Ricardo Peirano

Ricardo Peirano

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Libertad bajo amenazas

El nuevo sistema británico para regular a la prensa, aún sin ser obligatorio, se puede convertir en un bozal de la misma
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21 de marzo de 2013 a las 00:00

Un problema cultural


El primer ministro británico, David Cameron, selló un acuerdo con los tres principales partidos en el Parlamento, el lunes 18, para crear un nuevo sistema de regulación de la prensa.El proyecto, que es analizado en el Parlamento, establece multas de hasta el equivalente a US$ 1,5 millones y obliga a los periódicos a publicar disculpas destacadas llegado el caso. El sistema será voluntario, pero incluye incentivos financieros para estimular a los periódicos a que se adhieran a él.El Parlamento debe dar luz verde a la creación de los “incentivos” y al planteo de que el nuevo estatuto solo podría ser modificado con la aprobación de dos tercios de cada cámara.

Cameron se mostró muy satisfecho por el acuerdo interpartidario, en particular porque el gobierno evitó una ley de prensa, como querían algunos políticos. “El sistema garantizará las culpas, multas de hasta un millón de libras, un organismo autoregulador con supervisores y financiación independientes, un robusto código de ético, un servicio de arbitraje gratuito para las víctimas y un mecanismo rápido de gestión de quejas”, explicó Cameron al hacer público el acuerdo político. Cameron minimizó el impacto del proyecto sobre la libertad de expresión porque la iniciativa no plantea una ley de prensa, pero no habría que minimizar el impacto que podría tener el proyecto sobre la libertad de información.Si nos atenemos a la doctrina liberal inglesa, que representó un sustento filosófico para el sistema democrático de Estados Unidos y uno de los principales cimientos del liberalismo de occidente, el proyecto de regulación británica no puede dejar de leerse como un paso a tras respecto a las garantías y a la defensa de la libertad como un derecho humano fundamental.

Desde mediados de la década de 1990, los gobiernos británicos han sugerido sobre la necesidad de regular más a la prensa porque creen que la Press Complaints Comission –creada en 1991 en sustitución de la Press Council- no es suficiente para evitar los “excesos” de la prensa.La Press Complaints Comission es un organismo independiente, de 16 miembros –nueve son representantes de diferentes sectores de la sociedad civil y el resto son delegados de la prensa- que es financiada por las empresas periodísticas.Ese organismo se encarga de recibir las quejas de los ciudadanos e interviene para acercar a las partes; si el medio de prensa es considerado responsable de difundir una noticia tergiversada, la Justicia obliga a publicar la sentencia al día siguiente. En caso de que no se llegue a los estrados judiciales, los responsables del diario deben pagar una multa.La iniciativa de regular la libertad de prensa, surge luego de los escándalos por la comprobación de que los diarios de Rupert Murdoch intervinieron teléfonos de la familia real, de actores famosos, de la escritora JK Rowling y hasta de la familia de una niña británica desaparecida en Portugal. Periodistas de la prensa sensacionalista del magnate australiano “pinchaban” teléfonos como si se tratara de una práctica normal en el ejercicio de la profesión.

Las conductas de los reporteros sensacionalista, con la complicidad o connivencia de los propietarios de esos medios, han sido deleznables y han sido rechazadas por la prensa seria.Pero el escándalo público en torno al trabajo detestable del tabloide News of the World –que debió cerrar definitivamente por sus actividades ilegales en julio de 2011- no es una novedad. Recuérdese el triste papel de William Randolph Hearst, desde el periódico New York Journal, en el conflicto entre Estados Unidos y España por la independencia de Cuba en 1898.

Seria de necios no reconocer que la mentira, la manipulación y el periodismo soez representan un grave problema no solo para la prensa en general –pues daña su credibilidad, por decir lo menos- sino que es un ataque a la convivencia democrática. Empero, el aumento de la regulación no parece el camino adecuado para resolver este problema, pues ya sabemos que ello conlleva una mayor fiscalización del poder de turno sobre la prensa independiente lo que puede terminar en abusos, arbitrariedades y autocensura.

Como dice Vargas Llosa, la solución “no es legal ni política, sino cultural, es decir a muy largo plazo”.“Es la cultura la que anda averiada y empobrecida cuando, en una sociedad de elevada instrucción, una enorme cantidad de personas busca ávidamente ese género de espectáculos que le suministra la prensa amarilla hurgando obscenamente en la intimidad de las personas y se siente excitada y aplaude cuando ve desmoronarse en el descrédito a quienes ejercen cargos públicos”, afirmó en una columna de 1995.

¿Qué escribiría Vargas Llosa, 18 años después, cuando el cotilleo es un fenómeno viral por el avance de internet? El camino de la libertad no es un camino recto, sino que es una vía sinuosa, atiborrada de obstáculos, que nos dificultan el andar. Pero sin libertad, ni siquiera podríamos avanzar.


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