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Laura Gutman: “Hoy a los adultos no nos surge espontáneamente hacer el bien al otro, porque estamos infantilmente lastimados”

Con más de diez libros y 30 años de experiencia, Gutman se parece a una "gurú", según a las mamás
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05 de febrero de 2021 a las 05:02

Por Carolina Anastasiadis

Si estás embarazada o sos mamá, seguramente en algún momento te hablaron de ella, te prestaron o regalaron uno de sus tantos libros. Laura Gutman es seguida por las madres como una especie de “gurú”, aunque ella reniegue de ese título.

Tiene más de 10 libros escritos, basados en su experiencia de más de 30 años de trabajo con personas, mamás y no mamás. Entre otras cosas, afirma que muchos de los problemas sociales que hoy vivimos -como la violencia o la dificultad para ver la necesidad de otros- son producto de la falta de “maternaje”, de una conexión real entre mamá y bebé. En sus libros y conferencias, propone revisar la propia “biografía humana” para contactar con esas sombras, con nuestro desamparo infantil, y a partir de esa conciencia poder trabajar en una conexión real con nuestros hijos.

Hace unos días la contactamos para una entrevista que realizamos en Mamás Reales para Abrepalabra –Océano FM-. Aquí la compartimos. Ojalá les interese y, en el mejor de los casos, les sirva para iluminar alguna sombra.

¿Cuándo empezaste a indagar en temas de maternidad?

Cuando era niña tenía una conexión muy especial con cualquier bebé que pasaba por la calle, a tal punto, que veía a un bebé llorar y sentía y sabía lo que le pasaba. Lo que no entendía era cómo la madre no se daba cuenta, cuando para mí era una obviedad. Ya de adulta, siendo madre, empecé a traducir a otras madres lo que sentían sus bebés. Me daba cuenta que tenía una sapiencia, sobre una vivencia muy sutil de cualquier niño pequeño y también, de una manera espontánea, supe que esas madres que no entendían a sus hijos, cuando habían sido niñas, habían sido desamparadas. Ese fue el inicio.

¿Después lo empezaste a estudiar con tu escuela, lo sistematizaste?

En Argentina, muchos años después, empecé a trabajar tratando de apoyar a las madres. Me daba cuenta que eso que les pasaba a los bebés, era bastante análogo a lo que habían sentido ellas en su propia infancia, aunque esas mujeres no tenían registro de eso. Le fui poniendo palabras y orden al mundo emocional de esas mujeres.

Tu habilidad entonces sería un poco la empatía…

Creo que no era solo un tema de empatía. Soy una persona muy mental y traté de ordenar algo de manera mental, poniendo palabras a un territorio emocional confuso para la madre y para el niño. De a poco me di cuenta que no era solo el territorio de las madres, sino de todos los seres humanos, seamos hombres o mujeres, con o sin hijos. Hay algo que compartimos todos y es que hemos nacido del vientre de una madre, hemos llegado al mundo muy inmaduros, con una necesidad de amparo, protección y confort que ninguno ha recibido.

A partir de ahí, es que decís que todos vivimos un desamparo infantil…

Sí. Eso explica por qué somos las personas que somos, por qué el mundo anda como anda, por qué hay tanta violencia, estrago, adicción, infelicidad, insatisfacción. Hoy a los adultos no nos surge espontáneamente hacer el bien al otro, porque estamos infantilmente lastimados; sin darnos cuenta, arrastramos niveles de necesidad, de desesperación y de cosas que no fueron satisfechas. Hoy reclamamos esas cosas como si fuéramos esos niños inmaduros.

Tú proponés reconstruir la propia “biografía humana”, revisar nuestra infancia. ¿En qué se diferencia eso de una terapia típica?

Es absolutamente diferente. A lo largo de los años fui inventando una manera, a prueba y error, de ir abordando a un individuo, para llegar a la realidad de lo que ese individuo vivió de niño. Para lograrlo no escuchamos a la persona que consulta, todo lo contrario. Hacemos un trabajo de detective. Buscamos algo de la experiencia infantil que el propio individuo no reconoce, no recuerda o no sabe. Nos importa poco lo que dice, buscamos pistas en su vida real y las vamos armando con habilidades de detective. Buscamos pistas en donde parece que no hay nada.

Siempre decís que hay un abismo entre lo que vivimos realmente y lo que recordamos que vivimos. ¿Cómo se llega a lo vivido si no es a través del recuerdo?

En el libro El poder del discurso materno hablo de eso. Los recuerdos son organizaciones de la conciencia y la conciencia solo recuerda cosas que han sido organizadas y antes nombradas.  Por ejemplo, si en una sopa de letras, armamos frases y palabras, entonces eso cobra un sentido y por eso lo podemos recordar. Acá pasa lo mismo. A mí me puede haber acontecido algo que si nadie lo nombró no lo puedo recordar. Y al revés, puede no haberme acontecido algo pero si mi madre lo nombró siempre, yo lo organizo y lo tengo ordenado como recuerdo real. Por eso los “recuerdos” que tenemos de nuestra infancia no son para nada confiables, tienen mucho del discurso materno.

¿Por qué nos cuesta tanto conectar con esa sombra y poder decir que nuestra madre capaz no conectó tanto con nosotros?

Siempre se necesita otro para hacer eso; un profesional entrenado que me ayude a verlo. Además, las experiencias infantiles están muy alejadas de lo que la madre nombró, entonces es difícil ver eso. ¿Por qué mamá nombró otra cosa? Seguro que porque tiene organizadas un montón de interpretaciones que están en eje con lo que nombró la abuela y, la abuela con lo que nombró la bisabuela.

Por eso, cuando uno piensa en ser buen padre o madre, hay que saber que no importa tanto lo que haga con mi hijo, si va a la mejor escuela o no, sino que fundamentalmente el niño necesita adultos que estén en una permanente búsqueda del sí mismo verdadero. Una madre que interpreta la vida y afirma “esto es malo, esto es bueno, vos sos tal cosa”, no le sirve al niño. Porque va a tener una referencia bastante falsa de la realidad. Otra cosa es un adulto que cuestione su sí mismo, eso le permite al niño transitar una variedad de opciones. Un adulto así no le impone al niño una mirada del mundo, sino que va a estar disponible para ver hacia dónde ese niño le está pidiendo que lo acompañe. Son dos maneras de llevar adelante su maternidad y paternidad.

¿Con más libertad?

Sí y, sobre todo, le permite un crecimiento en una conciencia plena.

¿Cómo puede una madre entrenar su disponibilidad afectiva cuando no la tuvo de niña?

Primero me interesa aclarar que ser una madre trabajadora no tiene nada que ver con tener o no tener disponibilidad afectiva. La madre que no tiene disponibilidad afectiva, es por lo que le pasó cuando fue niña. En eso soy categórica, por supuesto que una puede no tener registro de eso. Siempre hago lo mejor que puedo, claro. Lo que sugiero es hacer el proceso de la “biografía humana” porque la manera de comprender lo que me pasa y de ver qué posibilidad real tengo de mover alguna ficha respecto a mí misma, mi entorno y mis  hijos; es primero comprender quien soy, de dónde vengo, que me pasó de verdad y qué cosas hice para zafar o sobrevivir a eso que me pasó.  Espontáneamente hacemos lo mejor que nos sale y desde la voluntad no lo voy a poder cambiar porque en general voy a hacer lo que mejor me sale, que es lo que tengo “programado” para hacer, es la forma que me hizo sobrevivir a mi nivel de desamor.

Para cambiar eso que traigo programado yo sugiero el método en el que trabajo, la “biografía humana”, porque es un programa honesto. Miramos la verdad de lo que hay, nos sacamos las vendas para ver lo que pasó. No damos consejos, no decimos lo que hay que hacer, sino que apostamos a que cada individuo, mirando la propia realidad, decida qué hacer con ese conocimiento.

¿Por qué creés que las madres te siguen tanto?

No sé. Nunca digo lo que hay que hacer, soy la anti gurú de las madres, por eso no entiendo lo que sucede. Lo que sí es verdad, es que mis primeros libros describen de manera sencilla las vivencias de cualquier madre de niño pequeño. Ahí hay una identificación, probablemente. En ese sentido hay una habilitación, pero siempre hablo del encuentro con la propia sombra. Yo propongo revisar lo que somos, una investigación ardua y dolorosa en sí misma. No importa si sos madre o no, si sos abuelo, tío, casado o soltero. Todos tenemos un prójimo sobre quien hacer el bien. Por supuesto que las madres, tenemos una enorme responsabilidad para hacer el bien sobre ese niño pequeño que va a ser después un ciudadano. Pero no es que me importen más las madres. Yo hablo todo el tiempo de la niñez, pongo el foco en el niño que hemos sido, no tanto en el niño que hay en casa y que tenemos a cargo, porque empezar por ahí es como arrancar en el capítulo 85.

Tanto las charlas sobre educación como los encuentros para embarazadas siempre se llenan. ¿Creés que hoy hay una preocupación mayor de los padres por maternar y educar?

Soy un poco pesimista al respecto. Está bueno tener las intenciones, que se llenen las charlas, pero voy más al fondo. Creo que no es un tema de buena voluntad sino de conciencia, que son dos cosas que no tienen nada que ver.  La conciencia va más allá de la voluntad, es tomar una conciencia profunda sobre mi ser esencial. Puedo tener la voluntad de criar bien y ponerle garra, pero no alcanza. Si una madre, no tiene conciencia del nivel de violencia del que viene y le pone mucha garra porque dice “a mi hijo no le va a pasar lo mismo”, seguro en su territorio emocional tiene cerradas muchas compuertas y no esté emocionalmente abierta para sentir desde el punto de vista del hijo. Porque ella no conectó con su mamá. Difícilmente el niño no va a sentir a su madre dentro de su territorio emocional.

Tenés un libro que se llama “Qué nos pasó cuando fuimos niños y qué hicimos con eso”. ¿Qué nos pasó?

Es como una continuación de “La biografía humana”. Abordo un tema un poco más complejo. Hablo de qué pasa con niños que han tenido madres crueles o algo desequilibradas. Voy explicando cómo se organizan los distintos desequilibrios emocionales en las personas, algo que es mucho más banal de lo que creemos. Acá englobo todo, desde los trastornos obsesivos compulsivos, a las paranoias, esquizofrenias, depresiones, los propios psicóticos. Abordo esto porque ningún niño nace loco y todos esos sufrimientos del alma que vamos teniendo a lo largo de la vida, tuvieron la semilla en vivencias infantiles de las cuales en general no tuvimos mucho registro. Entonces yo hago una explicación de cómo se va generando una persona que necesita desequilibrar esas emociones para tolerar eso que vive. Yo creo que esas enfermedades mentales son mecanismos inteligentes de la conciencia para sobrevivir.

¿Creés en la transformación del ser humano?

Por supuesto, sino no trabajaría tanto como lo hago. Pero la clave está en una honesta y verdadera indagación personal. Esto no es hacer cualquier terapia, sino de verdad ordenar las piezas de la realidad que hemos vivido para entender lo que hicimos para sobrevivir. Una vez que allanamos ese campo, entonces sí podemos hacer movimientos diferentes.

Podés leer más sobre estos temas en el blog Mamás Reales.

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