En los últimos tiempos las visitas de jefes de estados a Beijing se han incrementado sensiblemente. El alemán Olaf Scholz en noviembre pasado poco después de la reelección de Xi Jinping hizo una visita de 11 horas muy criticada por sus aliados europeos. El francés Emmanuel Macron en su controvertida visita de hace un par de semanas donde aprovechó para distanciarse de Estados Unidos respecto del candente tema de Taiwán en momentos que recrudecen las tensiones entre China y Estados Unidos, Japón y Australia respecto a la solución del status definitivo de la isla.
Ahora le tocó el turno al presidente brasileño Luis Inácio “Lula” Da Silva. Lula se está dedicando a poner a Brasil en el sitial de los poderosos que toman las decisiones. Y luego de una visita de cortesía a Biden, decidió emprender viaje a Oriente y fortalecer las relaciones con China (y simultáneamente con Rusia) en un momento especialmente delicado del mapa geopolítico mundial.
Lula no se anduvo con chiquitas y dijo durante su visita que “la decisión de la guerra es ambos países” (Rusia y Ucrania) lo que equipara al agresor con el agredido y que “Estados Unidos tiene que dejar de fomentar la guerra y empezar a hablar de paz. La Unión Europea tiene que empezar a hablar de paz”.
Ya Lula había dicho que tanto Rusia como Ucrania querían la guerra. También se negó a firmar la declaración de la última Cumbre por la Democracia organizada por Biden el pasado mes de marzo porque incluía una condena explícita a Rusia por la invasión a Ucrania. Y poco antes de viajar a Beijing había propuesto que, como parte de un plan de paz, Ucrania debía ceder sus pretensiones sobre Crimea.
China muy satisfecha y Rusia más todavía. El frente pro ruso se está ampliando y recibe el apoyo de una nación como Brasil. No será el Brasil de antes, pero sigue siendo Brasil que encabeza la ola antinorteamericana de América Latina. Al mismo tiempo se trata de fortalecer los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) creando un banco de desarrollo del grupo con la misión del fortalecer el comercio entre dichas naciones y desplazar el dólar como moneda de cambio. Brasil recibió como premio que la presidencia del mismo le fuera asignada a la ex presidenta brasileña Dilma Rousseff.
Con todo, no solo Estados Unidos quedó molesto con las declaraciones de Lula (que hace un par de días tuvo a bien aclarar señalando que había una invasión por parte de Rusia. “Al mismo tiempo que mi Gobierno condena la violación territorial de Ucrania, defendemos una solución política negociada”, dijo el presidente brasileño). También en la Unión Europea cayeron muy mal las declaraciones del presidente brasileño y eso puede tener consecuencias negativas para el avance del ya muy retrasado TLC entre la Unión Europea y Mercosur. Por una causa o por otra, por Brasil o por Francia, por la Amazonia o por el cambio climático, siempre se posterga.
Cuando vino a Uruguay Lula dijo que antes de que nosotros avanzáramos con el TLC con China, prefería que el Mercosur culminara el retrasado TLC con la Unión Europea. Ahora parece que nos quedamos sin el pan y sin las tortas.
En su viaje a China nada se supo de un posible acuerdo con el gigante asiático ni por parte de Brasil ni del Mercosur. Lo que sí hizo fue firmar una serie amplia de convenios comerciales que le vinieron muy bien al complejo agropecuario brasileño, que está creciendo con fuerza. Tampoco parece que el canciller Bustillo lograra avances en ese sentido pese a llegar pocos días después de la visita de Lula. Si hubo buenas noticias, no trascendieron.
Ahora resulta que la visita de Lula no solo no generó avances con China sino que generó retroceso con la Unión Europea, que “está preocupada por la posición de Brasil en la guerra de Rusia contra Ucrania y la falta de compromiso de Brasil en materia de clima [y] medio ambiente”, según detalla un informe preparado para la cumbre europea de ministros de Relaciones Exteriores. El documento confidencial, revelado por el medio Politico.com, señala que “avanzar en el acuerdo UE-Mercosur será de vital importancia”. Pero las afirmaciones de Lula dejaron muy descolocados a los europeos que tienen una guerra en la puerta de su casa y saben muy bien que no es por culpa de Ucrania.
De modo que Lula, que cuando vino a Montevideo en enero, dejó a todos contentos desde el presidente Lacalle hasta su gran amigo Mujica, nos ha dejado a la intemperie. Actúa siempre según las ínfulas de la diplomacia de Itamaraty, que siente que lleva a cabo un destino imperial desde la independencia de Portugal. A este destino, debemos unirnos, nos guste o no. La decisión del TLC con China, o con la Alianza para el Pacífico o una renovada relación (que no será TLC pero que tiene mucho para crecer) con los Estados Unidos, vuelve a estar sobre la mesa presidencial. Y con el reloj corriendo en contra. Y, como siempre, con nuestros “queridos hermanos del Mercosur” pateando en contra, aunque dicen que nos quieren con locura y que quieren hacer una “Patria Grande”.