Perder el tiempo puede ser saludable

Debemos acabar con la tiranía de las estrategias que promueven la productividad personal y la autosuperación

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09 de enero de 2020 a las 05:02

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Por Emma Jacobs

En la víspera de Año Nuevo, no experimenté el habitual disgusto por mi tendencia a disfrutar del chocolate, el vino y las golosinas. No estaba adoptando una actitud ascética, ni mucho menos. A diferencia de otros años, el hecho de comer demasiadas cosas dulces mientras veía películas de Navidad no desencadenó una resolución para aumentar mi productividad, mantener un diario o mejorarme de alguna manera.

De hecho, decidí mantener algún elemento del estupor navideño en mi vida durante el mayor tiempo posible.

Esas promesas son fáciles de hacer mientras vestís pantalones elásticos, tomás el licor Baileys e ignorás el calendario de tal forma que ya no sabés qué día es. Son mucho más difíciles de cumplir cuando volvés a la vida cotidiana y debés cumplir con fechas de entrega en la oficina, proyectar una apariencia de profesionalismo, transportar a los niños a la escuela y pagar las facturas.

Antes de que señales algunas cosas que yo definitivamente podría mejorar, no te preocupes: conozco mis defectos. Más bien, mi falta de resolución fue causada por la alegría de relajarme y por un libro, El arte del descanso de Claudia Hammond. El libro propone que debemos renunciar al ajetreo y disfrutar del descanso –el cual es diferente al sueño– para recargar las baterías y fomentar la creatividad.

Las redes sociales cristalizaron mi resolución. Si bien las desintoxicaciones digitales se han vuelto habituales, también se ha popularizado la “fetichización del trabajo”, o sea, la adulación del trabajo excesivo, denunciada por el cofundador de Reddit Alexis Ohanian como la "idea de que si no estás sufriendo, esforzándote y trabajando cada hora de cada día, no estás trabajando lo suficiente". Él denunció esta actitud como “uno de los aspectos más tóxicos y peligrosos del sector de la tecnología".

El libro de Hammond se basa en una investigación que encuestó a 18.000 personas en 135 países acerca del descanso. Descubrió que las principales actividades relajantes incluían soñar despierto, caminar, escuchar música, no hacer nada, mirar televisión y leer. Ella defiende los beneficios de estas actividades, disipando cualquier culpa.

La reacción más común a su campaña para promover el descanso es que las personas no tienen tiempo para hacerlo. Ella presenta dos argumentos para los escépticos. Primero, la mayoría de las personas sobreestiman cuánto tiempo realmente le dedican a su trabajo; y segundo, propone que debemos aceptar que nuestra lista de tareas pendientes nunca se realizará.

Hammond les da poca importancia a las técnicas de gestión del tiempo y sugiere que debemos cambiar la noción de la pérdida de tiempo. “Tal vez sea cierto", escribe, "que podés perder algo de tiempo conversando en el trabajo y que podrías concentrarte más durante el día y salir del trabajo un poco antes, pero tal vez el hecho de divertirte con tus colegas y revisar Instagram de vez en cuando puede hacer que tu trabajo sea más agradable o soportable".

El libro reforzó mi sentimiento de creciente repulsión ante la tiranía de la autooptimización, la productividad personal y las prácticas diseñadas para mejorar nuestras vidas, como las rutinas de ejercicio en la madrugada. Algunos suelen llevar estas prácticas a los extremos, como un hombre que conocí quien monitorea todas sus resoluciones, a través de una hoja de cálculo (subdividida en salud, trabajo, personal, espiritual) a lo largo de meses, años y décadas.

A medida que la tasa de crecimiento económico se ha desacelerado, hemos fetichizado la productividad personal, argumenta André Spicer, coautor de Desperately Seeking Self-Improvement (Buscando desesperadamente la autosuperación), y me dice que estamos "obsesionados con pequeñas intervenciones que nos hacen sentir un poco más productivos al aprovechar la holgura de un sistema improductivo".

La gestión del tiempo y los métodos para mejorar nuestras vidas son atractivos para el grupo de personas que Spicer describe como profesionales “no gestionados”: los empleados que tienen un trabajo pero quienes no cuentan con un sistema de gestión útil. “Esto significa que necesitan convertirse en sus propios gerentes y dirigir su propio trabajo. Una forma de resolver este problema es recurrir a los consejos de la industria de la productividad personal”. En el futuro, él predice que existirá un servicio de alquiler de jefes para trabajadores autónomos y otros trabajadores no gestionados. Tal servicio proporcionaría una especie de dominatriz del trabajo, por así decirlo.

Para algunos empleadores, la solución para mejorar la productividad personal no es una mejor gestión ni el rediseño de los empleos sino los programas de bienestar. Sin embargo, estos programas no funcionan si simplemente esconden las condiciones de trabajo estresantes.

Incluso podrían aumentar la carga de trabajo. Un amigo me habló de un equipo en su lugar de trabajo que supervisó los patrones de sueño de sus miembros. A un empleado se le asignó la responsabilidad adicional de compilar una hoja de cálculo del sueño, que consumía su tiempo libre y que resultó ser lo contrario de descansar.

Espero que a mí me vaya mejor este año.

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