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Orlando Petinatti: "Con el gol a Migliore, el Chino me dejó sin voz durante tres días”

Su devoción por Nacional es casi igual a la pasión que tiene por la radio; es un personaje en tres colores y está orgulloso de eso
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01 de abril de 2019 a las 05:01

Fue un lindo momento porque la cara del licenciado Orlando Petinatti, su papá, se iluminó por completo. “Ella juega el papel más importante. Me convirtió en una nueva persona. Ser padre te cambia todo. Es mi cable a tierra, mi compañera que disfruta mucho la radio y también de Nacional. Y yo disfruto con ella. Te hace ver las cosas desde otra perspectiva. Estoy mucho más reflexivo y mucho más responsable al aire. Ser padre te llena la vida”, comenta el entrevistado a Referí.

Sonó el teléfono en plena nota y era Amy, su hija, quien el día anterior había cumplido 10 años. Luego de hablar unos minutos con el altavoz activado, ella se despidió con un simple “Te amo, pa”.

El día que nació fue un martes a la hora 19.10 y a las 19.30 lo llamó Ilka, la histórica telefonista de Nacional para decirle que ya era socia y que tenía una camisetita de su tamaño.

Desde entonces, su papá le regala en cada año una camiseta con el número de la edad que cumple. El otro día le dio la 10. “Fue mi idea y así voy a seguir toda mi vida”.

Todos sus mejores recuerdos surgen de su familia. Como el de su abuelo David quien llegó desde Lituania en 1929 escapando a lo que se veía venir: la guerra. “Sin idioma, sin dinero, pero con ganas de trabajar. Después trajo a su esposa”, dice.

Ese mismo año, David se anotó para trabajar en la construcción del Estadio Centenario y fue un colaborador más. “Siento orgullo porque logró salir adelante. Eligió venir a Uruguay y no a Buenos Aires porque le dijeron que acá trataban mejor a la comunidad judía”, explica.

Bernardo y Aída, sus padres, no eran futboleros, aunque eran de Peñarol. Dice que no tiene muy claro cómo se hizo hincha de Nacional. Su hipótesis mayor es que es de 1968 (justo este sábado que pasó cumplió 51) y en 1971, los tricolores salieron campeones de América y del mundo. Eso sumado a que “son los colores más lindos del mundo, seguramente me llevó a Nacional”. Era introvertido, tímido y callado, pero en su casa era rebelde. “Esa rebeldía después la llevé al aire en la radio”, comenta.

Su tío también era manya por eso cuenta que le tocó “romper esquemas en la vida, incluso en la radio” con su programa Malos Pensamientos desde 1991 “porque hasta el nombre era transgresor”.

Su cédula dice que se llama Freddy Nieuchowicz. Sostiene que sus padres eran muy laburantes, “no había dinero para ciertos lujos e ir al estadio era un lujo”.

Y agrega: “Tener una camiseta era un sueño, un privilegio de pocos. Miraba los diarios en blanco y negro, la televisión también porque no había plata para comprar una en colores y esa camiseta la imaginaba en colores porque la veía lejana. Me regalaron la primera a los 13 años para mi Bar Mitzvah. La primera pelota de Nacional fue a los seis años. Me la trajeron los Reyes. Era para sentirse un jugador, porque yo hasta ahí jugaba con pelotas de medias rellenas de papel y alguna de goma. Pero tener una pelota mía de cuero era increíble”.

En el colegio Yavne jugaba en los recreos y el era Manga. “Gritaba ‘¡Manga!’ cada vez que atajaba. Él era un golero sensacional. Nunca fui bueno, nunca me destaqué, iba al arco porque me gustaba, no porque era el que sobraba”.

Y vuelve a hablar de una de sus pasiones, Nacional. “Recuerdo que en un cumpleaños mío se jugaba un clásico y yo estaba sentado en la escalera de casa escuchando la radio con una Spica y un globo de Nacional en la otra mano. Tengo la foto. Ganamos 4-1”.

Allí entra su otra pasión: la radio. “Descubrí que en mi vida siempre había una radio prendida, era algo normal. Después me di cuenta que no es tan normal estar tantas horas con eso. Le tengo que agradecer a mis padres que me despertaron el bicho de la radio y el de la información”.

Vivió 30 años en la casa de sus padres en el Barrio Sur, a la vuelta de canal 10. Llegaba de la escuela, se sacaba la túnica y se iba a ver todos los lunes cómo grababan Decalegrón. Era pelirrojo y con el tiempo lo dejaban pasar siempre, era el colorado de la cuadra. “Me gustaba muchísimo Espalter”, dice.

El punto de inflexión en su vida fue cuando en 1985 volvió la democracia y el lunes 18 de marzo comenzó a emitir El Dorado FM. La emisora quedaba frente a su casa. “La estaba escuchando con mis walkman y le dije a mi hermano: ‘¡Pero es acá enfrente!’ Yo no sabía todavía. Era de noche y le pedí que me acompañara que la quería conocer por dentro. Y así empecé a ir. Dejé de ir a ver Decalegrón para ir a la radio”.

Una vez quería que le grabaran un casete y le dijeron que no había problemas, pero que les llevara una bolsa de bizcochos. Así lo hizo. “Nunca lo conté esto, pero les pedí un casete de un CD de Air Supply (un dúo australiano que cantaba baladas). Yo era rockero, pero también me gustaban las lentas”, dice sonriendo.

Y así comenzó su carrera rutilante como comunicador, haciendo humor en FM cuando nadie lo había hecho. “¿Vas a poder vivir de esto? Mejor seguí estudiando notariado”, le dijo su padre. Pero él tenía claro el objetivo: “Había encontrado en la radio mi pasión”.

Cuenta que nunca perdió los estribos en una cancha. “El fútbol es un deporte y un juego. Me enloquece ver cómo la gente pierde la cabeza en el deporte. Si alguna vez me calentaba en un partido de Nacional, me volvía caminando a mi casa. Eso era todo”.

Cuando Nacional cumplió 100 años hubo una fiesta multitudinaria en Cambadu y él fue como un comensal más. Pero lo vieron y le pidieron que amenizara la misma. Entonces pasó de ser una ceremonia formal a convertirse en una fiesta como si estuvieran en una cancha celebrando. Desde ahí hizo decenas de trabajo honorarios para el club y lo hace “porque son los colores de mi pasión. Pero mis padres se rompieron el lomo trabajando y querían un hijo con diploma, como Sendic”, bromea.

La primera camiseta que aprendió a admirar era la de 1971 con el cuello y las mangas con los tres colores. Ha tenido a varios ídolos en el club: “Recuerdo a Espárrago, Cacho Blanco, después Victorino, Wilmar (Cabrera), De León. Ver saltar a Wilmar era prepararse para gritar un gol. Me gustaba la pegada de Arsenio Luzardo, me acuerdo cuando Julio César Morales sacaba la lengua para correr, cómo desbordaba Bica, la fuerza de Chico Moreira… y Victorino. Tuve la suerte de agradecerles con mucho respeto lo que hicieron por Nacional y por nosotros los hinchas. Soy muy respetuoso de los jugadores, no me gusta hacerme el amigo. Respeto mucho las trayectorias”.

Más acá en el tiempo habla de “Julio César Dely Valdés –del clásico de la cadenita y del otro que lo ganó él con un gol en la Ámsterdam–, Carrasco, Revetria ¡El cañón el Parque! y el Chino Recoba. El Chino es el gran responsable de que haya quedado afónico al aire durante tres días cuando le hizo el gol a Migliore en la hora”.

Por ser un comunicador que vive de su voz, normalmente no grita los goles. Aplaude, sonríe y festeja, pero no grita. Sin embargo, ese día fue distinto.

“Ese clásico lo vi solo en casa. Recuerdo que salí gritando a la puerta y no podía parar de gritar. Parecía un chiquilín de 12 años, pero no me importaba nada. Después entré, me fui al fondo y seguí gritando. De allí que no pude estar en el programa esos días”, recuerda.

El día que gritó más en una cancha fue en la final de la Libertadores contra Newell’s en el Centenario en 1988 cuando aún no vivía tanto de su voz. En el primer gol de Pinocho Vargas “me abracé con toda la tribuna. Me abrazaba con desconocidos. Era hermoso. Gente que nunca habías visto y que nunca más viste en tu vida”.

La final Intercontinental de 1988 contra PSV en Tokio le recuerda un día de alegría y tristeza al mismo tiempo. No tenía televisor a colores y fue a la casa de un amigo, Ricardo Sapelli, a verla en colores. Dice que hubo un apagón en parte de Montevideo en pleno partido y que eso sumó nerviosismo. La tanda de penales “fue una locura”. La algarabía era eterna y se fue a 18 de Julio a festejar hasta las 6 de la mañana. “Volvías caminando y no pasaba nada en esa época”, explica.

Al regresar a su casa, su papá lo esperaba en la puerta. “Pensé: ‘¿Estaba preocupado porque no volvía?’. Pero no era eso. Sucedió que había fallecido mi abuelo David. Pasé de ser campeón del mundo a estar en casa con una de las personas que más quería en mi vida y que no iba a poder ver más”.

Dice que no es anti Peñarol. “No me gusta Peñarol. Nada. No pierdo el tiempo deseándole el mal a otro. No quiero que gane nunca, pero si gana, no tengo problemas, no me quita el sueño. Estando al aire me comí el quinquenio y supe cómo sobrellevarlo con mi audiencia”.

Considera que hay mucha violencia en la calle y que fue el primero que se animó a decir que era hincha de Nacional en la radio “cuando nadie se animaba. Lo hice para poder cargar y que me cargaran. Si voy a un clásico, al salir nunca me pasa nada con los hinchas de Peñarol. La gente me respeta y yo también. Nunca tuve problemas”.

Petinatti admite que Jorge Barrera lo invitó al Campeón del Siglo, pero que no fue, aunque sostiene que “es un lindo estadio, está muy bien hecho, pero el Gran Parque Central es mi casa y el primer estadio mundialista”.

El día del clásico que Peñarol goleó 5-0 en 2014 recuerda que lo vio con un amigo en su casa y que después del 3-0 “la tele estaba prendida como si no hubiera nada. Pero que quede claro: 6-0 es más –recordando lo que sucedió en 1941–. Y 10-0 (sumando el resultado de la Reserva de ese día), es mucho más”.

“A veces me preguntan. ‘¿Qué preferís? ¿Ganar 5-0 un clásico o 2-1 en los minutos de adición?’ Y yo contesto: ‘¡Dame 10 veces un 2-1 de esos!’, comenta.

Su profesionalismo lo llevó a trabajar tres días después de que falleciera su padre. “Tengo momentos de reflexión y seriedad como cualquiera. Tres días después del fallecimiento de papá, volví al aire. Era un 6 de enero. Pensé que estaba preparado, me abrieron el micrófono y me puse a llorar”, recuerda.

“Un día hice el programa con apendicitis. Todas las horas las hice acostado en la mesa. No podía más del dolor. Me fui de la radio a operarme”.

Trabajó en una obra de teatro que se llamaba Boom con Moria Casán durante tres meses. “Fue una experiencia inolvidable con una conexión increíble. Tiene un carisma único. Lo disfruté muchísimo.  Es muy auténtica, como yo”.

Petinatti, la radio y Nacional. Los tres en uno solo.

 

"NECESITO UN MEJOR PAÍS PARA MI HIJA"
En la nota, Petinatti dijo que los de Nacional “son los colores más lindos del mundo”. Consultado acerca de si en política pensaba lo mismo (por el Frente Amplio), contestó: “No soy de izquierda, pero tampoco de derecha. Me cago en la política. Necesito gente honesta, gente con valores. Estén en el partido que estén para mi país. Necesito un mejor país para mi hija. Si llega a estar ese hombre o esa mujer en un partido equis, lo voto”.
Con relación a qué sucederá en las próximas elecciones y a si en este caso votaría en blanco, lo negó rotundamente.
“Yo crecí en dictadura, nunca tiro el voto. Recuerdo que acompañaba a mi abuelo de traje y corbata el día de las elecciones a votar. Es un día especial”, explicó.
Y agregó: “Respeto mucho la democracia. Los que no la respetan son los políticos que corrompen el sistema y que corrompen a sus propios partidos”.
Y siguió hablando de cómo se siente hoy respecto a la política. “Soy un liberal que cree en la gente y hoy soy un descreído que espera un poco de sentido común en la gente y en los líderes”.
EL GOL QUE HIZO DE ARCO A ARCO
Si bien admitió que nunca fue un dechado de virtudes jugando al fútbol y que le gustaba jugar al arco, también dice que era “de meter pata, trancar fuerte. Siempre me gustó trancar”.
Según cuenta “tenía mucha potencia en el remate. En un campamento que hicimos entre alumnos uruguayos y argentinos, yo tenía 17 años y jugamos con la cancha al revés, es decir, a lo ancho en vez de a lo largo. Ese día metí un gol de arco a arco”.
Además tiene en su memoria el día que metió tres goles en gimnasia del colegio Yavne en la cancha grande que había cerca del mismo en la Rambla y Andes. “Hice tres goles pero no me dieron la pelota, ¿eh?”, comenta con una sonrisa.
Esa potencia de la que recién hablaba, lo llevó a jugar y a alternar también en el básquetbol.
“Era mejor en el básquetbol. Era muy bueno marcando y al ser zurdo, complicaba bastante también a mis marcadores”, explica.
De aquella época entre la niñez y la adolescencia cuando aún iba al Yavne, recuerda que cada vez que cantaban la Marcha a “Mi Bandera”, cuando llegaba la estrofa que dice “la bandera bicolor”, el cantaba a los gritos “la bandera tricolor”, porque en su clase “había muchos manyas”.

 

SUS MOMENTOS

CON AMY
Siempre que puede, Petinatti disfruta al mismo tiempo de Nacional y de su hija Amy. Muchas veces lo ven juntos y profesan la misma pasión.

CON LA LIBERTADORES
Una de sus fotos preferidas entre un montón que guarda exclusivamente de  Nacional es esta de posar con la Copa Libertadores de América, la misma que ganó el club tricolor en tres oportunidades: en 1971, 1980 y 1988.

UN TÍTULO MÁS
El Campeonato Uruguayo logrado en 2014-15 con Álvaro Gutiérrez como técnico lo vivió en la cancha con De Pena, el Chino Recoba y Pereiro.

 

LAS FRASES

“Fui abanderado en quinto con la bandera de los 33 y estaba feliz por los colores; quería esa o la de Artigas, no la uruguaya”

“Uno de los tesoros que guardo es la camiseta firmada por los campeones de América y del mundo de 1971”

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