Reuters

Putin, la inteligencia estadounidense y la lucha global por la narrativa de Ucrania

La guerra de Irak ensombrece la credibilidad de las advertencias estadounidenses en medio de la erosión de la fe pública en los políticos

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17 de febrero de 2022 a las 14:34

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Gideon Rachman

Me encontré con una persona alterada y enojada en las calles de Berlín la semana pasada. Un hombre alto y agitado estaba aventando su bicicleta y gritando. El tema de su discurso parecía ser que el presidente ruso, Vladimir Putin, es el único líder mundial confiable y que los estadounidenses una vez más están tratando de engañar a Alemania para que entre en guerra.

Es tentador, pero demasiado optimista, descartar escenas como esa como si no tuvieran sentido. Porque la crisis de Ucrania está teniendo lugar en un período en el que las teorías conspirativas abundan en todo el mundo occidental. Los líderes que están luchando por enmarcar una respuesta eficaz y unida frente a Rusia saben que la opinión pública es crucial. Por cada lunático con una bicicleta, hay muchos más ciudadanos que desconfían silenciosamente de sus gobiernos.

La opinión pública occidental rara vez ha estado en niveles tan bajos de confianza en los líderes políticos. El barómetro de confianza anual de Edelman informó en enero un “colapso de la confianza en las democracias desarrolladas”, mostrando que solo el 46 por ciento de los alemanes, el 44 por ciento de los británicos y el 43 por ciento de los estadounidenses confían en sus gobiernos.

La lucha por Ucrania se está desarrollando mientras las calles de Ottawa, la capital de Canadá, se han llenado de manifestantes antivacunas, con protestas similares en París y otras planeadas para otras capitales occidentales. En EEUU, el presidente Joe Biden todavía tiene que lidiar con teorías conspirativas sobre los tratos comerciales anteriores de su hijo con Ucrania. En Gran Bretaña, hasta Boris Johnson, el primer ministro, ha incursionado en teorías de conspiración.

La cuestión de la confianza es ahora central en la lucha internacional por Ucrania. El gobierno ruso es experto en “guerra híbrida”, donde la información y la opinión son parte de la batalla. Putin es un ex espía.

Los gobiernos occidentales son muy conscientes de que la guerra de información rusa los ha puesto en desventaja en el pasado, sobre todo durante las elecciones presidenciales de EEUU de 2016. Esa es en parte la razón por la que la Casa Blanca ahora está dando informes de inteligencia no solo al presidente, sino al mundo en general.

Jake Sullivan, el asesor de seguridad nacional de Biden, subió al podio de la Casa Blanca el viernes para contarle al mundo sobre la acumulación de tropas rusas en Ucrania y advertir sobre una posible invasión inminente. El objetivo no era simplemente darles tiempo a los estadounidenses para salir de Ucrania. Fue un esfuerzo por parte de EEUU para controlar la narrativa, antes de que lo haga Rusia.

Pero cualquier intento de EEUU de utilizar la inteligencia para moldear la opinión mundial tiene que lidiar con la sombra de la guerra de Irak. El esfuerzo exitoso de EEUU para construir una "coalición de los dispuestos" en 2003 se basó en la publicación de afirmaciones de inteligencia de que Saddam Hussein estaba en posesión de "armas de destrucción masiva". El hecho de que no se encontraron armas de destrucción masiva fue un golpe para la credibilidad estadounidense del que nunca se ha recuperado por completo.

Sin embargo, existe una diferencia importante entre el tipo de inteligencia utilizada en Ucrania e Irak. La existencia de armas de destrucción masiva siempre estaba en disputa. El hecho de que 130.000 soldados rusos se estén concentrando actualmente en las fronteras de Ucrania no lo es, ni siquiera por Moscú.

Handout / Russian Defence Ministry / AFP
Maniobras militares de Rusia

Actualmente la guerra de propaganda se está librando en torno a la cuestión de la intención. Rusia niega que está a punto de invadir y ha acusado a Occidente de exagerar deliberadamente la amenaza. La línea rusa es que sus tropas solo se moverán si Ucrania las provoca. Las frecuentes sugerencias de Occidente de que Rusia está planeando una operación de "bandera falsa", para fabricar tal provocación, son cruciales para esta batalla de narrativas.

Algunos gobiernos occidentales podrían asumir complacientemente que ganar una guerra de propaganda con el Kremlin no debería ser difícil. Después de todo, ¿cuánta credibilidad puede tener Putin, después de negar primero el envío de “hombrecillos verdes” para anexar Crimea en 2014 y más tarde admitirlo? O ¿después de enviar asesinos a matar a un ex agente ruso en Salisbury, Inglaterra, negarlo y luego poner a los asesinos en la televisión para afirmar que habían visitado la ciudad dos veces, pero solo porque querían ver su famosa catedral? Sin embargo, el éxito para los rusos y Putin no requiere convencer a los votantes occidentales de que el Kremlin dice la verdad. Puede ser casi igual de útil sugerir que la Casa Blanca también está mintiendo.

A diferencia de Irak en 2003, los gobiernos occidentales parecen estar en gran parte de acuerdo sobre lo que está sucediendo en Ucrania. Francia y Alemania se opusieron a la guerra de Irak. Sus líderes incluso compartieron plataforma con Putin, para expresar esa oposición. Esta vez, los principales gobiernos están unidos en su oposición a las amenazas de Rusia. Las diferencias que existen entre Washington, Berlín, París y Londres son principalmente de estrategia diplomática.

Pero la opinión pública occidental sigue siendo un eslabón débil. Encuestas recientes sugieren que el 26 por ciento de los estadounidenses están de acuerdo en que “Joe Biden es un presidente títere” controlado por el Estado Profundo de EEUU; mientras que el 31 por ciento de los estadounidenses, el 28 por ciento de los franceses y el 23 por ciento de los alemanes piensan que es definitivamente o probablemente cierto que hay un "grupo único de personas que controlan los eventos en secreto... y gobiernan el mundo juntos”.

Ese tipo de escepticismo extremo e irracional es una base débil sobre la cual construir un consenso para una respuesta política occidental que probablemente sea costosa y peligrosa. Desafortunadamente, Putin tiene mucho con que trabajar, conforme intenta explotar las debilidades de Occidente.

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