Juan Samuelle

Lejos del fútbol y del covid: los tiempos de cosecha de colza en Flores

Mientras Suárez, Cavani y Núñez le hacían goles a Colombia en chacras a dos horas del puerto no había pausa para cosechadoras, tractores, tolvas y camiones

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23 de noviembre de 2020 a las 05:00

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Por Juan Samuelle, enviado a Puntas de San Gregorio, en Flores

Mientras en Colombia Edinson Cavani, Luis Suárez y Darwin Nuñez anotaban goles para un triunfo histórico de Uruguay por las Eliminatorias, en una chacra en Flores El Observador comprobó algo que no es nuevo en el medio rural: cuando se dan las condiciones para cosechar, porque el cultivo llegó al momento óptimo y el estado del tiempo es el adecuado, ni el fútbol detiene a las trilladoras, tractores, tolvas y camiones.

Ese viernes en la húmeda y calurosa Barranquilla los futbolistas de Oscar Tabárez arrollaban a los colombianos con la misma eficiencia con la que los integrantes de la empresa Maglia Servicios Agrícolas cosechaban colza, la revelación de los cultivos de invierno en esta zafra, donde el área tuvo un crecimiento explosivo y por primera vez las oleaginosas de invierno superaron las 100 mil hectáreas, cada vez menos lejos de las alrededor de 200 mil que se hacen de trigo y cebada.

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Cosecha de datos

Juan Martín Maglia dirige una empresa que “no se limita a prestar servicios agrícolas, de pulverización o de cosecha, porque nos hemos especializado en recolectar datos, con tecnología de última generación obtenemos mapas de rendimiento que permiten mejorar los manejos, bajar costos, acceder a rendimientos mejores, de la mano de prescripciones variables de fertilización y siembra”, explicó.

Hasta comienzos de este siglo Maglia era empleado, también en labores agrícolas, en la empresa de su padre, quien junto a su tío comenzó en 1979 en dos fracciones del Instituto Nacional de Colonización en una zona intermedia entre Trinidad y San José de Mayo. En 2004 decidió aventurarse y admite que la jugada salió bien. La base de acciones de su propia empresa familiar está sobre el km 134 de la ruta 3, muy próximo al límite con Flores, donde hace 40 años que vive.

“Tenemos tres cosechadoras John Deere modelos S670 que es la última que incorporamos, 9770 y otra 9650 que es la más veterana, tres tractores con sus tolvas, con balanza, y un equipo de pulverización John Deere 4730 con 30 metros de barral y un camión Ford de apoyo”, detalló.

 

En la zafra de invierno, Maglia y su equipo culminaron la cosecha de colza (el fin de semana pasado) y están recogiendo trigo y cebada. El 90% del trabajo es en chacras arrendadas por Atipay SRL, firma de una sociedad de un productor argentino y otro uruguayo; el resto es de otros clientes.

“Este año cosechamos en cerca de 2.200 hectáreas, unas 900 de colza, 200 de cebada y el resto es trigo”, indicó.

Cuando El Observador concurrió a ver cómo trabajaba este equipo de prestadores de servicios los encontró en plena cosecha de una colza sembrada de un modo no habitual, desde un avión, aplicando 6 kilos por hectárea, algo que no se había podido lograr de modo convencional, cuando no se bajaba de 12 kilos.

Además de ese notorio ahorro en semillas, “los resultados fueron muy buenos, acabamos de terminar un lote que dio como promedio 1.900 kilos por hectárea, en un campo que no es tan bueno, categorizado 5.02B, con mucha piedra que la colza no deja ver cuando está pronta para cosechar, así que hay que estar muy atentos y tener mucha suerte para no romper”, dijo. Incluso eso hace que deban trabajar solamente entre el amanecer y el atardecer.

Para adaptarse, cambiaron los cabezales de las cosechadoras, dejando de utilizar la tecnología draper y optando por cabezales sinfín, “que si rompen son más económicos para repararlos”.

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Mientras un camión partía con caja y zorra completos con colza hacia el puerto, añadieron que en rendimientos este año hubo lotes que llegaron a un número “excelente”, 3.800 kilos por hectárea, aunque el promedio cae porque las heladas de hace algunas semanas incidieron en zonas bajas y cabeceras, donde hubo lotes que apenas dieron más de 600 kilos.

Los días sin lluvias que tanto complican por la falta de un adecuado nivel de humedad en los suelos a quienes desean instalar nuevos cultivos o ver emerger bien a los ya sembrados, favorecen a quienes están cosechando, porque “hay piso” para que las máquinas se desplacen y los granos se levantan “limpios y secos”, con solo 5% de humedad, sin necesidad de incurrir en costos adicionales por secado que suelen aparecer cuando hay excesos hídricos en las ventanas de cosecha.

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Maglia, quien habló con el periodista en tanto las cosechadoras no paraban de trillar –una de ellas conducida por su hijo Juan Andrés–, destacó que este año el ánimo del agricultor es bueno, porque para los cultivos de invierno el tiempo no fue un problema grave y “los trigos acá maduraron lindo con los días fríos y secos”, pero además los precios por los granos son buenos y muy superiores a los del año pasado. Los precios también son atractivos e invitan a sembrar más soja, aunque en ese caso lamentó las dificultades climáticas actuales y las proyectadas.

Volviendo a la colza, “encaja de excelente modo en la rotación con soja” y es algo que “llegó para quedarse”, afirmó, “sobre todo ahora que tras unos primeros años complicados aprendimos a manejarla, hace siete años que hacemos colza y le agarramos la mano”.

En el cierre de la charla, Maglia comentó con un dejo de tristeza que en pocos días cuando concluya la zafra Artigas Parentelli, su operario más experiente, se jubilará. La tristeza es porque es un buen empleado y no es sencillo encontrar gente que sepa y haga bien las cosas. “Voy a pasar a uno de los muchachos que maneja un tractor con tolva, tiene practica y conoce, pero encontrar gente capacitada, con ganas de trabajar, no es fácil, por más que es un trabajo lindo”, explicó antes de regresar a cosechar, mientras para una enorme cantidad de uruguayos en ese momento lo único importante era el fútbol.

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¿Fuera de carrera?

Un aspecto que Juan Martín Maglia lamentó es que hay muchos empresarios, sobre todo de pequeño o mediano porte, que corren riesgo de quedar “fuera de carrera”, considerando que cada día hay más exigencias de contar con tecnología de vanguardia que obviamente es muy costosa. “Había una época en la que se nos pagaba un plus por contar con esa tecnología, nos lo pagaba la empresa que nos contrataba, con ese plus se iba haciendo una caja aparte para llegado el momento invertir en actualizarse; hoy eso no está, lamentablemente”, contó. Y añadió que en los equipos “veteranos” incorporar la tecnología actualizada es casi tan caro como el equipo mismo, precisó.

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El covid-19 lejos de las ciudades 

La emergencia sanitaria por covid-19 en Uruguay “nos hizo apreciar mejor una ventaja enorme que la conocíamos bien, pero capaz que por la rutina o por ser algo obvio no la teníamos tan clara: poder trabajar en el campo donde los riesgos de contagio casi no existen”, admitió Juan Martín Maglia. El Observador apreció en la visita al campo, en Puntas de San Gregorio donde se cosechaba colza, que quienes manejaban cosechadoras y tractores estaban solos en las cabinas, que los camioneros solo salían de sus unidades para quitar o poner lonas sin diálogo de cerca con quienes trabajaban en las chacras y que estaba todo listo para desinfectar las herramientas al cierre de la jornada.

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