En Treinta y Tres dormía con una pelota abajo del brazo. A los 14 se instaló en Montevideo para jugar en Danubio. A los 15, ya lo representaba Daniel Fonseca y su nombre comenzó a asociarse con equipos como Barcelona y Villarreal. A los 17, se lo llevó Atlético de Madrid y fue uno de los goleadores del Mundial sub 17 de Nigeria, un torneo que jugaron Neymar, Mario Götze, Isco y Álvaro Morata. Hoy, a los 29, Sebastián Gallegos disfruta del fútbol en Central Español. Anda en busca del ascenso y de una nueva oportunidad para jugar en el extranjero.
Ya jugó en Italia, Rumania, Perú, Chile y Australia. Su carrera no fue sin dudas lo que asomaba cuando era un juvenil. Pero lejos de lamentarse, Gallegos disfruta adentro de la cancha como aquel niño que empezó pateando la pelota en Huracán, que luego se pasó junto a sus amigos a Yacaré y que con 11 años ya empezó a frecuentar las formativas de Danubio.
Cuando mira atrás y ve a aquel botija al que le hablaban de la posibilidad de ir a Barcelona y su respuesta natural era ir a jugar al PlayStation con ese club, Gallegos busca una explicación.
“Tal vez fue la comodidad. Las cosas se fueron dando tan rápido que de un día para el otro estaba entrenando junto a Diego Forlán, el Kun Agüero y Diego Godín. Tenía un contrato por cinco temporadas y en vez de pedir salir a préstamo para ir agarrando fútbol y ritmo me fui quedando. Si hubiera sido más grande capaz que me daba cuenta. Pero igual disfruto de mi recorrido y soy feliz en una cancha de fútbol. Cuando no lo soy no me importa el dinero. Agradezco las oportunidades pero me voy”, dice a Referí.
Así fue en Cobresal en 2017. Así fue en su experiencia en el fútbol australiano en 2019.
“Recién cuando pasó un buen tiempo me di cuenta de que necesitaba jugar y me cedieron a Badalona para agarrar ritmo, me quedaba un año más de contrato, pero me llamó Peñarol y no lo pensé dos veces. Era hincha de chico. Rescindí el contrato”, recuerda.
Fonseca denunció públicamente que percibía un suelo de $ 11 mil mensuales y la dirigencia de Peñarol salió a responderle.
Gallegos, que quedó en el medio de una tensa relación, tenía contrato por dos años, pero terminada la primera temporada (2012-2013), poco antes de una gira por Canadá le avisaron que tenía que buscarse un nuevo destino.
“Cuando me fui de Peñarol me dijeron que fue por el problema entre Fonseca y los dirigentes”.
El Tigre lo llevó a Como (2013-2014), su lugar de residencia en Italia, para jugar en la Serie C y al año tomó la decisión de abrirse de su representante para jugar en Petrolul de Rumania.
“Fueron muchos años, había un desgaste de la relación y decidimos separar nuestros caminos pero en buenos términos, quedó todo bien”, expresa.
Cuando llegó a Rumania (2014-2015) el presidente del club cayó en prisión acusado de lavado de dinero. Compartió equipo con Juan Ángel Albín y Rodrigo Pastorini y sufrieron atraso de pagos.
“Era una ciudad fría, chica, estábamos a 40 minutos de Bucarest. A las 4 y media de la tarde ya era de noche”. Otra vez tenía dos años de contrato pero decidió pegar la vuelta.
Estar más cerca de su cable a tierra que es Treinta y Tres. Sus padres tenían 17 años cuando lo trajeron al mundo.
“Mi padre trabajaba en una panadería y además salía a vender cosméticos. Mi madre atendía una peluquería en casa. Nunca nos faltó nada, pero no sobraba. Los zapatos de fútbol y los primeros equipos deportivos eran regalos de los amigos de sus padres.
Gallegos estuvo entrenando un mes y medio en Fénix a la espera de una nueva oportunidad. “Me quedaba a patear tiros libres con Martín Ligüera, ¡qué jugador!”, dice.
En Atlético de Madrid hacía lo mismo con Forlán y se asombraba de ver a Agüero entrenar y pasar totalmente desapercibido pero luego ir a los partidos y anotar de a dos o tres goles. Godín vivía a media cuadra y como entonces el zaguero estaba soltero compartía tiempo con Gallegos y su padre. Tiempos de asado y amistades que perduran hasta el día de hoy.
“Con el tiempo se valora más. De chico uno es muy inconsciente de todo”, dice Gallegos.
La Bota de Bronce del Mundial sub 17 por ser uno de los goleadores de Nigeria 2009 está en su casa de Treinta y Tres.
“Fue un torneo hermoso. Hacía un calor insoportable, siempre cerca de los 40 grados. Nos tuvimos que dar siete vacunas para llegar a Nigeria. La pobreza que veíamos nos impactó. Después de cada práctica se juntaban muchos niños y siempre intentábamos dejarles algo. Yo le di un buzo y mis canilleras a un niño”.
Hizo cuatro goles en ese certamen. El más importante fue el 3-3 que llevó el partido con la España de Koke, Sergi Roberto, Muniain, Isco y Morata. La roja ganó por penales en cuartos de final.
En Real Garcilaso de Perú (2016) tuvo su mejor rendimiento. “Es un país y una liga a la que me encantaría volver” y tras un fugaz pasaje por Fénix en 2019 llegó el año pasado a Central Español. “El inicio fue complicado porque quedamos pocos jugadores del año pasado. Pero desde que empezamos a entrenar en la Mutual como lugar fijo se ganó en grupo y nos hicimos más fuertes”, expresa.
"En lo institucional el club está creciendo también con el proyecto de la SAD y cada tanto nos damos una vuelta por el Palermo para ver cómo avanzan las obras porque ya están por ponerle el césped".
"Nuestro primer objetivo era salir de la parte de abajo de la tabla, la primera rueda no fue la deseada pero ahora, con la misma idea, llegaron los resultados. Logramos pequeños impulsos que nos alientan a ir partido a partido en busca del ascenso", dice.
"No hay nada más lindo que acostarse sabiendo que al otro día te vas a levantar para ir a jugar al fútbol. Disfruto mucho en una cancha, en un vestuario. Cuando se termine voy a seguir vinculado y cuando tenga 30 me voy a empezar a preparar".
La llama de ese gurí de pueblo que disfruta con la pelota en los pies jamás se apagó. Sebastián Gallegos pintaba para crack a los 17 pero nunca logró despegar para instalarse en la élite. Sin embargo, aún tiene magia por tirar. A fin de cuentas, en Europa o en el ascenso uruguayo, todo se trata de un juego.
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