Luego de que uno se entera que el señalado como el hombre más peligroso del mundo detrás del ya extinto Osama Bin Laden, el narcotraficante mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán, se fugó por segunda vez de la cárcel, el inconsciente dispara la siguiente lógica: si el Chapo tiene una fortuna superior a los dos mil millones de dólares es lógico que haya comprado consciencias, en 2001 cuando se fue caminando de una cárcel de alta seguridad y este fin de semana cuando se fue por un túnel de kilómetro y medio.
Pues bien, es al revés: el Chapo y otros cientos como él en México, tienen esos millones producto de negocios ilegales porque todo lo hicieron sobre una base de corrupción.
En cada seminario internacional que Estados Unidos impulsa para frenar la entrada de drogas a su territorio pone énfasis en esto. El 50% del dinero que le envió a Colombia para combatir el narcotráfico era para cuestiones de formación institucional: a ver si con funcionarios menos corruptos tenemos menos narcos.
En países donde todo se logra por izquierda, donde todo se compra y se vende y el nombrado zar antidrogas, el general Jesús Gutiérrez Rebollo, duró 72 días en el cargo por corrupto y socio de los narcos, el Chapo no es que fuese el mal menor, es apenas uno más. Es la consecuencia y no la causa de lo podrido que está Mexico.
Ya no hay narcoterrorismo como el que en los 80 jaqueó al estado colombiano. Son narcotraficantes que, incluso como el Chapo, no están ni entre los más sanguinarios, pero que le dan cuando quieren un golpe al corazón del sistema no porque metan dos o tres mil toneladas de cocaína más para las narices de los estadounidenses, sino porque viven en un Estado que es su compadre. Parecería que solo porque está demasiado cerca de Estados Unidos a México no se lo califica como "Estado fallido".
En 2005 Yeoran Alal, conocido como el zar del éxtasis, se fugó de una cárcel uruguaya pagándole sobornos a los guardiacárceles. Ahora hay unos 60 narcos extranjeros en las cárceles uruguayas. El Estado no solo da señales habiéndolos atrapado, también manteniéndolos ahí.
Solemos pensar, con razón o sin ella, que la pobreza, las carencias policiales, las políticas de Estado puntuales son cuestiones esenciales para la seguridad de un Estado, pero no solemos poner en los primeros lugares este carril de la corrupción que es por donde la mafia corre más rápido.
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