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María Auxiliadora, la mujer de perfil bajo que cultivó las sonrisas

La esposa del presidente Tabaré Vázquez murió a los 82 años a causa de un paro cardíaco
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01 de agosto de 2019 a las 05:04

Por Santiago Soravilla, Guillermo Losa y Joaquín Silva

Lo último que hizo María Auxiliadora Delgado antes de acostarse en la noche del martes fue preparar ropa para donar a ocho familias carenciadas. Era su despedida: la última vez que la esposa del presidente Tabaré Vázquez hizo un acto pensando en el otro. Delgado murió en las primeras horas del miércoles a los 82 años a raíz de un accidente cerebro vascular que le provocó un paro cardíaco.

Sus restos descansarán en el cementerio de La Teja, el barrio que la vio nacer en marzo de 1937, y donde 63 años atrás conoció al hombre con el que pasaría el resto de sus días. Católica desde antes de nacer, dedicó su vida a “servir y contener” siempre buscando ayudar a los más necesitados y cultivando la “humildad”, la cual además de una virtud, consideraba la “única forma de ser”. 

Una kermesse mixta del colegio Divina Providencia había servido para que cruzaran miradas por primera vez y ella quedara “enloquecida” con el muchacho de “ojos verdes” que luego la sorprendería con su “inteligencia y capacidad” y con quien de inmediato sintió que tenían “muchos puntos en común”, reveló al periodista Pablo Vierci, para el libro Ellas 5.

Transmisión de mando presidencial 2005. Asume la presidencia Tabaré Vázquez. Luego del discurso en las escalinatas del Palacio Legislativo abraza a su esposa María Auxiliadora Delgado.

Se casaron el 23 de octubre de 1964 en la Parroquia de los Vascos en una ceremonia presidida por el padre Luis Chocho. 55 años después, el cardenal Daniel Sturla fue el encargado de darle el último adiós. La definió como una “buena cristiana”, dueña de una sencillez “impresionante” y “compañera muy fiel del presidente".

El catolicismo tuvo un papel central en su vida. Sus padres se conocieron en ámbitos franciscanos y cuando la familia se mudó a La Teja, se vincularon a la comunidad salesiana. En el hogar se rezaba todos los días el rosario, sin excepción. “Yo no busqué la fe: la mamé, nací y me crié en ese ambiente”, contó al Boletín Salesiano en una de las pocas entrevistas que dio en su vida. 

Su apoyo fue fundamental para que Vázquez se recibiera de médico, ya que fue ella quien le sugirió que renunciara a su trabajo en bodegas Carrau para terminar la carrera. El mandatario la acompañó hasta el momento de su muerte, la asistió e intentó reanimarla. El médico personal del presidente, Mario Zelarayán, dijo a Subrayado que ese día le había hecho unos exámenes de rutina que “dieron bien”, sin indicios del problema. Tenía incluso una operación de cataratas programada para las próximas horas.

Durante toda la mañana y las primeras horas de la tarde de este miércoles, Vázquez se mantuvo en silencio rodeado de sus tres hijos Álvaro, Javier e Ignacio y su amigo Juan Salgado, en la sala Cristal de la empresa Rogelio Martinelli, donde se dispuso el ataúd, adornado con cuerdas de color amarillo. Solo un crucifijo de gran tamaño resaltaba en la pequeña sala. El secretario de Presidencia, Miguel Ángel Toma, también acompañó al mandatario en el momento difícil, y quedó a solas charlando en ese lugar donde el presidente recibió el saludo de familiares, amigos, empresarios, dirigentes sindicales y los principales dirigentes políticos de todo el país (desde sus compañeros del gabinete hasta los candidatos presidenciales de la mayoría de los partidos) que se acercaron para despedir a Mary, como le decían. 

Vocación de servir

Por más que era la esposa del presidente, siempre intentó hacer vida normal y podía vérsela haciendo compras en el Prado o barriendo la vereda. En sus dos períodos, la pareja eligió seguir viviendo en la casa de Buschental en lugar de trasladarse a la Residencia de Suárez y Reyes. “Los nietos estaban acostumbrados a venir a la casa de los abuelos”, decía ella. El cuidado de las plantas y una pequeña huerta eran algunos de los placeres de los que más disfrutaba.

Su padre falleció cuando tenía solo tres años y al asumir en 2005, Vázquez hizo los primeros metros en una Ford T de 1927, a modo de homenaje a aquel cobrador del Círculo Católico que alguna vez conoció la familia de José Mujica. "Cuando se tiene la edad de Tabaré, el amor es una dulce costumbre y lo que se nos viene encima es la soledad", reflexionó el expresidente.  

Ese primero de marzo de 2005 le quedó grabado a fuego. En la entrevista con Vierci, recordó el día como “conmovedor” y reveló que mientras todos festejaban en la explanada del Palacio Legislativo, se miró con Vázquez y se fue a tomar un plato de sopa.

“Él me mira con ese gesto que le conozco, cargado de significado, y sin decirnos una palabra, disparamos, nos vinimos a casa. Todo el mundo estaba allá y nosotros nos vinimos acá, se quitó la banda presidencial, el saco y se sentó en la mesa esperando que le sirviera el plato de sopa. Nosotros dos, a las 11 y 15 de la noche, solos, tomando sopa, mientras medio Uruguay estaba en el evento. Parece una paradoja, con todo aquel bullicio inmenso, y nosotros acá sentados, pero esa paradoja parece como un símbolo de lo que es y ha sido mi vida”.

Es que antes que nada, su vocación fue servir. “Yo no entiendo de política, o entiendo muy poco, pero creo que sí entiendo de servir. Y aprendí que una cosa y otra están entrelazadas”, contó.

Se identificaba como “ama de casa” y siempre procuró que su vida estuviera al margen de las cámaras. "Si apoyo a esto o a lo otro, lo que pido encarecidamente es que no se sepa que estoy en el medio para que no se desvirtúe el objetivo de la acción, no puedo distraer la meta, el beneficiario, que es lo único que importa", decía. 

Las sonrisas para todos

Si bien Tabaré Vázquez hizo cinco campañas electorales, María Auxiliadora solo lo acompañó en una. Fue en 2004, cuando el Frente Amplio ganó por primera vez el gobierno.

Esas recorridas por el país la hicieron enfrentarse a las “sonrisas ausentes”, esas que quebraban la horizontalidad y habían sido una obsesión en su juventud, cuando recorría La Teja en las obras sociales de la parroquia. “Tenés que incluir la salud de la boca”, le dijo un día a su esposo y varios meses después estaba encabezando el Programa Escolar de Educación para la Salud Bucal.

El Papa Francisco recibe en audiencia privada al presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, (2iz), Alvaro Vázquez (1 izq) y su esposa María Auxiliadora Delgado, en el Vaticano, hoy 2 de diciembre de 2016. EFE/TONY GENTILE/POOL

“Me parecía uno de los símbolos más genuinos de la democracia, que todos pudieran tener una sonrisa franca, que todos pudieran tener el derecho a darse un beso”, consideraba. 

La primera donación que recibió el programa fue de la Asociación de Despachantes de Aduana y la segunda, de Cutcsa. Una tarde, Juan Salgado atendió su teléfono. María Auxiliadora estaba del otro lado. “Ya que ustedes usan ómnibus que no están en servicio para fines sociales, ¿no habrá una posibilidad de disponer de uno? La respuesta fue inmediatamente que sí”. Luego, el músico Ruben Rada hizo la canción “Hay que cuidarse los dientes” que inmortalizó el programa por el que cientos de miles de niños fueron atendidos.

Adiós

Una bandera del Frente Amplio flameaba alta al fondo de una de las casas de la calle lateral. Eran casi las tres de la tarde, y enfrente, tras los muros del cementerio de la Teja, la gente comenzaba a agolparse. El cortejo fúnebre todavía no había salido del velatorio de Martinelli, pero había autoridades que ya aguardaban dentro del predio, como la plana mayor de la Policía Nacional, con el director Mario Layera a la cabeza. Había periodistas y algunos militantes que incluso estaban embanderados con los colores rojo, azul y blanco.

Los aplausos y los primeros compases de la marcha de la banda militar comenzaron a sonar sobre las 16, cuando el sol ya entraba oblicuo por el pasillo central y caía de frente en el presidente y sus hijos, que cargaban el ataúd.

La ceremonia fue breve –menos de 20 minutos– y tal como lo planificado: el cardenal Daniel Sturla –el primero en hablar– pronunció una oración antes de que el ataúd ingresara en el sepulcro.

Pero también habló el monseñor Antonio Ketchedjian, de la parroquia Armenia Católica, un hombre “cercano a la familia desde hace muchos años”, según dijeron a El Observador desde el entorno del presidente.

“Con mucha emoción, con mucho cariño, venimos a despedir los restos de nuestra querida María Auxiliadora, conocida en el barrio por muchos, amigos y familiares”, dijo Ketchedjian en voz alta y clara, quien luego recordó a la primera dama como una “muchacha alegre, siempre dispuesta a ayudar; una muchacha que desde pequeña  aprendió lo que es el trabajo y lo que es ayudar a la madre en el mantenimiento del hogar”.

El padre de la parroquia de 19 de Abril y Agraciada –a cuatro cuadras de la residencia del mandatario en el Prado– recordó también de Delgado su aprendizaje sobre “lo que es el trabajo y lo que es ayudar a la madre en el mantenimiento del hogar”, y que ella luego lo “puso en práctica” cuando construyó la nueva familia con Vázquez. 

“Esposa, luego abuela y después madre”, se definió a sí misma Delgado en 2016 en el Boletín Salesiano. “Le tocó junto con Tabaré trabajar en medio de esta gente humilde, sencilla, (con) esa familiaridad, ese amor a los más carenciados”, cerró su discurso Ketchedjian. Para la contención, su mejor palanca fue la fe en Dios, la cual no consideraba una cuenta corriente sino "confiarse, a secas”. 

Cuando el féretro fue puesto en el nicho, volvieron los gritos de ánimo de los militantes. 

“¡Te queremos mucho, Tabaré! ¡Fuerza! ¡Para todos fue un golpe!”, gritó una mujer, con la voz casi tapada por los aplausos que sonaron entonces.

Afuera esperaba aquel ómnibus de Cutcsa donado para el Programa de la Salud Bucal, que arrancó, vacío, conducido por un soldado, luego de que partieran los autos oficiales. 

En el frente del bus estaba inscripto el eslogan de aquel programa: “No importa la distancia si el destino es una sonrisa”.

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