Opinión

La pesadilla de los cajeros automáticos

Sigue la eterna polémica por los cajeros automáticos
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19 de diciembre de 2018 a las 05:01

Tabaré Vázquez y los miembros del gabinete deben soñar con cajeros automáticos volando por los aires. En los últimos largos meses, años tal vez, a partir de la imposición arbitraria de la mal implementada inclusión financiera, el cajero automático cobró un rol relevante en la vida cotidiana de los uruguayos. Es la vedete de los tiempos que corren.
Si no es porque los delincuentes los hacen explotar sin que nadie llegue a tiempo para detenerlos, es por el rosario de improperios que los usuarios de la máquina arrojan al viento cuando aparece el cartel que indica que no hay dinero para ejecutar la operación de extracción de pesos o dólares. 

No hay un solo uruguayo que no haya tenido que recorrer tres, cuatro y hasta cinco cajeros automáticos para tener que volver meter el bendito plástico en la billetera por no lograr extraer billete alguno. 
No hay usuario que no se haya topado con la ridiculez de ver carteles que indican que las máquinas tienen sistema de entintado, los que, por contrario, le indican al ladrón que hay otras que no lo tienen. Una invitación al delito por omisión.

Pequeñas localidades del interior han quedado sin liquidez porque el único cajero a la redonda padeció la imprevista visita de estos explotadores seriales dejando en su lugar un buraco con vidrios rotos por todos lados. La forma como el ministro del Interior ha manejado el tema es tan improvisada como triste. Que son chilenos, que esto y lo otro. Pero allí siguen tan campante siendo detonados, uno tras otro.
Ya se ha perdido la cuenta del número de cajeros automáticos que han sido volados, explotados, implosionados, dinamitados o directamente arrancados de cuajo. Hasta se llegó a la original solución de ubicar un cajero automático dentro de una comisaria para tentar la osadía de los delincuentes. Ocurrió en Parque del Plata, Canelones. Es tan absurdo el relato que solo resta esperar cuándo se las ingeniarán para atacar en el corazón mismo de la policía al susodicho cajero automático protegido.

Es tal el desnorte que viven las autoridades con relación a los cajeros automáticos que trascendió un fallo de la Justicia que honestamente arroja serias dudas sobre el real impacto disuasorio en el mundo del delito. 

Al igual que la insólita decisión de postergar el cumplimiento de una pena para que el reo vacacione en Valizas, ahora, como si fuera un caso de acoso, la Justicia falló que un amigo de lo ajeno no podrá acercarse a 500 metros de un cajero automático.
Las crónicas indican que un individuo intentó robar un cajero que no había sido volado aún. Fue detenido luego de que la policía lo identificó gracias a las cámaras. A las horas lo detuvieron cerca del lugar. Se trata de un hombre de 28 años sin antecedentes. El juez penal de 37º turno dispuso que tenga que cumplir medidas cautelares por seis meses.
El asaltante deberá fijar un domicilio, presentarse en la comisaría correspondiente y no podrá acercarse al cajero que intentó robar en un radio de 500 metros, además de tener que cumplir trabajos comunitarios. 

Un final de realismo mágico que ni al más osado de los novelistas se le ocurriría en esta triste saga de los cajeros automáticos y su intrincada relación con los uruguayos en la era de la inclusión y de la creatividad de las fiscalías. 

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