Leonardo Carreño

La hora de la verdad

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01 de abril de 2022 a las 21:32

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El estrecho margen del resultado del referéndum, favorable a mantener vigente toda la Ley de Urgente Consideración (LUC), confirma grosso modo el país de dos mitades que dibujaron las elecciones presidenciales pasadas, lo que supone un enorme reto para la coalición multicolor y el opositor Frente Amplio (FA). 

El apoyo en las urnas a la principal ley de la administración de Luis Lacalle Pou –49,86% de la papeleta del No, más el 1,32% de los sufragios en blanco, sin incluir los observados– confiere más autoridad al plan reformista del gobierno. 

La hoja de ruta con la cual Lacalle Pou ganó las elecciones en segunda vuelta, en noviembre de 2019, fue refrendada por el voto popular casi a mitad del mandato.

Exigua mayoría, sí, pero la misma, prácticamente, con la cual los partidos coaligados ganaron el balotaje. Y no hay que dramatizar cuando es un resultado apegado a las reglas de juego democráticas y ajustado a la ley. 

Es un respaldo significativo, además, teniendo en consideración el contexto de la pandemia del covid-19 y sus efectos nocivos en diversos aspectos económicos y sociales. 

Ahora llegó el momento de que el Poder Ejecutivo demuestre que la LUC es un instrumento idóneo para encauzar reformas urgentes del país.

Con la gobernanza de la educación firme, no hay excusas para demorar más la mejora de la calidad de la enseñanza, ya de por sí un proceso de muy largo aliento. 

En el aspecto económico, afianzar la regla fiscal, transformar un modelo estatista anquilosado, pensando en entes comerciales e industriales transparentes y una gestión acorde a la apertura al mundo, y buenas agencias reguladoras. 

La mesa está servida para concretar un conjunto de reformas permanentemente postergadas. 

El FA también enfrenta desafíos propios como fuerza opositora con vocación de poder. El 48,82% de votos que obtuvo el SI, la opción para derogar 135 artículos de la LUC, junto al PIT-CNT y otras organizaciones sociales, también tuvo su mérito.

El contexto pandémico no impidió llegar a las firmas necesarias para la convocatoria al referéndum y luego perder por apenas algo más de 20 mil votos.

La coalición de izquierda fue hábil en sortear dos debilidades objetivas: 1) en el Parlamento había apoyado e intervenido en artículos que luego pretendió derogar; 2) un proceso de renovación de liderazgos en el que todavía no tiene visibilidad una figura aglutinadora como la del expresidente Tabaré Vázquez, por ejemplo.

En ese contexto, el FA se ha radicalizado, influenciado por un PIT-CNT con gran capacidad de movilización, que conjuga posiciones ideológicas ortodoxas de izquierda con una defensa cerrada de ciertos corporativismos. La actitud de los sindicatos de la enseñanza y el de los trabajadores de Ancap, son dos ejemplos significativos. 

Es muy difícil imaginar hoy que el FA se involucre en un diálogo razonado con el gobierno multicolor, sin que ello suponga cejar en su papel opositor desde el lugar importante que ocupa en la democracia representativa.

Priorizar la acumulación de fuerza mediante la movilización político-sindical y estirando a más no poder el uso de instrumentos de la democracia directa, en un país de una sólida estabilidad  y una perspectiva económica alentadora, puede significar un tiro en el pie si pretende regresar a la Torre Ejecutiva.

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