EFE

Por qué Donald Trump es un regalo para Xi Jinping

El presidente estadounidense ha desarmado a EEUU en la guerra de ideas

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18 de abril de 2019 a las 13:53

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Gideon Rachman

Donald Trump ha estado en el cargo durante suficiente tiempo para desarrollar ciertos patrones en su comportamiento. Al presidente de EEUU le gusta crear una crisis, dejarla existir por un tiempo y después anunciar que la ha resuelto. Asusta a amigos y enemigos por igual con amenazas terribles, antes de llegar a un acuerdo que él mismo certifica como "increíble". En realidad, el nuevo acuerdo a menudo es superficial y en gran medida los problemas subyacentes no se han resuelto.

Éste es el modelo que la administración Trump ha seguido con Corea del Norte, al igual que con México y Canadá. Y es el modelo que claramente va a surgir en la "guerra comercial" de Trump con China.

Dentro de unas semanas, el presidente de EEUU declarará una gran victoria. Sus leales asesores seguirán su ejemplo. Pero la realidad subyacente será que no habrá cambiado mucho la relación económica entre EEUU y China, de la misma manera que no ha cambiado mucho la relación comercial entre EEUU, Canadá y México después de que el equipo de Trump renegoció el TLCAN.

De la misma manera en que Corea del Norte no ha desechado sus armas nucleares, China no desechará su sistema de subsidios estatales para la industria, que es la forma fundamental que usa Beijing para poner en desventaja a los competidores extranjeros.

En cambio, es probable que los chinos se ganen a Trump con promesas de comprar muchos más productos estadounidenses. También abrirán más sectores de su economía a la inversión de EEUU y reforzarán las leyes sobre propiedad intelectual. Esto probablemente no afectará el déficit comercial de EEUU con China. Y ciertamente no afectará el impulso de China para dominar las tecnologías del futuro.

Pero cancelar la guerra comercial no será el único regalo que Trump le dará al presidente chino Xi Jinping. Porque Trump ya ha desarmado a EEUU en una guerra aún más importante: la guerra de ideas.

Eso importa porque el arma más potente de EEUU en su competencia emergente por la supremacía con China no es su economía, ni sus portaaviones, sino sus ideas. La noción de que los principios abstractos como "libertad" y "democracia" son activos poderosos de EEUU a veces se descarta como una ilusión liberal. Pero las acciones chinas sugieren lo contrario. El gobierno de Xi hace todo lo posible para reprimir la circulación de ideas liberales y occidentales, censurando el Internet y reprimiendo a los disidentes, estudiantes y abogados de derechos humanos.

El hecho de que los anteriores presidentes de EEUU abogaran por los derechos humanos no sólo era irritante para el Estado de partido único chino; era una amenaza. El mejor símbolo de esto fue la "Diosa de la Democracia", construida por manifestantes a favor de la democracia en la Plaza de Tiananmén en 1989, que se parecía mucho a la Estatua de la Libertad de EEUU.

El levantamiento de Tiananmén fue reprimido violentamente y la "Diosa" fue derribada. Pero los liberales chinos han seguido buscando inspiración y apoyo en EEUU. Los derechos humanos sólo eran un punto en la agenda de los EEUU cuando se trataba de China. Pero eran una parte crucial de lo que EEUU representaba en el mundo.

Lamentablemente, eso ahora ha cambiado. Como presidente, Trump ha dejado en claro que es un admirador de los líderes fuertes y autoritarios de todo el mundo.

El departamento de Estado de EEUU continúa emitiendo un informe anual sobre los derechos humanos en todo el mundo, que tiene cosas importantes que decir sobre China. Pero el mensaje de la Oficina Oval es muy diferente. En varias ocasiones, Trump ha elogiado a. Xi como "un gran líder" y un "muy buen hombre".

Esto es importante porque Xi es en realidad el líder más autoritario de China desde la muerte de Mao Zedong en 1976. Los elogios excesivos de Trump amenazan con darle el sello de aprobación estadounidense a la represión en China. Cuando Xi abolió los límites del mandato presidencial, lo cual le permitió gobernar de por vida, la respuesta de Trump fue para bromear que EEUU debería considerar ese modelo de gobierno.

Pero la represión en la China de Xi es un asunto muy serio. Los controles de los medios de comunicación, el Internet y las universidades se han ampliado significativamente desde que llegó al poder en 2012. Y ha habido una represión sin precedentes en la provincia de Xinjiang, que ha confinado a hasta 1 millón de personas de la etnia uigur en "campos de reeducación".

En comparación con China, EEUU todavía ofrece un ejemplo inspirador de una sociedad libre en acción. Pero el hecho de que el presidente de EEUU califica regularmente a los medios como "noticias falsas" y que su administración ha separado a miles de inmigrantes ilegales de sus hijos en la frontera de EEUU, desdibuja lo que debería ser una línea brillante entre las prácticas de una democracia y las de un Estado autoritario.

La resolución de la disputa comercial puede hacer aún más daño. Trump muestra todos los signos de querer salir de su batalla con China y declarar una nueva guerra comercial en contra de la UE y Japón. Al hacerlo, el presidente dividirá la alianza occidental, casi imposibilitando la adopción de un enfoque coordinado con respecto a China.

Si eso sucede, Trump ya no parecerá el adversario más duro de China, sino más bien un regalo para Xi.

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