Las imágenes del verano, de la costa, de las vacaciones vienen con decenas de fotografías, sensaciones, olores, sabores que –en mayor o menor medida– se comparten. De allí nacen los lugares comunes, los clichés y, por qué no, los clásicos. Salir a juntar piñas para el asado, aplaudir el atardecer en playa La Balconada de La Paloma, los sándwiches y las cervezas en la conservadora para salir un día de pícnic, el primer contacto con el agua y la respectiva foto de los pies en el agua, las noches de luna llena, los libros que se eligen con entusiasmo, la hamaca paraguaya, ir a mirar los lobos al faro de Cabo Polonio, acelerar en el puente de La Barra, el mate y los bizcochos en cualquier rambla, la playera en la vereda cuando el sol baja y la temperatura no es tan intolerable; la lista de situaciones típicas de verano –dentro o fuera de Montevideo– es tan larga como las personas a las que se les consulte.
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