos – y la OTAN, claro – para presionar de alguna manera a China en el Pacífico.

Y en ese contexto es imposible soslayar la reciente invasión de las aguas territoriales de Beijing en el Mar de China Meridional por parte del destructor estadounidense USS Benfold. Los actos de guerra o, al menos, las provocaciones bélicas van muchos más allá de lo acotado del conflicto en Ucrania.

La situación actual, según Prashad, no se puede entender cabalmente sin tener en cuenta que “Europa estaba dirigiéndose inexorablemente hacia Asia, lo que amenazaba la base del sistema económico y político dominado por Estados Unidos (también conocido como ‘orden internacional basado en normas’)”.

Por detrás de todo aparece lo que verdaderamente está en juego para Washington: la posibilidad de perder su hegemonía, durante mucho tiempo indiscutible, en un mundo que ya no puede sostenerse en la unipolaridad y busca otros rumbos.

Para Prashad, las perspectivas son más que alarmantes: “Estados Unidos y sus aliados pretenden seguir siendo hegemónicos y debilitar a China y a Rusia, o bien erigir un nuevo telón de acero alrededor de estos dos países. Ambos enfoques podrían conducir a un conflicto militar suicida”, concluye.

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