Nacional > ANÁLISIS

Las reglas laborales de UPM deben valer para todos

O se logra una convivencia equitativa y sinérgica entre vacas y árboles o nos convertiremos en un país forestal turístico con muy poca inversión de riesgo
Tiempo de lectura: -'
03 de diciembre de 2017 a las 05:00
Para la ganadería uruguaya el 2017 parecía que terminaba siendo un año razonablemente positivo. Aunque como todo el resto del agro sus números son ajustado al extremo, a pesar de que los costos hacen muy difícil el negocio como a todos los del agro, un año lluvioso y sin fríos intensos había ayudado a una buena producción. Empezaba noviembre, el mes más importante de ventas con un precio aceptable para industriales y ganaderos algo por encima de los tres dólares por kilo de carcasa de novillo.

Con la exportación en pie como garantía, los productores apuestan a la cría, la cantidad de vacas es la mayor de la historia y presumiblemente la mayor producción de terneros nacidos esta primavera seguramente también lo será. Lo sabremos cuando se realice la contabilidad a mediados del año próximo.

Los ganaderos, como todo el agro, vienen de años mucho más difíciles de lo que los uruguayos de la ciudad creen. Los costos se inflan cuando los precios de los productos son altos. Pero desde 2014 los precios de los productos bajaron y la mayoría de los costos siguieron altos: impuestos y aportes, energía y mano de obra, los gastos de educar a los hijos, y en muchos casos el peso de las obligaciones financieras asumidas para cruzar estos años de precios bajos o para pagar inversiones realizadas en los años de bonanza.

Los productores tienen un aliciente fundamental para generar terneros: los pueden vender tanto en el mercado interno como en la exportación en pie. Y en Uruguay agregar valor a través del trabajo local se ha vuelto cada vez más difícil. De modo que cada año se va más ganado en pie. Claro que eso es lo que permite que se produzcan también cada vez más terneros. Pero en el medio queda una industria que no logra optimizar el uso de su capacidad instalada y tiene los mismos problemas de costos que los productores. Ahí nomás está Paraguay, con energía más barata, menos impuestos, menos costos laborales y un Estado ansioso y deseoso de que los emprendimientos prosperen.

Estaba cerrando entonces un año en el que al menos las lluvias que todavía son gratis habían permitido una buena producción y la mochila de los costos se cargaba, a la espera de la apertura del mercado de Japón y del cierre de las negociaciones con la Unión Europea valorizaran la colocación del producto uruguayo. En noviembre la ganadería miraba su horizonte futuro: en INIA Las Brujas se discutía sobre genómica y calidad de carnes, en INIA Treinta y Tres se discutía sobre competitividad y sustentabilidad, los productores de carne intensiva hacían público su protocolo de buenas prácticas y en INAC se avanzaba en el análisis objetivo de las carcasas a base de escáneres.

Pero como en las películas de terror, la calma, luego de dos años muy difíciles, escondía la llegada del momento de tensión extrema. El frigorífico Solís decide bajar costos, reducir su plantilla, el conflicto estalla y se propaga. Al margen de quien tenga la razón en lo sucedido –y presumiblemente el 100% de la razón no estará en un solo lado–, hay dos aspectos del tema que obligan a una reflexión y tal vez a que alguien diga fuerte y claro un nunca más.

Es claro y evidente que quien paga los costos principales del conflicto no tiene culpa alguna en su generación. Los productores que trabajaron todo el año para vender sus novillos gordos en noviembre y así pagar los aguinaldos y tomarse su merecido descanso, están con sus ventas demoradas y con el precio del producto en baja. Todos quieren vender y la demanda no puede operar. No se entiende porque la empresa decide los despidos en el momento de más oferta, porque los trabajadores no flexibilizan sus posturas cuando la empresa cambia despidos por seguros de paro ampliados, ni por qué el ministro de Trabajo no sigue las negociaciones en forma personal en el día clave, sabiendo el enorme daño que se produce. Los productores con la ñata contra el vidrio son los que pagan la factura mayor.

Pero más importante que lo anterior y aquí es donde debería venir el cambio cultural: pasar de un conflicto a la generalización de los piquetes en varias empresas es algo que ha mostrado muy claramente la discriminación que sufre la ganadería frente a la inversión de UPM.

Los finlandeses con toda lógica y racionalidad, le han dicho al gobierno "invertimos, si nos garantizan que los sindicatos no nos van a patotear". Y el supuesto de que el derecho de huelga da luz verde a ocupar una empresa, no es aceptable para ellos.

Lo ha expresado con claridad el gerente de la Asociación de Promotores Privados de la Construcción en una columna del diario El País, UPM no se ocupa, las empresas uruguayas si.

Y en el caso de la relación forestación/ganadería la competencia por la tierra es directa. Estoy seguro que en este mismo momento, hay cientos de productores ganaderos enojados, ofendidos, desanimados que están pensando que es mejor arrendar la tierra a una empresa forestal que seguir haciendo el esfuerzo de producir. Porque es su producto el que se ha desvalorizado con el conflicto que ha trabado la faena de ganado. Cada productor ha perdido miles de dólares por una situación en la que no tiene culpa alguna.

Es muy bueno que UPM ratifique su intención de invertir en Uruguay. Es muy bueno que reclame relaciones laborales mutuamente respetuosas, con derecho de huelga si, pero sin piquetes ni ocupaciones. Pide en definitiva racionalidad y lo hace respaldada por lo que indica la Organización Internacional del Trabajo.

Pero no puede haber una regla de juego para el externo y otra para el local. Este conflicto ya ha hecho perder millones de dólares, pero será una buena inversión si permite que se regrese a una lógica de relación laboral equilibrada que parece haberse perdido.

Como dice un análisis del estudio Pérez del Castillo y Asociados que cita Aníbal Durán en su columna "No pueden ser reglas especiales solo para UPM". El acuerdo con UPM abre una oportunidad. Porque "la solución prevista en el acuerdo (entre el gobierno y UPM) sería auspiciosa en tanto implicaría hacer obligatorias determinadas regulaciones sobre cuestiones laborales que se echan en falta, y que conferirían seguridad jurídica, favorecerían la negociación colectiva y promoverían una mejora en las relaciones laborales. Lo anterior debería encararse de la mano de la solución a las observaciones que la Organización Internacional de Trabajo hizo a nuestro país en relación a la ley de negociación colectiva y la regulación de ocupaciones. De ser así, estaríamos ante una reforma laboral del Derecho sindical uruguayo".

Pero que haya una oportunidad no debe ocultar que también hay una grave amenaza. Si hay garantía de ausencia de piquetes para unos y no para otros, el uso de la tierra en Uruguay pasará a estar determinado por factores que nada tienen que ver con la competitividad genuina sino con la capacidad de lobby, donde una gran empresa extranjera puede obtener del Estado lo que no pueden las pequeñas empresas locales.

Lo que está sucediendo es triste. No solo golpea a la producción en su momento más sensible. Ocurre mientras una misión de Canadá audita a la industria, mientras se firma un acuerdo para optimizar el impacto de la trazabilidad en el mercado chino, en fin, cuando tenemos todo para que la ganadería avance. Es un episodio y una semana que muestra como en el principal sector de la economía uruguaya es tan enorme la oportunidad como los errores que se cometen para que la distancia entre el ideal y el presente, entre lo que es y lo que podría ser.

Es un momento clave para reclamar que las razonables condiciones que pide UPM rijan para todos para siempre. O se logra una convivencia equitativa y sinérgica entre vacas y árboles, entre empleadores y empleados, o nos convertiremos en un país forestal turístico con muy poca inversión de riesgo intensiva en mano de obra y pocos trabajadores vinculados a la ganadería y la carne. Pero además donde los inversores de pequeña y mediana escala sabrán que sus empresas pueden ser ocupadas. Las garantías equitativas para todos en beneficio tanto de empleados como de empleadores es lo que debe surgir de este desastroso conflicto.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...