JUAN CARLOS CARDENAS / ARGENTINA

La tentación del default: el kirchnerismo coquetea con la posibilidad de no firmar con el FMI

Hay temor a que el gobierno pierda margen de acción fiscal por la auditoría de las misiones técnicas del organismo; en tanto, el dólar se muestra cada vez más volátil

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27 de enero de 2022 a las 16:43

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En la mitología del kirchnerismo, uno de los momentos definitorios del nuevo proyecto político ocurrió en diciembre de 2005, cuando el entonces presidente Néstor Kirchner anunció la cancelación de toda la deuda pendiente con el Fondo Monetario Internacional y asimiló ese acto a una declaración de independencia económica.

Ese gesto costó 9.800 millones de dólares de un plumazo, un lujo que el expresidente podía darse porque el Banco Central contaba con reservas por 30 mil millones, en pleno boom de la exportación sojera.

A 16 años de aquel hito, Cristina Fernández se enfrenta a uno de sus mayores dilemas: no quiere quedar atada a un acuerdo con el FMI, pero integra un gobierno que tiene reservas casi en cero, una deuda de 44 mil millones de dólares más intereses, mercado de crédito cerrado y una urgencia por frenar la sangría de divisas.

Esa contradicción se está plasmando en una dura pelea interna en la coalición gubernamental: ya sea la propia Cristina o sus voceros, salen todos los días a hacer advertencias en el sentido de que no se puede firmar cualquier acuerdo.

La condición que puso la expresidenta es que no puede haber una exigencia, por parte del FMI, de un ajuste fiscal que ponga en riesgo el crecimiento de la economía, la inversión en obra pública y la financiación de planes de asistencia social. Fue un punto con el que el ministro de economía, Martín Guzmán, que lleva adelante las negociaciones, se comprometió.

Pero en los últimos días surgieron revelaciones que pusieron al kirchnerismo en alerta, a tal punto que se está formando una fuerte corriente de opinión que sostiene que es mejor un default que un mal acuerdo.

De manera que lo que todo el mundo veía como un hecho imposible –un inédito default con el FMI, a quien Argentina no dejó de pagar ni siquiera en su crisis financiera del 2001– ahora pasa a ser no solamente algo factible, sino que hay quienes lo ven como hasta políticamente beneficioso.

Temor al costo político de un acuerdo

En realidad, la disminución del déficit fiscal –clásica desavenencia entre el FMI y los gobiernos– no es tan grande cuando se miran los números. Guzmán está pensando en un rojo de 2,8 puntos del PBI, en base a un mix de más recaudación por crecimiento de la economía y un menor gasto estatal en subsidios. El Fondo, por su parte, quiere que este año se cierre con un déficit de 1,9%.

En cambio, donde hay una mayor divergencia es en la velocidad a la cual se debe llegar al equilibrio fiscal. Guzmán prevé un sendero gradualista, que recién lograría eliminar el déficit dentro de seis años, el doble del plazo que quiere el Fondo.

Esa diferencia sí es importante, porque determina cuánto margen de acción tendrá el gobierno en la segunda mitad de su mandato y, por lo tanto, en qué medida podrá recurrir a las herramientas fiscales para mejorar sus chances electorales en 2023.

Pero lo que más preocupa al kirchnerismo fue una revelación que el propio Guzmán hizo en los últimos días. El acuerdo no supondría, como se creía inicialmente, en un refuerzo de las reservas del Banco Central y el establecimiento de un nuevo cronograma de pagos, sino en que el FMI haría desembolsos cada vez que Argentina tenga un vencimiento de una cuota.

La condición para ello sería el regreso de las legendarias “misiones” de funcionarios, cuya función es auditar, con una frecuencia trimestral, si el gobierno está cumpliendo con los recortes fiscales acordados, y elevar un informe al directorio. Cada eventual desvío de las metas fiscales supondría la necesidad de pedir un “waiver” para que el FMI siga enviando dinero.

Los kirchneristas ven esa situación como inadmisible desde el punto de vista político, sobre todo porque, por iniciativa del propio gobierno, ahora cada acuerdo por la deuda debe tener el aval explícito del Congreso. Temen una pérdida del capital político de Cristina si, en el Senado que ella preside, se llegara a votar un acuerdo en condiciones que juzgan indignas.

La sola idea de que vuelva a repetirse –como en los tiempos de Raúl Alfonsín o de Fernando de la Rúa– la llegada de funcionarios del Fondo, con una multitud de movileros y camarógrafos esperándolos en el aeropuerto de Ezeiza, y que esos funcionarios expliquen los recortes adicionales que exigirán en el gasto público, es sencillamente indigerible para el núcleo duro del kirchnerismo.

Pero no todo se limita apenas a una cuestión de imagen. El temor que esbozaron dirigentes y referentes mediáticos de ese espacio es que, si se firmara un acuerdo en el que se dependiera del desembolso de dinero del FMI cada vez que venza una cuota, eso le daría al organismo un poder de influencia sobre la política local.

Algunos dirigentes llegaron a hablar sobre la posibilidad de que, si la situación económica se complicara y no se pudiera cumplir con un recorte fiscal, entonces el FMI podría tomar la decisión de cortar el flujo de fondos –algo que ya le ocurrió a De la Rúa en el 2001– con lo cual se forzaría al país a un default con el organismo.

Bajo ese supuesto, hay dirigentes que opinan que, ante el riesgo de un default, sería preferible que ocurriera lo más lejos posible de las elecciones –es decir, ahora mismo– y no en el segundo semestre del año próximo, cuando esa situación pueda tener un fuerte impacto sobre la economía y la propia campaña electoral.

Declaraciones explosivas

Ese nerviosismo del kirchnerismo respecto de que se firme un acuerdo con mayores costos que beneficios quedó explícito con una serie de declaraciones públicas de dirigentes cercanos a Cristina Fernández. Por ejemplo, el radical disidente Leopoldo Moreau, quien dijo que el gobierno podría verse empujado a caer en default contra su voluntad.

“El FMI siempre ha impuesto la misma receta, ya que se quiere aplicar políticas que terminan generando pobreza y conmociones sociales, y creemos que el déficit se irá reduciendo por el crecimiento de la economía y no por la reducción de los gastos”, afirmó Moreau.

En tanto Claudio Lozano, director del Banco Nación, afirmó que los medios hacen aparecer la falta de un acuerdo como más grave de lo que puede ser en realidad. “No hay que tenerle miedo al default, es una construcción discursiva del capitalismo financiero”, declaró.

Pero, sobre todo, la atención del ambiente político está permanentemente en las señales de la propia Cristina. En su última aparición pública, al asistir a la asunción de Xiomara Castro en Honduras, tuvo palabras duras para con los organismos multilaterales de crédito, como el FMI, a los que acusó de promover una desaparición del Estado de las funciones básicas de asistencia. Insinuó incluso que es por ese motivo que avanza el narcotráfico en América Latina, dado que los traficantes ocupan parte de esas funciones que el Estado no puede solventar.

El mercado, nervioso

En semejante marco de incertidumbre, la volatilidad del mercado ya no sorprende a nadie. El dólar paralelo bate récords todos los días y ya se ubica en torno de $224, es decir una brecha de más de 100% respecto del tipo de cambio oficial.

El índice de riesgo país se disparó por encima de los 1.900 puntos –un nivel típico de país que ya incurrió en default– mientras los bonos soberanos siguen hundiéndose y ya perdieron un 12% en enero.

Pero el indicador que más nerviosismo genera es el de las reservas netas del Central –es decir, lo que queda en la caja luego de restar los encajes bancarios, los créditos y las tenencias en oro–. Está actualmente en apenas 1.500 millones de dólares. Y es por eso que se intensificaron los rumores sobre la posibilidad de que Argentina negocie con China un swap que fortalezca las reservas, algo que podría concretarse en la próxima visita de Alberto Fernández a Beijing.

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