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Pequeños grandes favores inaceptables

No es que el uruguayo de a pie haya cambiado tanto, es que ahora se entera
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21 de mayo de 2023 a las 05:00

Antes se le llamaban favores, pequeñas o no tan pequeñas movidas para retribuir la lealtad política, a veces, y otras muchas para pagar deudas políticas. El clientelismo está en la raíz de las costumbres del sistema político uruguayo -por no decir, mundial- y ha sido practicado en mayor o menor medida por quienes más han estado en el poder, pero también por el partido que desafió a los fundacionales y lideró a Uruguay durante 15 años.

Lo que cambió no es el clientelismo sino la tolerancia ante hechos de este tiempo. La tolerancia no es el fuerte de los tiempos que corren, que literalmente corren, porque la velocidad de los hechos -y de cómo nos enteramos de ellos- supera la capacidad incluso de procesarlos y mucho más subsanarlos antes de que exploten. Ahora no se percibe como adecuado, y mucho menos correcto, que una ministra otorgue una vivienda sin pasar por los mecanismo legales determinados, ni que un jerarca del Ministerio del Interior se atienda gratis en un hospital que no le corresponde, como antes lo hicieron otros jerarcas de su partido y de la oposición. Ahora no se admite, porque no se entiende el por qué, el hecho de que se invente un título profesional que no se tiene o que se adelante un título que todavía no se obtuvo.

Los políticos deben caminar con extremo cuidado y decidir todas sus movidas con análisis previos y mucha estrategia, para evitar quedar enredados en escándalos públicos que, cada vez más, pueden derribarlos de sus cargos y, en algunos casos, hasta terminar con sus carreras. No es que el uruguayo de a pie haya cambiado tanto, es que ahora se entera. 

Los favores de antes, los familiares en las intendencias, los sueldos más altos para amigos, los préstamos a militantes del mismo partido, los amigos que intentan cubrir al otro amigo que resultó ser un jefe de policía en una fiestonga, todos esos hechos ahora salen a la luz muy rápidamente. Esto sucede por una combinación letal de fa ctores: la velocidad con la que corre la información en buena parte gracias a nuevas tecnologías, las nuevas tecnologías que permiten detectar rápidamente los “favores” (incluyendo las aplicaciones de mensajería como Whatsapp y sus filtraciones), y las triquiñuelas políticas que llevan a que se conozcan ciertos hechos porque “alguien” (no siempre periodistas) lo buscó o hizo  buscar con un objetivo: provocar una consecuencia perjudicial para la parte implicada. 

El último suceso de este tipo fue el que involucró al ahora exdirector de Convivencia y Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior, Santiago González, quien renunció luego que ya no pudiera negar más veces que se había atendido en el Hospital Policial. La novela del Policial se inició cuando el oficialism  denunció a exjerarcas de ese ministerio, entre ellos a la esposa del ministro Eduardo Bonomi, Susana Pereyra, por atenderse en ese centro. Una comisión investigadora parlamentaria, que se creó luego de denuncias realizadas por el senador nacionalista Jorge Gadini sobre irregularidades durante la gestión de Charles Carrera al frente de la dirección general de Interior, confirmó que la diputada Pereyra se atendió en ese hospital por "orden superior" entre 2010 y 2017, más de 20 veces, en diferentes especialidades e incluso con internación en el CTI. 

También la expareja de Carrera era paciente irregular del Policial; fue atendida 42 veces con el grado de "suboficial ayudante" aunque nunca fue policía, según confirmó en la comisión el jefe de sanidad policial de la época. 

Lo de González, en particular, comenzó cuando la radio M24 informó que se atendía en el Policial y que tenía una “cuenta corriente” para el retiro de medicamentos. Gonzalez juró que eso era mentira, que los tickets de medicamentos eran falsos y que todo era una maniobra. Pero la cosa comenzó a darse vuelta una semana después, cuando admitió que “solo” se había dado un inyectable para calmar un dolor lumbar, y que eso era legal porque era una emergencia. Siguió afirmando, sin embargo, que lo de los medicamentos eran “bruta cama”. 

González tenía claro todos los antecedentes antes mencionados, incluso el de su compañero del ministerio, el tercero en jerarquía de la cartera, Luis Calabria, que hace poco menos de un año renunció por su propia voluntad y por haber consultado con un oftalmólogo en el Policial. Por entonces ya se había creado la preinvestigadora, luego de la denuncia oficialista de que Carrera había usado el Policial “de manera irregular” para que atendiera a un hombre que fue herido por un disparo que provino, presuntamente, de la casa de quien entonces era subcomisario de La Paloma, El hombre quedó parapléjico. 

Calabria, el jerarca que renunció, reaccionó inmediatamente por considerar que había cometido un error de valoración que podía afectar al gobierno. Pero González siguió negando, hasta que un pedido de informes realizado por el programa Santo y Seña confirmó con información oficial del Policial que sí se había atendido en el Policial (13 veces) y que había retirado medicamentos seis veces.

Recién ahí vino la renuncia y el pedido público de disculpas, que siempre tiene una connotación bastante menos benigna cuando viene precedida de falsedades. “Utilicé el Hospital Policial; no debió suceder. Renuncié. Pido perdón a mis amigos, a mis compañeros, a todos, por haber actuado de esa manera. Quiero que todos sepan que me arrepiento de lo que pasó y espero ganarme la confianza nuevamente con trabajo y entrega”, escribió González en Twitter.

El Ministerio del Interior notificó a Fiscalía esta semana de que González se atendió en el Policial mientras ejercía el cargo, igual que a fines de marzo había presentado una denuncia penal por Carreras y por su expareja, entre otros usuarios irregulares del Policial.

Casi que al mismo tiempo se desató el vendaval en la coalición multicolor porque la ministra de Vivienda, integrante de Cabildo Abierto, había otorgado al menos dos casas sin que mediara el procedimiento legal. Ella alegó que los beneficiados cumplían con los requisitos para que se los considerara y dijo más de una vez que siempre se ha hecho así.

El presidente le pidió la renuncia, el esposo -senador Guido Manini Ríos- intimó al presidente, con tono amenazante, para que reconsiderara y, al final, la exministra se fue al Senado y Cabildo se quedó en la coalición. 

En estos y en otros muchos casos no hay corrupción “tradicional” en la que se pagan coimas o se intercambian favores con precio, pero sí hay  ilegalidades y desprolijidades repetidas en diferentes gobiernos y por diferentes jerarcas, que al tomar estado público obligaron a sus renuncias. 

Las cosas ya no se hacen como se hacían. O al menos, esa sería una primera conclusión de estos hechos. Las cosas ya no se hacen como se hacía o “como las hacen todos”, porque ahora nos enteremos y eso le resta credibilidad y, finalmente, confianza y votos a una fuerza política. Hora de reconsiderar estrategias.

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