MIKHAIL KLIMENTYEV / SPUTNIK / AFP

Las verdaderas causas de la crisis del gas en Europa

¿Es cierto que Putin “le cerró la canilla del gas” a Europa, sometiéndola a una crisis de proporciones? ¿O hay otras razones detrás del descalabro energético europeo?

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15 de octubre de 2021 a las 05:01

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La crisis energética de la que la Unión Europea empieza lentamente a salir se debió a una suma de factores que van desde la acelerada transición a las energías renovables en esos países y un invierno pasado más crudo de lo esperado, pasando por una desinversión de los mercados en combustibles fósiles como el gas, hasta la recuperación poscovid de las economías que han retomado su actividad y disparan la demanda.

Traté de explicarlo en pocas palabras, pero no es sencillo ¿verdad? 

Tal vez por eso el primer instinto entre políticos, periodistas y analistas fue buscar a un culpable. El “homo palariciensis” de nuestro tiempo tiende a politizarlo y, sobre todo, a polarizarlo todo, desde una elección hasta una pandemia global.

Y el villano perfecto para estos menesteres en Europa es Vladimir Putin, siempre a mano para endilgarle cualquier calamidad que asome a las puertas del viejo continente o de los Estados Unidos.

A fines de setiembre, cuando los precios del gas y otras tarifas se triplicaban en Europa, medio centenar de eurodiputados y otros funcionarios de la Unión Europea culparon a Rusia y a la gasera Gazprom de haber reducido el suministro de gas a Europa, donde más de la mitad del gas que se consume proviene del vecino euroasiático. 

Inmediatamente los medios europeos se llenaron de “graphs”, llamados, títulos y subtítulos como “Putin le cierra el grifo de gas a Europa”; u otros como El País de Madrid: “Rusia aprovecha la crisis energética para exhibir su fuerza frente a la UE”, donde “el periódico global” pintaba a un poderoso líder ruso flexionando sus músculos sobre la necesitada Europa. 

La narrativa sonaba un poco traída de los pelos. Pero hasta David Sheppard, gurú de los mercados energéticos y temas medioambientales del Financial Times –además, experto precisamente en la transición europea a las energías renovables–, se hacía eco de la teoría de la mano negra de Putin en la suba de los precios del gas.

Los motivos del ruso para ejercer una vez más su villanía habrían estado, según estas versiones, en la necesidad de apurar la concreción del gasoducto Nord Stream 2, que conecta a Rusia con Alemania y a cuyo proyecto el gobierno de Washington había opuesto una tenaz resistencia, que tampoco estuvo libre de amenazas y “aprietes” en el propio seno de OTAN.

Pero al final, como dice el tango, “ni murió ni fue guerrero”. Resultó ser que Putin no tenía nada que ver en el asunto, y Gazprom, lejos de reducir su bombeo de gas a Europa, demostró que lo había incrementado.

Las verdaderas causas de la crisis energética han sido documentadas en un reciente reportaje muy lúcido de Bloomberg.

Los mercados energéticos han sufrido una volatilidad bastante aguda desde hace ya años. “Lo que ahora es diferente –sostiene el reportaje de Bloomberg– es que las economías más ricas han llevado a cabo una de las reformas más ambiciosas en sus sistemas de energía desde los albores de la era eléctrica, sin haber logrado aún una manera sencilla de almacenar la energía de fuentes renovables.”

Al pasarse estos países de los combustibles fósiles a la energía eólica y solar, cayeron las reservas de gas; y al aumentar la demanda, producto de un invierno muy frío y de la reactivación pospandemia de las economías, se volvió imposible de satisfacer para la oferta programada.

Esto a su vez presionó fuertemente sobre los precios del gas, lo que se extendió a otras tarifas en los hogares europeos. 

La transición a las energías renovables también les pasó factura con mayor notoriedad a países como el Reino Unido, donde más de la tercera parte de la electricidad que se consume proviene de fuentes renovables. Y este año, la producción de energía eólica (la generada por el viento), por ejemplo, no llegó ni a la mitad de lo esperado.

Está claro que por todo lo necesaria, y hasta imperiosa, que esta transición resulta para el futuro del planeta, en Europa se ha hecho de manera muy apresurada y sin tomar los debidos recaudos. De otro modo, esto no habría pasado.  

Por si fuera poco, en los últimos años, con el boom de los renovables, los inversores en busca de mayores retornos se han ido pasando de las acciones en empresas de combustibles fósiles a las de energías alternativas. Lo que el artículo de marras sintetiza de manera muy gráfica: “Mientras se verifica una sobreinversión en la nueva economía, la vieja economía se muere de hambre”.   

Y a propósito de este tema, la Unión Europea rechazó hace un tiempo los contratos de gas a largo plazo que le ofrecía Rusia y optó por las compras “spot” al contado, cuyo precio lo determinan los mercados. Con lo cual ahora se ha disparado a máximos históricos. Lo que a su vez no deja de llamar la atención sobre el apuro de los parlamentarios europeos en declarar culpable a Putin. Después de todo, ellos mismos cometieron el error de confiar en el mercado como gran regulador de todas las cosas, y en un momento de altísima volatilidad global, decidieron sacrificar la seguridad energética de sus poblaciones en el altar de la oferta y la demanda.

Luego lo más fácil era culpar a Putin de “cerrar el grifo”.

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