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Por qué es necesario seguir haciendo esfuerzos antitabaco

Uruguay ha avanzado favorablemente en la reducción del consumo de tabaco, pero casi un cuarto de nuestros jóvenes siguen eligiendo fumar.
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17 de septiembre de 2022 a las 05:02

Los Estados (y los gobiernos) deben velar por el bien público, una tarea tan amplia como compleja que, además, está sujeta a interpretaciones influidas por los momentos históricos. Durante décadas la industria tabacalera hizo y deshizo a su gusto, primero ante la ausencia de evidencia científica y luego a pesar de ella. Antes eran los propios médicos los que nos recomendaban fumar un cigarrito desde avisos impresos en revistas y diarios. Pero los tiempos cambian, y los Estado se adaptan.

La decisión del gobierno uruguayo de flexibilizar la normativa sobre el empaquetado y etiquetado neutro de cigarrillos es grave no tanto por lo que implica efectivamente, sino porque sienta un precedente para permitir que el tabaco siga encontrando formas de reposicionarse. Y porque a medida que lo logre -siempre encuentra las formas- seguirá sumando jóvenes a las filas de personas que tendrán muchas chances de morir por problemas asociados a su consumo.

En Uruguay el 65% de la población de 15 a 65 años declaró haber consumido alguna vez tabaco. Se estima que el 33% de la población fuma (se mide en los últimos 12 meses). Entre los adolescentes de 13 a 17 años esta prevalencia es de 15,3%, 12,1% para hombres y 18,2% para mujeres. En promedio empiezan a fumar a los 14 años. 

Con estas cifras a la vista no estamos para flexibilizar nada, incluso a sabiendas de que el contrabando de cigarrillos es y siempre fue una vía de entrada importante de tabaco, que perjudica a la industria nacional, sí, pero sobre todo a quienes terminan fumando. De hecho Uruguay podría tomar unas cuantas medidas para intentar frenar el contrabando incluidas en el Convenio Marco para el Control del Tabaco, un tratado internacional de Salud que nuestro país suscribió en el año 2004, antes que flexibilizar las regulaciones vigentes sobre los paquetes.

Uruguay ha estado al frente del combate al tabaquismo desde 2004, con diversas medidas que van desde la prohibición total de fumar en espacios cerrados hasta la obligatoriedad de cubrir con advertencias el 80% de los paquetes de cigarrillos. Y desde entonces se ha investigado, tanto a nivel nacional como internacional, el efecto de estas medidas en la percepción y finalmente la decisión de fumar de las personas.

Un grupo de investigadores del Fondo Nacional de Recursos, la Comisión para el Control del Tabaco del Ministerio de Salud Pública, la Universidad de la República, la Universidad de Montevideo y el Massachusetts Institute of Technology, han analizado desde la perspectiva de la economía de la salud el impacto de estas medidas en la reducción de las prevalencias de consumo de tabaco en jóvenes y población adulta, y en las decisiones de cesación en mujeres embarazadas. Tal como explicaron algunos de estos investigadores en una nota publicada en La Diaria, “los resultados muestran que las políticas no asociadas con el precio fueron las que tuvieron el mayor impacto, aumentando la cesación de 15% en 2007 a 43% en 2013, asociándose con un aumento de 188 gramos en el peso al nacer”.

En 2018 investigaron la percepción de riesgo de los consumidores frente a diferentes paquetes de cigarrillos, para concluir que “el empaquetado plano (paquete sin distintivo de marca, color y tipografía uniforme, y mismas advertencias) incrementa el riesgo percibido de los cigarrillos incluso en un entorno altamente regulado, como es el caso de Uruguay”. 

Desde 2019 este fue el séptimo país del mundo en adoptar el llamado empaquetado plano. Ahora Uruguay es el primer país en retroceder, al permitir que el fabricante incorpore elementos de su marca en el cigarrillo o en el interior de la cajilla. El objetivo es probar que son auténticos y no de contrabando, pero la realidad es que el argumento de la autenticidad en este caso solo es una marcha atrás que abre la puerta para otras que seguramente pedirá la industria.

En los últimos años los jóvenes volvieron a fumar los famosos “mentolados” de otras épocas, los mismos que ahora se analizan prohibir en varios países incluyendo al reacio Estados Unidos con la FDA al frente. En otras naciones como Canadá y Gran Bretaña, esta medida ya se tomó. ¿Por qué volvieron los mentolados que parecían cuestión del pasado? “Los aditivos de mentol en los productos de tabaco crean un efecto refrescante y levemente anestésico que hace que fumar sea más suave y fácil, y fomenta inhalaciones más profundas. El mentol también aumenta la adicción a la nicotina, según la FDA”, señala un artículo de la Escuela de Salud Pública de Harvard.

En este contexto, en el que el bien común esencial es la salud de los uruguayos, que el presidente haya admitido con sorna que el decreto se hizo a pedido de la empresa Montepaz, es lo de menos. Es obvio que Montepaz y cientos de otras empresas y grupos de interés hacen planteos en voz alta y en voz baja para defender sus intereses genuinos. Es genuino el interés de ganar más dinero vendiendo cigarrillos, aunque para muchos -me incluyo- la industria tabacalera sea en gran parte responsable de esta epidemia de tabaquismo que sigue siendo la principal causa de muerte prevenible en todo el mundo. Se estima que entre 2010 y 2050 morirán 400 millones de personas a causa de enfermedades relacionadas con el tabaco.

Es genuino y legal. Y es genuino y deseable que el gobierno ponga a la salud pública por encima de intereses comerciales, por varias razones. Una es de pura lógica: un Estado defiende a sus habitantes y cuida, en la medida de lo razonable, su salud. Si un uruguayo decide gastar 200 pesos por día y fumarse una cajilla (dura) de cigarrillos, puede hacerlo porque es una actividad legal. Si él -y tal vez otros no fumadores que conviven con esa persona- terminan desarrollando una enfermedad derivada del consumo de tabaco, el Estado tendrá la obligación de atender su salud, que costará mucho más que lo que debe invertir en una persona que no fuma. 

Si las cajillas que lo condujeron a la muerte se fabricaron en Uruguay o en Tanganika, la verdad es que poco importa en términos de salud pública.

Estos últimos cambios implementados en la normativa sobre el empaquetado y etiquetado neutro de cigarrillos no son vitales para controlar el contrabando. En todo caso la medida más efectiva son las multas para quienes comercialicen marcas de contrabando. 

“Que la cajilla salga un poco menos no va a hacer que la gente compre la cajilla de Montepaz", dijo en estos días Laura Roballo, integrante de la Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular (CHSC) y presidenta del Centro de Investigación de la Epidemia de Tabaquismo (CIET). La Comisión Interinstitucional Asesora para el Control del Tabaco y el Programa Nacional de Control del Tabaco afirman que los cambios en la normativa que flexibilizan el empaquetado de las cajillas "no son medidas para combatir el comercio ilícito" y permiten que "los cigarrillos sean más atractivos a través de técnicas de diseño empleadas por la industria tabacalera".

Cajilla blanda o dura no es un gran cambio, pero cada pequeño cambio abre puertas que deberían permanecer cerradas para siempre. A diferencia de aquellas épocas en las que se usaban a médicos para que nos dijeran que el cigarrillo estaba buenísimo, ahora tenemos pruebas de todo tipo y color que demuestran que no está buenísimo. Y no hay rentabilidad empresarial que pueda contra esta realidad.
 

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