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13 de febrero 2013 - 13:56hs

En El origen de la tragedia, Friedrich Nietzsche recrea las tradicionales carnestolendas griegas, donde todos, sin importar la procedencia social, le ofrecían a Dioniso, el dios del vino, sus bocas y cuerpos. Cuenta Nietzsche que desfilaban con estandartes obscenos y que nadie quedaba fuera de la bacanal. Aquella luna encontró este lunes en La Pedrera un rito pagano parecido.

En la previa, nadie sabía cuánta gente podía ir. Ni las autoridades de la intendencia de Rocha, ni los comerciantes, ni los vecinos. Las noches anteriores al carnaval habían sido calmas con relación a otros años: menos gente, menos fiesta. Pero llegó el lunes y La Pedrera se convirtió otra vez en una ciudad en la que el baile, las bombitas de agua y la espuma cubrieron cada rincón de la calle principal. A diferencia del año anterior, no hubo muertos. “La cosa funcionó”, dijo a El Observador el intendente de Rocha, Artigas Barrios, quien estima que 15 mil personas se acercaron al balneario; unas 5.000 menos que en 2012.

Una de las ventajas obvias de que hubiera menos carnavaleros fue la circulación. Por ejemplo, se podía caminar por la calle principal con tranquilidad. En 2012, trasladarse de una esquina a otro fue una odisea digna de contorsionistas.

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Este año, hubo pachanga, mucha pachanga, pero también orden. Al puesto de control principal llegaban, en goteo constante, jóvenes pasados de copas. Lo hacían sobre cajas de camionetas y arriba de colchones varios. En cuatro de las llamadas “carpas de achique”, funcionarios de la Secretaría Nacional de Drogas realizaban los primeros auxilios a los heridos y luego los trasladaban al puesto central, donde atendían médicos. Cuando alguno de los festejantes caía, tenía dónde hacerlo. Suena sencillo, pero, desde que se organizó el primer carnaval de La Pedrera, en 1999, nunca había existido algo semejante.

Frente a esa escena de colchones en el piso y jóvenes con pérdida de conciencia, cuesta imaginarse cómo era el carnaval sin ese servicio. ¿Qué pasaba antes con esos muchachos y muchachas? La respuesta es sencilla: quedaban tirados en la calle. Este año, recibieron asistencia y, quizá por eso, a Barrios el balance de la fiesta le dio positivo.

Pero también hubo espacio para reclamos políticos. Integrantes de la Confederación de Pueblos Costeros, con máscaras de calaveras, realizaron una marcha fúnebre. El difunto era el Uruguay Natural que, como el resto del corso, murió en el mar. Hace al menos tres años que el corso, uno de los ingredientes más sabrosos de este carnaval, no podía recorrer la calle principal. Era imposible. El embotellamiento humano lo impedía. Este año pudo y se lució, sin dejar fuera del trayecto al público que acompañaba bailando y cantando.

Detrás de la marcha fúnebre desfiló sobre un camión el conjunto Impactos. Se vivieron momentos de suma tensión cuando, a metros del mar, cuando el desfile terminaba, el canto de las calaveras fue eclipsado por la cumbia de Impactos. “Pobre Uruguay / lo llevamos a enterrar / el campo y el mar / cómo vamos a extrañar”, cantaban a viva voz los ambientalistas. “El que quiere sexo que levante la mano”, retrucaban a unos metros y con amplificación los cumbieros del Chuy. Una calavera tiró una botella de plástico sobre el parabrisas del camión cuando llegó a destino. Y no pasó más nada. Cada uno para su lado y a seguir con la fiesta.

La comparsa rochense Hastacuandombe, con hermosas mamas viejas y vedettes, puso la cuota tradicional, y los boliches, al menos uno por cuadra, ofrecieron música para todos los gustos. Había cuadras que insistían con la cumbia, otras con rock argentino y algunos puntos en los que los ritmos electrónicos marcaban el compás.

A la hora 6, los boliches apagaron la música y la muchachada emprendió la retirada. Solo un local desafió la orden municipal y fue sancionado, contó el intendente. A diferencia de otros años, una cuadrilla de 60 trabajadores limpió el chiquero que quedó en las calles. Al mediodía, el balneario ya estaba limpio y la actividad se retomó sin complicaciones. “No hubo ningún problema relevante. Los vecinos expresaron que se sintieron respetados”, concluyó el intendente que, por primera vez, además, participó de la fiesta.

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