YAMIL LAGE / AFP

Liberación versus libertad

Durante más de 60 años, Cuba ha sido el axioma de la revolución en nombre de una libertad que terminó aplastando

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16 de julio de 2021 a las 22:42

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Las reacciones de apoyo al gobierno comunista de Cuba, y de quienes optaron por el silencio cómplice o culposo, con relación a las protestas sociales del pasado domingo 11, nos hizo tomar conciencia nuevamente de la existencia de gobiernos, líderes o influyentes partidos políticos de izquierda que siguen apegados a un relato –a esta altura, de ficción– sobre las causas últimas de una crisis multidimensional que, en esencia, responde a la falta de libertad. 

Una libertad que es inherente a la condición humana y que está en el germen de las revoluciones de Estados Unidos y Francia, que dieron vida a la modernidad, semilla del papel clave de la autonomía personal tanto para el desarrollo individual como el que deviene en un Estado-nación con ambición de prosperidad. 

Todos los impedimentos a una libertad bien entendida son injustificables; son antinaturales y las ideas que la subestiman, una afrenta a la dignidad humana, como muestra la experiencia histórica. 

Y América Latina tuvo su versión propia, desde las décadas álgidas de la Guerra Fría, aupada con una confusión nefasta, que ha provocado un daño incalculable: haber igualado el concepto de liberación con el de la libertad, cuando no solo no tienen nada que ver, sino que, en realidad, termina anulándola. 

Durante más de 60 años, Cuba ha sido el axioma de la revolución en nombre de una libertad que terminó aplastando; cuyos líderes, cuando bajaron de Sierra Maestra para derrocar a un gobierno tiránico, cristalizaron el lema guevarista “Hasta la victoria siempre. Patria o Muerte” en un régimen tiránico, con todo lo que ello significa. 

La estratega ideológica de referirse a la “liberación” como sinónimo de libertad confirió un halo de romanticismo a sus conductores, cuando en realidad fueron sustituidas unas cadenas por otras, atropellando los derechos humanos fundamentales, desde los primogénitos, como la libertad de expresión, hasta los más novedosos como el del derecho al acceso a internet –un instrumento vital de las espontáneas protestas–. 

Y por si ello fuera poco, fracasando en cumplir con los de segunda generación, cuando hoy se constata la escases de alimentos y de medicamentos, y una salud en crisis que dejó al desnudo el covid-19, problemas reconocidos en las últimas horas por el propio presidente Miguel Díaz-Canel, en un sorprendente viraje de discurso.

Y eso es por lo que hoy los cubanos, en lugar de las canciones de la nueva trova –odas a la revolución–, se inspiran en un tema de un grupo de artistas disidentes, convertido en un himno de protesta con un explícito reclamo de libertad en lugar de “doctrinas”.

Esa es la razón fundamental para que San Antonio de los Baños haya prendido una llama que luego se extendió en al menos 15 ciudades de la isla. 

Una canción en que la consigna “patria y muerte” es sustituida por “patria y vida”, el grito que se escucha en las calles de Cuba, y al que prestan atención las principales democracias del mundo.

Más allá del talante más comprensible de parte del gobierno cubano, es todavía muy pronto para saber si tendrá o no alguna consecuencia a favor de la libertad. 
Pero lo que parece seguro es que Cuba pasa a ser parte de la gran lucha global entre democracia y dictadura que planteó el presidente estadounidense Joe Biden.

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