Padres de escuelas Aprender tienen más expectativas educativas de sus hijos.

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Programa para escolares más pobres da señales de éxito: les va mejor en Lengua y Matemática

Estudio de la Universidad de Montevideo demuestra que en las escuelas Aprender consiguen mejores resultados educativos en comparación con centros urbanos de similares contextos
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17 de abril de 2023 a las 05:00

El Instituto Nacional de Evaluación Educativa lo viene repitiendo hasta el hartazgo: un niño que asiste a una escuela del contexto más pobre está —casi— condenado a abandonar sus estudios y ver su futuro frustrado. En cambio, un niño que concurre a un centro educativo de la zona más rica está —casi— motivado a una carrera exitosa. Pero una nueva investigación de dos economistas de la Universidad de Montevideo demuestra que la atención focalizada en los más vulnerables empieza a mostrar destellos de mejora.

La inequidad —medida entre otros aspectos por la brecha de aprendizajes entre los escolares más ricos y los más pobres— es, desde hace décadas, uno de los talones de Aquiles del sistema educativo uruguayo. Tanto es así que, sin distinción de colores político-partidarios, hubo intentos de darle un revés a la tendencia: la extensión del tiempo pedagógico, las escuelas de contexto crítico, la incorporación de maestros comunitarios y la categorización de las escuela Aprender.

Hubo un tiempo en que Primaria tuvo la obsesión con los acrónimos: Caibal, Guri, Aprender (Atención Prioritaria en Entornos con Dificultades Estructurales Relativas). Así se llama el programa que pone el foco en las escuelas ubicadas en la más vulnerabilidad socioeconómica. Pero, como toda división arbitraria, el contexto de los que asisten a las escuelas urbana comunes que se pasaron por un pelín de aquellas que son categorizadas Aprender no distan mucho.

Por eso los economistas Juan Martín Facal y Gonzalo Ferrés compararon los resultados educativos de una muestra de decenas de escuelas Aprender versus unas decenas de centros educativos comunes de características similares. Y los resultados sorprendieron (positivamente) hasta algunos de los técnicos de mayor trayectoria en la ANEP.

¿Por qué? Porque cuando se miran los datos sin comparar, la segregación de la educación uruguaya está bien marcada: los niños de Aprender repiten más que los de escuelas comunes, los de comunes lo hacen más que los de Práctica, y los de Práctica más que los privados de mejores contextos. Otra vez: el contexto manda. Pero cuando se comparan en los límites a públicos similares, las escuelas Aprender obtuvieron una reducción de 2,3 puntos porcentuales en la repetición del período 2017 a 2019 en comparación con las urbanas comunes. Dicho en criollo: “estar bajo el paraguas del programa Aprender hace la diferencia”, explicó Facal.

Eso mismo se ve en los aprendizajes: en la prueba nacional estandarizada (Aristas) los escolares de tercero y sexto de las escuelas Aprender consiguieron mejores desempeños en Lengua (0,31 desvíos estándar que, en términos estadísticos de estas pruebas “es un montón”). Y los de sexto grado incluso lograron un éxito bastante más rotundo en Matemáticas (0,48 desvíos estándar).

¿A qué se debe? He ahí parte del ¡Eureka! que gritaron estos magísteres que ahora se irán a Estados Unidos a estudiar un doctorado en Economía. Algunas prácticas docentes en el programa Aprender parecen causar efectos positivos en los resultados de los estudiantes. Por ejemplo: cuando se les pregunta a la maestras, ellas responden que se actualizan con frecuencia en Lengua y Matemática (las dos disciplinas fundamentales). De hecho, responden en 80 puntos porcentuales estar actualizadas versus sus colegas de escuelas urbanas comunes.

No solo eso: realizan con asiduidad una reunión de coordinación en que ponen a tiro la marcha de la escuela y suelen estar en mayor intercambio con los padres. Y eso que envían menos deberes o exigencias que otrora se pensaban claves en los cambios de aprendizajes.

Como contrapartida, Facal y Ferrés encontraron que los padres de las escuelas Aprender son siete puntos porcentuales más propensos a esperar que sus hijos alcancen un grado de educación más alto que ellos. Es decir: tienen más expectativas respecto al futuro de sus hijos que los padres de escuelas urbanas comunes de contextos parecidos.

Esa expectativa de los padres, sin embargo, no tiene un correlato con las actitudes. Pues padres de unas u otras escuelas invierten casi lo mismo. Y valga por el término “inversión” el tiempo que dedican a tareas escolares, a la preocupación por la marcha educativa de sus hijos, al gasto en útiles y un largo etcétera.

Como sucede en casi toda la educación, las niñas (mujeres) se benefician más del programa Aprender que sus pares varones. Hacen más la diferencia. 

Conocé el estudio completo en este enlace.

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