A las 6 de la mañana el CITA pasa por Fray Marcos. Pichulo, que en la cédula se llama Brahian Ferreira, se levanta todos los días 5.30, desayuna y arranca a la parada, ubicada a seis cuadras de su casa, rumbo a Tres Cruces. Así lo hizo cuando jugó en Peñarol en 2018, cuando en 2020 estuvo Sud América y ahora lo hace en Uruguay Montevideo, la gran revelación de la Segunda División Profesional. Cien kilómetros de ida y cien de vuelta diarios persiguiendo sueños atrás de una pelota.
Pichulo anda por los 24 años y en el equipo de Pueblo Victoria explotó. Volvió a ser aquel jugador que en 2019 la rompió en la selección de Canelones del Este jugando como centrodelantero.
Llegó a préstamo de Sud América donde ascendió en 2020, pero donde este año, con el argentino Claudio Biaggio, no jugaba ni en los amistosos.
“Acá me volví a sentir jugador de fútbol, Uruguay Montevideo es un club donde de lo poco que hay no falta nada y me han tratado de maravillas”, dice a Referí.
Siempre jugó de 9, pero Gastón De los Santos lo puso de extremo izquierdo. El arranque del equipo no fue bueno y el DT fue sustituido tras la tercera fecha por Nicolás Vigneri quien pasó de delantero a entrenador del equipo. Vigneri lo puso de extremo derecho para jugar a perfil cambiado. Y así llegaron sus goles contra Rocha, Racing (golazo) y Villa Teresa que pusieron al celeste lejos del descenso y en zona de playoffs.
Hoy vive el momento que empezó a soñar jugando en los únicos equipos de baby fútbol que tiene Fray Marcos, una ciudad de 2.000 habitantes ubicada en Florida.
Primero jugó en Atlético Fray Marcos y luego en La Coruña. Un tío lo apodó Pichulo y el apodo le quedó para toda la vida: "Nunca pregunté por qué", dice. Cuando tenía 15 años, su amigo Santiago Martirena se fue a probar a Juventud de Las Piedras y le pidió que lo acompañara. Se probó un par de semanas hasta que Marcelo Broli pidió que lo ficharan.
“No la pasé nada bien en la casita de Juventud, el equipo no estaba bien como está ahora, vivíamos con seis compañeros y no tenía plata para comprar algo extra a lo que nos daban”, recuerda.
Aunque estaba en Tercera con Amaranto Abascal y ya había subido a entrenar en Primera con Jorge Giordano decidió volver a los pagos. A jugar en la reserva de Atlético Fray Marcos.
Hasta que un buen día lo llamó Giordano quien le presentó a un representante para que le diera una mano: Carlos Aguilera, el Pato, quien en 2018 lo colocó en Peñarol.
Algún día Pichulo le contará a los nietos que Jorge “Tito” Goncálvez lo hizo fichar y lo dirigió en Tercera del aurinegro donde compartió ataque con Darwin Núñez cuando este se recuperó de una lesión de rodilla. Que en Tres Cruces los levantaba Ángel Rodríguez para llevarlos a la práctica y que un día, en un amistoso en el Campeón del Siglo entre la Primera y la Tercera se lesionó un titular, cambió de equipo y le llenó el ojo a Leonardo Ramos, tanto que un par de días después lo subió a entrenar con el plantel principal.
“No pude jugar porque no había cupos de contratos. Pero fue una experiencia increíble. En la cancha por haber entrenado con enormes jugadores y también afuera porque fui integrado totalmente y compartí asados en Los Aromos y hasta un día fuimos todos a la casa del Lolo Estoyanoff”.
Hasta se quedó con una medalla de campeón uruguayo y posó con la copa de ese año, conquistada tras ganarle la final a Nacional 2 a 1.
En Peñarol le pagaban $ 5.000 al mes, pero como suele ocurrir en los equipos grandes las oportunidades de jugar escasean. Por eso, en 2019 se fue a buscar protagonismo y minutos al ascenso, a Tacuarembó.
Anduvo poco y nada y otra vez volvió a refugiarse en sus afectos. En su madre y sus cinco hermanos. En Fray Marcos.
En La Coruña empezó a hacer goles que lo llevaron a Canelones del Este donde fue protagonista de un bicampeonato que lo devolvió al profesionalismo.
“No encontré mi mejor versión y me volví. A jugar en La Coruña y la verdad que me fue muy bien. Un día vino a vernos Omar Opstaleche, que en paz descanse, y me convocó a la selección de Canelones del Este. Hacía 33 años que no ganaba el título Regional Centro Este y lo ganamos dos años consecutivos. Hice 26 goles entre el club y la selección donde después llegamos a semifinales de la Copa Nacional de Selecciones”, dice.
“Vengo de una familia humilde. Humilde hasta por demás. Sin la ayuda de mi madre, mis hermanos, mis tíos, mis amigos, mi novia y su familia hoy no estaría acá. ¿Zapatos de fútbol? Todos fueron regalos...”, dice Pichulo y se emociona hasta las lágrimas. Vale la pena cada madrugada, los 200 kilómetros diarios y las frustraciones vividas. Hay talento en esa zurda y mucho camino por recorrer.
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