Eduardo Espina

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Postales de la plaga desde EE.UU (IV)

Las historias que dejará a su paso este año darían para escribir una enciclopedia de la condición humana puesta a prueba
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23 de mayo de 2020 a las 05:02

El querido profesor Novoa (ahora mismo no puedo recordar su  nombre), que en la escuela me enseñó como nadie geografía, y quien murió muy joven en un accidente de moto cuando iba camino al salón de clase, solía decir cuando se refería al tamaño de un país: “según los fríos números…”. Los números de la pandemia no son fríos. Cada uno que aumenta la lista de fallecidos representa una tragedia en privado, un final que puede tener todo de anónimo, pero nada de frialdad matemática. Así pues, según los “no fríos números”, hasta el jueves 21 de mayo de noche había en el mundo 5.016.171 casos confirmados y 328.471 fallecidos. Otra de las peculiaridades de esta pandemia, es que ningún monto puede ser exacto por más de un minuto y que en cada minuto caben cientos de vidas convertidas en cifras.

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Después de que esto pase, si pasa (por ahora nadie lo ha garantizado), habrá cientos de historias para contar, sobre todo las de aquellos que nunca imaginaron que sus vidas se acabarían en año con dos cifras siamesas unidas. El 20 es una cifra que para los mayas tenía un significado especial. En agosto de 2019, cuando visite Antigua, Guatemala, un antropólogo me dijo: “para los mayas el año próximo representaría un enigma, pues el numero 20 representaba para ellos muchas cosas”. Quienes han fallecido, jamás imaginaron que fuera a representar eso que vino en forma de virus.  Y todavía faltan siete meses para que termine el año.

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Me dijo –antes de ayer– un prestigioso editor chileno, que desde hace tiempo me viene invitando a publicar un libro en su editorial, independiente política, cultural y sobre todo, muy importante, mentalmente, que Santiago se va a quedar sin librerías de la gran cantidad que están cerrando. Pienso, por analogía directa, que si las librerías cierran no quedarán casi lugares donde comercializar los libros de edición reciente, ergo, también las editoriales deberán enfrentar la quiebra a corto plazo.

El editor de marras, sin embargo, se resiste a considerar dicho escenario definitivo: “de alguna forma voy a seguir publicando libros de calidad. Lectores cualificados voy a encontrar”. Me sugiere que escriba un libro contando las historias de los muertos de la Covid guión 19 (suena a serpiente venenosa). Contar la de todos es imposible, pero en la de algunos cabe la vida de los demás. “No todos, solo aquellos que han dejado a tu vida menos completa” (sic), es lo que sugiere, Zoom mediante. Conozco a varios, ilustres y desconocidos  difuntos que han sido víctimas del número 20 (y del 19 asociado al virus), los cuales empezaron el 2020 creyendo que iba a ser un gran año, porque todo en sus vidas iba viento en popa, habiendo terminado 2019 pensando que el siguiente sería el ano de culminación de sus carreras o de algún aspecto relevante de sus vidas.

Apenas la ansiedad y el cansancio mental amainen un poco, comienzo a escribirlo, le prometí, sabiendo que la lista de excluidos por la vida seguirá creciendo y que nadie se libra de integrarla. Si la literatura sobrevive estos tiempos en que cada vez se escribe peor –es como imposible encontrar frases notables– y para peor una pandemia ha arruinado la vida social, la próxima literatura será de vidas contadas por quienes la vivieron. En la realidad de ahora mismo, puede encontrarse la ficción más suprema.

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John Prine (1946–2020) es –él se fue, su música continúa– uno de los mejores cantautores estadounidenses de todos los tiempos. Bob Dylan considera que la canción “Lake Marie”, es una obra maestra. Prine, considerado “el Mark Twain” de la música, había sobrevivido muchas cosas en su vida, depresiones, alcoholismo, y un cáncer que lo visitó dos veces y que abandonó la pelea al ver el tesón del cantante por mantenerse vivo. Pero además de recobrar su salud, Prine consiguió que la inspiración al más alto nivel regresara. Para lograr tal objetivo –nada fácil– contó con la ayuda de Fiona Whelan, la musa que lo ayudó a cambiar la vida. La irlandesa no solo fue su esposa, su compañera por 32 años y quien primero oía sus canciones cuando las terminaba de escribir, sino que fue su cómplice en la aventura mágica de creer en la vida nuevamente.

Cuando otros a esa edad están jubilado o pasaron a formar parte del panteón de la nostalgia, John Prine editó en 2018 The Tree of Forgiveness (El árbol del perdón), uno de los mejores discos de lo que va del siglo XXI, uno de los pocos realmente trascendentes, el cual incluye “Boundless Love”, dedicada a su esposa, canción antológica sobre los sentimientos profundos y sobre el hecho de sentirse un resucitado del amor. Las críticas del álbum fueron excelentes y sirvieron para que un nuevo público descubriera la música de Prine. Aprovechando el renacimiento, Prine hizo una gira mundial con salas llenas. Tan exitosa fue la gira, que tenía planeado iniciar la segunda parte de la misma en junio del presente año. La enfermedad con número impar quiso lo contrario.

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Una mañana de marzo Prine se levantó con escalofríos y problemas para respirar. La noche anterior había estado conversando con su esposa sobre las canciones que formarían parte del repertorio de la gira. Presento este dato, para que vean qué rápido se puede pasar de sentirse físicamente bien, al desastre final. En pocas horas, el gran John Prine entró en la pendiente del fin.

El virus se comportó ferozmente. Jugó con su víctima como varios gatos juegan con un mísero ratón. La llamada –por nombre y porque llama a quienes se lleva– Covid-19 le permitió al enfermo sentirse moderadamente bien por un rato, llenó de espejismos la esperanza de sus familiares, y cuando algunos creyeron que el paciente podía salvarse, le terminó provocando una muerte terrible: a solas en un hospital y con el cuerpo consumido por la falta de aire.

En el mundo de la música, John Prine es hasta la fecha la víctima más notable. Nadie va a olvidarse de las miserias y sufrimientos asociados al año 2020, que aún no se ha ido y promete mayor cantidad de horror colectivo a corto plazo, como tampoco nadie va a olvidarse de la música de quien escribió algunas de las mejores canciones que la vida humana necesita, así se sienta felizmente bien, o mal como nunca se lo había imaginado.

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