Opinión > ANÁLISIS / O. BOTTINELLI

Lo que la oposición debería buscar

En tiempos normales el swing electoral requiere de anteponer una ilusión
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10 de junio de 2018 a las 05:00
Grosso modo la mitad del país se inclina desde el centro hacia la izquierda y otra mitad desde ese centro hacia la derecha, en el uso de la clasificación izquierda-derecha en boga en los estudios politológicos franco-ítalo-alemanes. Esa ala hacia la izquierda se compone esencialmente de los frenteamplistas que siguen al Frente Amplio, los frenteamplistas desilusionados y los ex frenteamplistas, unos hacia Unidad Popular, otros hacia el Partido Independiente. Esa otra ala del centro hacia la derecha está compuesta por blancos, colorados, blancos y colorados desafectos que adhieren al Partido de la Gente, y otro conjunto también hacia el Partido Independiente.
Si se deja de lado al Partido Independiente, sentado en el pretil, que es todo un tema en sí mismo, lo que queda es lo que habitualmente se le denomina "La Oposición", o con mayor exactitud la oposición tradicional. Esa oposición tradicional está matrizada por dos grandes corrientes históricas, dos visiones de país: la herrerista y la batllista. Las diferencias son profundas, especialmente en cuanto al rol del Estado y el concepto o la forma de la laicidad del Estado y de lo público; también entre el batllismo histórico y el herrerismo histórico hay diferencias significativas sobre el valor del liberalismo político. Por otro lado –como ocurre asimismo en el ala del centro hacia la izquierda– pese a la distancia ideológica que se aprecia, hay puntos significativos de coincidencia, respecto a la visión del país, de la sociedad, del ser humano y del mundo.

La Oposición –transcurrida las tres cuartas partes del periodo interelectoral– ha exhibido dos grandes líneas estratégicas: el ataque sistemático a casi toda la praxis del gobierno frenteamplista, asociado a constantes denuncias, algunas de ellas con logros destacados (como la renuncia del vicepresidente de la República), y una segunda línea referida al planteo propositivo de temas puntuales Inclusive todas las veces que se ha hablado de concertar, aliar o unir a la oposición, la visión que ha recibido la sociedad es de concertaciones, alianzas o uniones negativas, para sacar al Frente Amplio del gobierno. Como punto de convergencia: el rechazo al gobierno frenteamplistas y como objetivo convergente derrotar al Frente Amplio.

Una elección necesita siempre el convencimiento y el entusiasmo de los propios, eso parece demasiado obvio, pero no se gana si siendo minoría no se transforma esa minoría en mayoría. Dicho de otra manera, si no se captan votos del otro lado, o por haber votado al otro lado o por ser nuevo votantes matrizados en hogares del otro lado. Como quien dice, se requiere captar a los ajenos.

La percepción empírica sugiere que el voto por la negativa ocurre en situaciones de extrema catástrofe, pero no solo de una crisis objetiva, sino además subjetiva: cuando desaparece todo horizonte, toda perspectiva, toda ilusión. Si no hay percepción de catástrofe, por más dificultades que hubiere, es difícil la captación de los ajenos, al menos en cantidades significativas.

Esa misma percepción empírica sugiere que el swing electoral tiene mayores probabilidades de producirse si a la decepción respecto a un lado se contrapone la ilusión del otro lado. Es decir, el swing no lo determina una catarata de denuncias, ataques y críticas; ello sirve, y genera efectos, para debilitar la confianza y la credibilidad de los ajenos en los suyos. Y punto. Luego se requiere que además haya una visión que entusiasme.

Esa visión necesaria es lo que se denomina un proyecto de país, una visión del ser humano, de la sociedad y del mundo. Porque en contra de lo que es un lugar común, la gente vota esencialmente por programa y por ideas. Muchos creen que no, porque llaman programa a un libro de medio millar de páginas, con ítems detallados que van desde qué hacer con la planta desulfurizadora hasta la elección de horas en Secundaria. Eso es un plan detallado de gobierno. Un programa político es un conjunto de definiciones de principios que apunte a una macro weltanschauung. Es decir cómo se ve al país y al mundo. Contra lo que también se cree como lugar común, no es un tema para intelectuales, sino para el hombre común. Ese hombre común que no lo expresa en una discusión literaria o filosófica, sino que lo expresa en el más simple "me gusta"; me gusta ese hombre o esa mujer, me gusta ese grupo político, me gusta ese partido. Ese me gusta no es un problema estético, es una definición profunda de identificación con ideas y de percepción de una cosmovisión afín.

Y en términos de competencia electoral, debe resumirse en lo que se denomina una "idea fuerza", que para que capte a los ajenos, debe ser propositiva y no meramente negativa. Propositiva no significa que se digan las mismas cosas con palabras más suaves, sino que se proponga un proyecto de país, resumido en esa idea fuerza. En otras palabras, la oposición debe salir y hay esfuerzos en ese sentido, de aparecer unidas no para el cuestionamiento sino para el levantamiento de ese programa, de esa idea fuera en torno a la cual se genere ilusión.

El acto psicológico de ruptura que supone el swing del voto, necesita algo que produzca esa ruptura, y ese algo o es negativo en situación de catástrofe, o es positivo en épocas de normalidad, como la actual.
Por ahí debería ir la oposición. Por el lado de construir una base común de programa, en la que converjan los elementos centrales de las identidades blanca y colorada, dado que las divergencias es lo que sin duda explican que sean partidos diferentes. Y esa base común de programa, con una clara idea fuerza y potencialidad de generar ilusión.

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