Miguel Arregui

Nunca más frío que antes de amanecer

Debate sobre cómo y cuándo salir del lockdown, mientras el gobierno pone límites a los sindicatos

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18 de abril de 2020 a las 05:01

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El miércoles 15, un tibio día de sol en Dinamarca, los niños volvieron a clases, desfilando encantados, después de un mes en casa.

Los daneses fueron los primeros de Europa en regresar a las clases, para alivio de sus padres, que no han dejado de trabajar, de un modo u otro, en casa, en pequeñas fábricas, en la industria pesquera o en el campo.

Hubo gente en contra de reiniciar las clases, otros a favor y mucho debate. Pero al fin se siguió disciplinadamente la línea propuesta por el gobierno socialdemócrata de Mette Frederiksen.

Alemania, su poderoso vecino, también se debate entre aliviar el confinamiento un día sí y al siguiente no. Al fin, la canciller democristiana Angela Merkel anunció que se abrirán las puertas de tiendas y comercios medianos; y que el 4 de mayo todos los niños y adolescentes volverán a clases.

Más al sur, en España, las comunidades de Madrid y del País Vasco se oponen a un ablandamiento demasiado generoso de los criterios para pasar de curso, como propone el gobierno.

Al fin, la vida continúa, pese a las tinieblas y el miedo. Todos debaten cómo salir: el día después del lockdown, y no sólo en la enseñanza.

Aunque el coronavirus recién llegó a América Latina, el gobierno uruguayo tomó la vanguardia al proponer el reinicio de clases en las escuelas rurales. Compromete a pocos niños, pero tiene un gran valor simbólico.

Parece que esta vez los sindicatos de la enseñanza, particularmente belicosos y de baja reputación, evitarán el enfrentamiento frontal. El gobierno puede hacer de este asunto una batalla testigo, con muchas chances de ganarla ante los ojos de la ciudadanía.

Diego Battiste
Los sindicatos exigen ser consultados, o ponen un gran número de reparos y exigencias

Tras cada paso subyace la misma pulseada: los sindicatos exigen ser consultados, o ponen un gran número de reparos y exigencias, en tanto el gobierno parece decirles que los escuchará pero que no compartirá el timón. Por eso les negó la cadena nacional de radio y televisión para el 1º de mayo, como sí les concedían los gobiernos del Frente Amplio.

Todo el mundo espera que tarde o temprano los sindicatos, que responden a partidos de izquierda y a corporaciones burocráticas, desencadenen una guerra contra el gobierno, aunque esperen una mejor oportunidad.

La extensa ley de urgente consideración, de pronto ingreso al Senado, abrirá otro frente de batalla, incluso dentro de la propia coalición de gobierno, aunque más fecundo.

Típicamente son algunos sectores de funcionarios públicos, en casa con su salario asegurado, los más quejosos y, a la vez, los más renuentes a regresar al trabajo. Pero las ciudades y pueblos uruguayos renacen con cautela. Muchos negocios e industrias, grandes y pequeñas, cual frágil llama al viento, procuran no morir, para mayor preocupación de quienes temen una catástrofe por contagio masivo.

“Si aflojamos se dispara”, aceptó el lunes el secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, atenuando su optimismo anterior.

La peor situación de América Latina la muestra Panamá, con 25,3 muertos por millón de pobladores, seguido por Ecuador (23), Brasil (9,3), Perú (8,4), Chile (5,4), Colombia (2,9), Argentina (2,7) y Uruguay (2,6). (Las cifras proporcionadas por Nicaragua y Venezuela no son creíbles).

El frío, gran amigo de la parca, aún no empezó en el sur.

Si se calculan los muertos por coronavirus en proporción a la población, los resultados son bastante diferentes a lo que predominan en la información. Con cifras al jueves 16, el país más afectado no es Italia ni España, sino Bélgica, con 449 muertos por cada millón de habitantes. Francia está en cuarto lugar (276), seguido por el Reino Unido, Holanda, Suiza y Suecia. Estados Unidos está en noveno lugar, con 104 muertes por millón, y Alemania en el puesto 14º, con 49 muertos por millón.

Ya hay síntomas claros en Uruguay de problemas con la cadena de pagos, y muchos cheques devueltos. Una empresa que no factura, tampoco paga a sus empleados, que a su vez no pagan la electricidad, ni el teléfono, ni la hipoteca de la vivienda o el alquiler, ni el crédito al consumo… Así se tambalea el dominó.

Según los resquicios de la situación sanitaria, habrá que ir reabriendo sectores de actividad económica, como ya ocurrió con la industria de la construcción, que significa dinero y dignidad para más de cien mil hogares, desde obreros a proveedores.

Las personas que trabajan desde casa (teletrabajo) pasó del 4% al 20% del total, según una encuesta de Equipos.

El panorama laboral en Uruguay, como en la mayor parte del mundo, es desastroso. El empleo cayó en picada, particularmente en el sector turismo (que provee 100.000 puestos de trabajo), el comercio y los servicios. Cerca del 30% de los trabajadores privados, más de 500.000 personas, están desempleados, subempleados o en el seguro de paro. Además, un creciente número de personas tiene problemas para cobrar sus salarios, o perdieron sus rentas y honorarios, en todo o en parte.

La gente que trabaja con computadoras desde casa (teletrabajo) pasó del 4% al 20% del total, según una encuesta de Equipos. Era una tendencia firme, que por necesidad se convirtió en revolución. Los diarios se hacen desde los hogares, igual que muchas otras cosas. Sin embargo el Poder Judicial está casi paralizado, lo que alienta una catástrofe.

Solo siguen casi a pleno el sector agropecuario, la provisión de alimentos, parte de la logística, la salud y algunos servicios esenciales, además de la construcción y ciertas industrias.

Uruguay tiene problemas para exportar, en cantidad y precio, aunque hay cierta reactivación de China. El producto (PIB) caerá en picada (aunque menos que el de sus vecinos, en parte gracias a las obras en torno a UPM II), y las curvas del déficit fiscal y de la deuda pública señalarán al cielo.

Es probable que, cuando se supere esta crisis, el desempleo “estructural” sea mucho mayor al 10,5% que hubo en febrero, y que caigan salarios reales y pasividades.

Toda la región padece fuga de capitales, pero nadie como Argentina. Allí, una combinación de falta de crédito, impago parcial de deuda pública, generosa impresión de billetes para cubrir una parte del presupuesto, y desconfianza general de larga data, llevaron la inversión a nada y el valor del dólar a la estratósfera.

La recuperación será más rápida o lenta según los daños que se acumulen ahora, y según la voracidad con la que despierte el mundo.

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