No se puede decir que la pandemia del coronavirus y la crisis que le acompaña hayan traído nada bueno al mundo, pero al menos nos habíamos olvidado de algunos debates sociolaborales que parecían zanjados. Nadie se acordaba ya de la idea de regular la salida de la oficina a las seis de la tarde, y mucho menos del registro horario y de los controles de entrada y salida, porque estábamos demasiado ocupados en adaptarnos en pocas horas al teletrabajo. Creyéndose auténticos gurús de la gestión del tiempo, gobiernos de distinto signo habían antepuesto el afán regulatorio a la solución de problemas estructurales y carencias de fondo que obstaculizan la flexibilidad, la conciliación, eficacia, autogestión y la productividad, y que convirtieron en una quimera la cuestión de la hora de salida o el control de cuándo llegar e irse, sin resolver dilemas eternos como el de la confianza, la responsabilidad o el inevitable presentismo.
Pero esto no termina aquí... La obsesión regulatoria ha puesto el foco en el teletrabajo -”a las empresas esto no puede salirles gratis”, amenazaba el gobierno español-, y se anuncia en España un proyecto de nombre rimbombante -Ley de Tiempo Corresponsable- con el que se cree tener la fórmula definitiva -esta vez sí- para “garantizar la conciliación y la igualdad de acceso al trabajo de hombres y mujeres”.
Juan San Andrés, consultor en recursos humanos, cree que tanto el ministerio de Trabajo español como el de Igualdad “intentan legislar de acuerdo con una pulsión protectora”. Cree que “regular el tiempo y obligar a usarlo de maneras determinadas es lo más cercano a regular las vidas y los pensamientos de la gente. El intento de hacerlo deja entrever deseos de transformación social que van mucho más allá del ámbito de las prestaciones laborales”.
Para Elena Gómez del Pozuelo, presidenta de Womenalia y fundadora de varias start up, “la gestión del tiempo se soluciona con acuerdos. El afán regulador va contra la conciliación y la flexibilidad de horarios”.
Javier Blasco, director de The Adecco Group Institute, opina que “la mano reguladora debería ser lo menos entrometida posible, y ser más estratégica. Nos encontramos con una normativa que se topa con una realidad que la supera. Caminamos hacia una sociedad del talento en la que el tiempo de trabajo es cada vez menos importante”.
Y Juan San Andrés añade que “en el mundo del trabajo desde casa, los empresarios y profesionales deben aprender a combinar tiempos y tareas domésticas y laborales de un modo simbiótico y sostenible. Los jefes que abusaban sistemáticamente de los horarios en las oficinas deberán autocontrolarse o serán segregados: no se puede dirigir a ningún equipo de manera habitual con llamadas fuera del horario laboral. Con la práctica se irá produciendo un encaje natural de las agendas personales y domésticas mientras se trabaja en los domicilios. No hará falta la intervención de los funcionarios de un hipotético Ministerio del Tiempo que articulen nuestras vidas. No necesitamos esa regulación excesiva”.
Blasco advierte de que “lo que estamos haciendo ahora como teletrabajo no es sostenible en el tiempo. Está bien para salir del paso, y hay mucha diferencia entre quien ha teletrabajado viviendo solo, o lo ha hecho cuidando de su familia. Ahora llega el momento de resetear y ver si todo esto puede ser bueno. El teletrabajo va a durar mucho, pero habrá que darle un tiempo de ajuste.
(Expansión - RIPE)
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