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La perspectiva de familia

El fortalecimiento de la familia debe ser un objetivo fundamental de todas las políticas públicas

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26 de octubre de 2021 a las 13:14

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Daniel Iglesias Grèzes*
Especial para El Observador

Comienzo recordando una vez más a los lectores que el Artículo 40 de la Constitución Nacional, que debería estar grabado de un modo indeleble en la mente de todos los ciudadanos uruguayos, dice lo siguiente: “La familia es la base de nuestra sociedad. El Estado velará por su estabilidad moral y material, para la mejor formación de los hijos dentro de la sociedad.” Por consiguiente, defender, fortalecer y promover la familia no es algo opcional para un gobierno uruguayo. No es algo que éste puede hacer o no en función de su ideología política o de sus intereses, sino un mandato constitucional que todo el Estado uruguayo, por medio de sus diversas ramas y niveles de gobierno, debe cumplir lo mejor posible.

A diferencia de la “perspectiva de género”, que, por ser una doctrina filosófica más que dudosa, discutible y discutida, no puede ser asumida oficialmente por el Estado uruguayo sin que éste viole profundamente su proclamada laicidad, la que podríamos denominar “perspectiva de familia” es una idea que el Estado uruguayo tiene el deber constitucional de adoptar, según surge claramente de la letra de la Constitución.

La “perspectiva de familia” consiste simplemente en que todas las políticas públicas (la política económica, las políticas sociales, la política educativa, la política de seguridad ciudadana, etc.) deben tener como uno de sus objetivos centrales el fortalecimiento de la familia. Al diseñar cualquier política pública, una de las preguntas principales que se deben plantear los gobernantes y los políticos es la siguiente: ¿Esta política vela realmente por la estabilidad moral y material de la familia? Como vimos, la respuesta a esta pregunta no apunta a determinar solamente la conveniencia o inconveniencia de esa política sino también su constitucionalidad o inconstitucionalidad.  

De nada sirve que nos hagamos trampas jugando al solitario, diciéndonos que en realidad todas las políticas públicas favorecen a la familia, porque hay muchos modelos de familia, incluyendo las familias unipersonales. Es evidente que cuando los constituyentes redactaron el Artículo 40 de la Constitución tenían en mente algo muy concreto: la familia basada en el matrimonio. Nótese que dicho artículo establece una relación esencial entre la familia y los hijos, al considerar a la familia como una institución orientada a “la mejor formación de los hijos dentro de la sociedad”. Y, por ejemplo, una familia formada por una viuda y sus hijos no es otro modelo de familia, sino una familia herida por la pérdida del esposo y padre.

Según una encuesta muy reciente, la mitad de los uruguayos solteros no planea casarse.1 La actual tendencia a una fuerte disminución de la nupcialidad está muy ligada a una fuerte disminución de la natalidad. Obviamente es posible tener hijos fuera del matrimonio, pero en muchos casos las mismas ideas que impulsan a no casarse impulsan también a no tener hijos. Todo esto debería ser un motivo de gran preocupación para cualquier gobierno. Según nuestra Constitución, la base de nuestra sociedad es la familia, no el individuo aislado. Y, como ya dije, el significado original y por ende vinculante de “familia” en la Constitución es la familia basada en el matrimonio, no en el concubinato o en relaciones románticas más o menos precarias. De allí se deduce que la defensa y promoción del matrimonio es un deber constitucional del gobierno.

No cualquier colección de individuos es capaz de formar una sociedad sana. Por ejemplo, una sociedad formada principalmente por individualistas (es decir, por personas que se rigen por el lema “primero yo” o, peor aún, “primero yo, segundo yo y tercero yo”) es una bomba de tiempo a la espera de una crisis que la haga explotar. El individualista tiende a orientar su conducta por la búsqueda del mayor placer para sí mismo, normalmente dentro de la ley, para evitar las penas establecidas para los delincuentes. En otras palabras, el individualista tiende a hacer, no lo que debe, sino lo que le conviene en una perspectiva utilitarista. A la corta o a la larga ese egoísmo sistemático es muy nocivo para la sociedad.

Concluyo subrayando que en la cuestión aquí expuesta la doctrina cristiana coincide con la sabiduría de nuestra ley fundamental. Lo probaré mediante una cita: “La familia es el núcleo en el cual una persona aprende primero el amor humano y cultiva las virtudes de la responsabilidad, la generosidad y el cuidado fraternal. Las familias fuertes se construyen sobre la base de matrimonios fuertes. Las sociedades fuertes se construyen sobre la base de familias fuertes. En verdad, todas las comunidades cívicas deberían hacer lo que puedan para promover políticas económicas y sociales que ayuden a los matrimonios jóvenes y faciliten su deseo de formar una familia. Lejos de permanecer indiferente al matrimonio, el Estado debe reconocer, respetar y apoyar esta venerable institución”.2  


* Otros textos del autor en: https://danieliglesiasgrezes.wordpress.com.


https://www.busqueda.com.uy/Secciones/Solo-dos-de-cada-10-uruguayos-se-definen-como-feministas-y-practican-una-religion-la-mitad-de-los-solteros-no-planean-casarse-uc49640
2 Papa Benedicto XVI, Castel Gandolfo, 13/09/2007; texto traducido del inglés por mí.

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