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La (ir)responsabilidad de la OMS

"Y los expertos de la OMS hacen mal en pretender tener certezas y dar recomendaciones que, en el extremo, hasta son contraproducentes"
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11 de abril de 2020 a las 05:04

Por 

Lajos Kossuth

La serie empieza los primeros días de enero. En su primer episodio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reporta que China ha venido descubriendo una serie de neumonías ‘atípicas’ en la ciudad de Wuhan desde el 12 de diciembre del 2019: 59 casos, 7 de ellos severamente enfermos. Para la quincena del primer mes del año el villano ya estaba identificado (al menos preliminarmente). Un coronavirus nuevo, desconocido, de cuya transmisión aun no se tiene evidencia pueda producirse entre humanos. Así que no teman. Aún. 

El primer reconocimiento se hace a finales de enero. La OMS anuncia que ha encontrado evidencia de transmisión entre humanos en Vietnam y China, pero que esta es “limitada”, que el virus produce “síntomas leves en la mayoría de la población”, que solo “el 20% de casos se vuelve grave”, que solo “algunos han muerto” y que, por ahora, esta es básicamente “una emergencia china”. Difícil entender como una enfermedad leve, con limitado grado de transmisibilidad y escasa mortalidad pueda ser considerada una “emergencia”. Pero eso es problema de China. Por ahora, sigan sin temer.

Para este entonces es que la asimetría entre el análisis y recomendaciones de los expertos de la OMS y lo que está ocurriendo en el mundo real empieza a hacerse mucho más notoria. En un artículo que ahora ya es profético, Yaneer Bar-Yam, del Instituto de Sistemas Complejos de Nueva Inglaterra, y otros colegas, recomiendan adoptar el “principio de precaución” para lidiar con el virus. Es decir, ante el altísimo ‘riesgo de ruina’ que supone un proceso tan complejo y riesgoso como el de propagación de un virus desconocido, más vale sobre-prevenir que sobre-lamentar. Advierten, por ejemplo, de lo vital que es reducir drásticamente la movilidad del virus, especialmente cuando se sabe tan poco sobre este. El artículo se publica el 26 de enero. 

Al 7 de febrero, 72 países ya han implementado algún tipo de control en el transporte, sobre todo internacional. Sin embargo, hasta a comienzos de marzo la OMS sigue insistiendo en que, cualquier país que interfiera con el libre tránsito internacional, ha de informarle cuál ha sido la razón de ello en las siguientes 48 horas, como lo establece la Regulación Internacional sobre Salud. Es decir, ante riesgo de pandemia, incurrir en trámites burocráticos. Peor aun: sus expertos, en entrevistas dedicadas a resolver consultas del público y ‘pelear la guerra contra las noticias falsas’ -como la que da Carmen Dolea el 10 de febrero-, recomiendan “no cancelar viajes” y exhortan a “no imponer restricciones al tránsito internacional”, inclusive dentro de China, el epicentro mundial.

Llegamos entonces al típico episodio en el que los protagonistas recuerdan ‘flashbacks’ del pasado. En lo que ahora resulta una ironía monumental, el 3 de febrero la OMS tuitea sobre un estudio realizado en setiembre del 2019 que concluía lo siguiente: “el mundo no está preparado para una pandemia respiratoria global que pueda matar hasta a 80 millones de personas, devastar economías y crear caos social”. Ellos tampoco, evidentemente. Recién el 11 de marzo el problema es considerado una ‘pandemia’, cuando dos días antes, el 9, no lo era porque solo 4 países reportaban el 93% de los casos. ¿Qué cambió en 2 días? Solo los expertos de la OMS lo saben. Ah, y es solo a finales de marzo que -al menos a través de twitter- exhortan a suspender los viajes internacionales. Ahora sí: teman.

Es evidente que el ahora bautizado COVID-19 es un virus cuyas características están siendo descubiertas y actualizadas día a día. Es imposible saber a ciencia cierta, hasta el día de hoy, qué recomendaciones específicas dar para combatirlo. Y sobre el futuro, ni Nostradamus. Sumado a eso existe la natural tendencia de organismos internacionales a tratar de ‘mantener la calma’ para que la gente no entre en pánico, que eso puede ser peor que la misma enfermedad. Pero los expertos tienen una responsabilidad enorme de cara al público ‘no experto’. Si no saben, no saben. Pretender certeza donde no la hay es peligrosísimo. 

Y esto por básicamente dos razones. Primero, y más evidente, porque pierden credibilidad (hay una entrevista excelente de El Confidencial, de España, a Sergio Romagnani, científico italiano, en la que cuenta como lograron contener el virus en Véneto ignorando expresamente las recomendaciones de la OMS). Y en un contexto de crisis sistemática como el actual, perder confianza en las instituciones es nefasto para el orden democrático. Pero segundo, y más importante desde mi perspectiva, porque parte vital del control de la pandemia es la conducta humana. Por ejemplo, se requeriere que la gente comprenda que el distanciamiento social es clave, no solo para evitar que la tasa de contagios siga aumentando, sino primordialmente para no sobrecargar los sistemas de salud y evitar generar riesgos derivados en pacientes -o potenciales pacientes- diferentes a los ocasionados directamente por el coronavirus.

Pero la OMS, por un lado, indicaba que este nuevo virus producía síntomas leves, como de resfriado, y que era peligroso en personas ancianas, inmunodeprimidas, y con comorbilidades; por el otro, es una “emergencia en China” e Italia decide implementar un ‘lockdown’ a nivel nacional. ¿Quién puede procesar racionalmente ambos ‘hechos’ a la vez? No debe sorprender entonces que la toma de decisiones de la gente se manifieste en un espectro donde predominan los extremos: o es una gripecita, que por qué me obligan a estar en mi casa, o sálvese quién pueda y me acabo el papel higiénico de los supermercados. 

Ante la ignorancia sobre un evento de tamaña magnitud, es mejor -y, diría, hasta racional- pecar de precavidos. Y los expertos de la OMS hacen mal en pretender tener certezas y dar recomendaciones que, en el extremo, hasta son contraproducentes (claros ejemplos son la reticencia a recomendar la suspensión de los viajes internacionales y su reciente campaña en contra del uso de máscaras). La serie aun no llega su último episodio. Espero que termine en un final feliz, o al menos responsable. 

 

Lajos Kossuth es un Economista peruano, doctorando en Ciencias Conductuales por la Universidad de Warwick, Master en Estudios de Desarrollo por la London School of Economics and Political Science. Especialista en ciencias conductuales y análisis y ejecución de políticas públicas.

www.latinoamerca21.com, un proyecto plural que difunde diferentes visiones de América Latina.

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